Testigo de dos mundos

S.F.L.
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Los materiales hallados en la necrópolis de Marcillo permitieron determinar que su cronología se hallaba entre la época representada por Miraveche (del 400 al 250 a.C.), y la de Villanueva de Teba (del año 150 a finales del siglo I a.C.)

Rosa Sanz (i.), Adelaida Rodríguez e Ignacio Ruiz Vélez. - Foto: PATRICIA.

La exhumación de media docena de tumbas, todas ellas definidas tan solo por piedras que marcaban un perímetro circular en un paraje recóndito de La Bureba, y los resultados obtenidos dieron para escribir un libro. Nunca mejor dicho. Una pequeña necrópolis que ocupa una pequeña loma entre dos arroyos en la localidad de Marcillo (pedanía de Quintanaélez) sirvió para que un equipo de arqueólogos dirigido por Rosa Sanz , catedrática de Historia Antigua de la Universidad Complutense, e Ignacio Ruiz, profesor jubilado de la UNED-Burgos, determinaran la cronología y el rango cultural del yacimiento.

Pero viajemos en el tiempo hasta la década de los 90. Por aquel entonces, expertos en historia que representaban el Instituto Arqueológico Alemán, la Universidad Complutense y la Junta realizaron excavaciones en un poblado de la Edad del Hierro situado al pie de los Montes Obarenes, en Soto de Bureba. Los estudios aclararon que se originó en la edad de Bronce Final, hacia el año 900 a.C. «permaneciendo ocupado durante toda la Edad del Hierro hasta la llegada de los romanos a finales del siglo I a.C.», expone Ruiz. Aparte de los materiales, durante las cinco campañas de excavación descubrieron estructuras urbanas de casas circulares y rectangulares, una plaza circular, una calle empedrada y restos de murallas en los dos sectores del castro.

Gracias a la ayuda de unos lugareños que encontraron varias piezas -algunas de valor-, los entendidos comprendieron que merecía la pena comenzar a trabajar en la necrópolis, situada a un kilómetro de distancia de la población. Los restos hallados en la ciudad de los muertos mediante prospección -y depositados en el Museo de Burgos- permitieron determinar que su cronología y rango cultural se encontraban entre el mundo representado por Miraveche (entre el año 400 y el 250 a.C.) y el de Villanueva de Teba (del 150 a finales del siglo I a.C.).

Ante tales datos, varios técnicos del Instituto Arqueológico Alemán llevaron a cabo en 2005 una prospección geomagnética en el yacimiento que demostró la existencia de concentraciones de metales a lo largo de las fincas de la necrópolis. Como consecuencia, en octubre de 2018 se realizaron unas excavaciones en dicho lugar pero, lamentablemente, los resultados «no resultaron halagüeños debido a la escasa profundidad de las tumbas, a la intensa labor agrícola realizada en la zona, al paso del tiempo, a los expolios recientes. Las tumbas aparecieron alteradas, muchas destruidas y algunas sin restos del ajuar funerario típico», manifiesta el profesor.

No obstante, algunas de las piezas indicaron a los profesionales los cambios que se produjeron en esas tierras en la Segunda Edad del Hierro (del año 350 al siglo I a.C.), como en los ritos funerarios, que pasaron de incinerar a los fallecidos bajo túmulo a hacerlo en un hoyo directamente en el suelo. Asimismo, la permanencia de los influjos de los campos de urnas que llegaron por el valle del Ebro  como apreciaron en una de ellas (oculta en la tumba 4 de la necrópolis ), la presencia de elementos decorativos en la misma -que la vinculan al valle del Duero- las decoraciones damasquinadas en plata herencia del mundo de Miraveche y la presencia de algunos elementos romanos como la fíbula de omega «nos pusieron de manifiesto la riqueza cultural de la gente que allí residió», declara el arqueólogo.

La alta posición estratégica dentro de una vía de comunicación muy activa y la riqueza natural del territorio en agricultura, ganadería minerales y metales acentuó ese poder tal y como se muestra en sus yacimientos, que conservaron la secuencia cronológica de siglos.

Preservar la memoria en papel

La Institución Fernán González presentó ayer al público una nueva publicación de la academia: La necrópolis de la Edad del Hierro de El Hongar (Marcillo, Quintanaélez), de Rosa Sanz, Ignacio Ruiz Vélez y Adelaida Rodríguez. Los tres autores se dieron cita en la Diputación de Burgos para impartir una conferencia.

Los tres reseñaron la importancia del yacimiento arqueológico y lo que supuso su descubrimiento, además de analizar los resultados de los trabajos y la restauración de alguna de las piezas halladas.