Yolanda Díaz quiere sumar

Pilar Cernuda
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La asociación registrada por la política gallega está llena de incertidumbres respecto a sus postulados ideológicos y a los apoyos que pueda recibir de otras fuerzas de izquierdas a las que trata de atraer de cara a las próximas elecciones

La ministra de Trabajo está buscando el consenso de sus afines antes de dar un paso adelante que refuerce su liderazgo. - Foto: EFE

Yolanda Díaz finalmente ha registrado en el Ministerio del Interior su asociación, con un nombre que se ha escuchado con frecuencia en su boca: Sumar. «Sumar, sumar, sumar» es un latiguillo de la vicepresidenta del Gobierno, y así se llamará su asociación si la institución competente da su visto bueno. Al parecer, el registro se realizó hace un mes, aunque solo ahora se ha sabido, probablemente porque Díaz prefiere esperar a que Interior acepte un nombre que, por generalista, pueda tener problemas de validez.

No será una plataforma, como se decía hasta ahora. Tampoco un partido político, sino una asociación. 

Díaz pretende sumar personas y fuerzas que se sientan ideológicamente situadas a la izquierda del PSOE. ¿Con Podemos dentro? No se sabe. ¿Con Errejón dentro? No se sabe. La respuesta a las preguntas se conocerá con el transcurso del tiempo, pero la vicepresidenta segunda de Pedro Sánchez no parece tener prisa. De hecho, lo único claro es que en cuanto se celebren las elecciones andaluzas comenzará su nueva andadura. 

Desde septiembre lleva anunciando la puesta en marcha del proyecto, que ha ido retrasando por distintas circunstancias: por su relación con la formación morada, menos afortunada de lo que se preveía y que aconsejaba tomarse un respiro antes de empezar a crear un nuevo movimiento, plataforma, grupo o fuerza política; por la guerra de Ucrania, después por el cambio de liderazgo en la oposición, Feijóo en lugar de Casado, que obligaba a diseñar una nueva línea política y, ahora, por las elecciones andaluzas, donde no ha entrado con buen pie.

Lo que se sabe hasta ahora del proyecto Sumar es poco. Entre otras razones, porque tampoco Díaz tiene muy claro en qué terreno quiere o puede moverse. De hecho, no ha anunciado que se va a dedicar de lleno a su nueva tarea, sino que inicia un «período de escucha». En función de cómo se desarrolle, actuará en consecuencia.

Sí ha trascendido que quiere contar con gente joven, que lleva tiempo siguiendo de cerca a personajes asiduos de tertulias radiofónicas y televisivas, sobre todo politólogos  y figuras que se han puesto muy de moda, así como profesores, dirigentes de movimiento ecologistas y líderes sociales. 

No es una persona que mantenga lazos muy sólidos y duraderos con otras formaciones, en Galicia dejó varios ejemplos de alianzas con siglas, grupos y dirigentes a los que dejó atrás una vez alcanzados sus objetivos; y personas destacadas de Podemos, empezando por el propio Pablo Iglesias, han dedicado palabras poco amables a Díaz a pesar de que la designó su sucesora, tanto en el Gobierno como en el liderazgo del partido. Esto último no fue ratificado por los órganos de los morados ni se ha visto un solo gesto de Díaz que haga pensar que pretende ser su líder, más bien todo lo contrario. 

Cuando puso en marcha su plataforma con un encuentro en Valencia con Colau, Mónica García, la dirigente ceutí Fátima Hames Hossain y Mónica Oltra, no invitó a Belarra ni Montero, y es un secreto a voces que las relaciones de la vicepresidenta segunda con las ministras de Igualdad y de Derechos Sociales son distantes. Por no decir malas. En la izquierda se suele comentar que Díaz solo es fiel a Comisiones Obreras. Fiel por encima de cualquier otra circunstancia.

Tensión en Andalucía

La tensión política a su alrededor se ha agudizado en las últimas semanas, cuando las negociaciones entre varios partidos de izquierda para formar una candidatura única en Andalucía no avanzaban, Díaz viajó a Sevilla para tratar de desbloquearlas, impuso su candidata, consiguió el acuerdo y Podemos no pudo sumarse porque no llegaron a tiempo para inscribirse en el registro. Los miembros de Podemos estarán en las listas como independientes, no con sus siglas. Una situación grave en lo político pero sobre todo en lo económico, porque no podrán recibir las subvenciones que corresponden a los partidos que se presentan a las elecciones.

Todos los dedos señalan a Yolanda Díaz como responsable del fiasco, incluso se ha especulado con la idea de que formará parte de una maniobra para dejar a Podemos fuera de juego. Pablo Iglesias, el que ha sido principal valedor, ha declarado abiertamente que era la responsable directa del «ridículo» que se había producido en Andalucía.

A un mes de las elecciones en esa comunidad, que pueden determinar el futuro de España porque sería difícil para Sánchez ganar las generales si el PSOE pierde su principal feudo, Díaz es noticia, pero más por las dudas sobre su proyecto que por su peso político.

Íñigo Errejón no acaba de sumarse al equipo de Díaz, no le convence el proyecto ni su promotora. Sí está con ella la dirigente de Más Madrid, Mónica García, que además formó parte del grupo de Valencia. De ese grupo sobrevive Ada Colau, que acaba de anunciar que se presentará nuevamente a la alcaldía de Barcelona buscando la reelección, pero hay problemas con Mónica Oltra, de Compromís, que podría ser imputada ante las denuncias a su exmarido por presuntos abusos sexuales. 

Y está también el problema de Izquierda Unida. En principio, es el partido que más apoya a Díaz, les une fundamentalmente su ideología comunista. Pero las relaciones con Garzón, aparentemente buenas, no están exentas de tensiones. Este acepta la autoridad de Díaz, pero últimamente se han producido roces, provocados sobre todo porque además de las elecciones andaluzas con el bochornoso episodio, en un año se celebran comicios autonómicos y municipales, quizá se adelanten las generales, y tanto IU como lo que sea que monte Yolanda Díaz, querrán colocar a sus dirigentes y militantes en unas listas que, siempre, en todas las circunstancias y en todos los partidos, provocan problemas.

Intereses con Sánchez

A Pedro Sánchez le interesa llevarse bien con Yolanda Díaz, esa es la principal fuerza de la vicepresidenta, aunque con frecuencia se le nota al presidente la incomodidad por el afán de protagonismo de la política gallega. Le interesa porque si finalmente Yolanda se pone a trabajar en la plataforma podría restarle votos y Sánchez tendría que contar con sus diputados, en el caso de que fueran considerables, si pretende mantenerse en Moncloa.

Hace pocos meses, era el PP el que hacía cuentas sobre sus posibilidades de gobernar. Ahora es Sánchez el que las hace porque hay fugas de votos en su partido, el declive de Podemos es creciente, y Yolanda Díaz parece que, al fin, ha decidido moverse. Otra cosa es que lo haga ya. Y otra que tenga éxito.