Rafael Barbero

Lo que de verdad importa

Rafael Barbero


Incrementar la población: el principal reto

23/10/2022

Entre 1960 y 1980 la población de la capital burgalesa prácticamente se duplicó pasando de 82.000 habitantes a más de 156.000. Este incremento fue la consecuencia de una apuesta por impulsar el desarrollo económico de España aprovechando la apertura al exterior de la economía de la época, y específicamente en Burgos a través de un plan, el Polo de Promoción Industrial, que potenció el número de empresas industriales (de 263 en 1960 a 616 en el año 2000) y multiplicó consecuentemente el empleo de este sector (de 7.800 empleados industriales en 1960 a más de 18.000 en el 2000) consiguiendo que la industria local emplease a 1 de cada 3 trabajadores de la capital.  Este proceso de industrialización motivó una emigración de las zonas rurales a las zonas urbanas que tuvo su reflejo no solo el municipio de Burgos sino también en el de Aranda de Duero (que pasó de 13.000 a 27.000) y en el de Miranda de Ebro (de 28.000 a 36.000) en las mismas dos décadas. 

Si bien, esta dinámica de urbanización inició un proceso de caída de la población rural, hace ya más de 60 años, del que parece que no nos hemos dado cuenta hasta su reciente bautismo como España Vacía o Vaciada y que ya hoy tiene difícil vuelta atrás para muchas localidades.

Pero, ¿debe ser el incremento de la población un reto propio de las políticas públicas en sí mismo o únicamente la consecuencia de la puesta en marcha de otras políticas económicas y sociales? 
A mi juicio son tales los beneficios que genera un incremento sostenido de la población de un municipio que debería ser el OBJETIVO NÚMERO UNO en las propuestas políticas de todos y cada unos de sus gobiernos. El incremento de población de una zona genera oportunidades para todos los sectores económicos privados llámense éstos la construcción, el comercio o la hostelería, a la vez que incrementa los recursos públicos con los que acometer programas de desarrollo social, cultural o medioambiental.

¿Y si esto parece obvio, por qué no aparece en las propuestas que nos realizan quienes tienen la intención de gobernarnos? La definición de un incremento de la población como el primer objetivo a conseguir obligaría a implementar una serie de planes de acción, alienados unos con otros, que permitiesen conseguirlo. Y estos planes de acción comprometerían tanto a todas las instituciones públicas como al sector privado ya que, tal y como he adelantado, todos se verían beneficiados.

Algunos ejemplos de planes de acción que permitirían incrementar la población, tanto desde una perspectiva económica como social, podrían ser:
Impulsar de verdad políticas de promoción de industrias innovadoras, hoy muy ligadas a conceptos como el desarrollo tecnológico, la digitalización y la sostenibilidad ambiental, que generen empleo de calidad y elevada retribución. Con ello se reduciría el desempleo juvenil, se mejorarían las capacidades adquisitivas de los jóvenes y se retendría un mayor número de trabajadores cualificados.

Potenciar la oferta de titulaciones universitarias ligadas a la tecnología, la salud y la sostenibilidad ambiental atrayendo un mayor número de estudiantes foráneos a la vez que se evita la salida de los locales. Para ello no solo es necesario crear nuevas titulaciones, sino que se deben adaptar las actuales incorporando conocimientos de estas temáticas.

Apostar por incrementos de la natalidad a través de políticas de oferta de vivienda de alquiler de protección oficial, de ayudas para cubrir los costes derivados de la emancipación de los jóvenes y de campañas de sensibilización. ¿Por qué hay países en Europa con una tasa de 1,8 hijos por mujer cuando en España apenas superamos 1,2? ¿No será porque dedican más recursos?

Repensar los modelos de atracción de población inmigrante apostando por realizar políticas activas de llamamiento de personas con la cualificación adecuada a las necesidades laborales de nuestras empresas a la vez que se ponen en marcha políticas de inclusión que permitan una rápida adaptación de los mismos a nuestros usos y costumbres. Esto ya fuimos capaces de hacerlo con la emigración de las zonas rurales a las urbanas en los años 60 y 70. Pero hoy el sistema no genera más que trabas a personas que proceden de otros países con formación más que de suficiente para desarrollar actividades laborales no cubiertas.
Y seguro que a usted se le ocurrirán muchas más.