Cáritas se vuelca con las mujeres 'sintecho'

Angélica González
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Son ya el 12% del total de las personas que se benefician del programa de Personas Sin Hogar de la ONG católica

Rosario Ortiz y Lizamar Sánchez se vinieron a España con lo puesto. Ahora están en la casa de acogida de San Vicente de Paúl. - Foto: Luis López Araico

El programa de Personas sin Hogar de Cáritas ha atendido este año, entre enero y septiembre, a 966 personas en sus diferentes departamentos. De ellas, el 12% fueron mujeres, una cifra que se va incrementando anualmente, según explicó el coordinador de este área, el educador social David Polo. «El número de mujeres está creciendo sin pausa cada año y entendemos que tiene que ver con el hecho de que la crisis económica aún pervive en muchos sectores de la sociedad y como las mujeres suelen ser más resistentes están siendo las últimas en caer en dificultades».

Tanto este experto como David Alonso, también educador social del programa, argumentan que las mujeres tienen más factores de protección que los hombres a la hora de sobreponerse a situaciones adversas, es decir, que tardan más en quedarse en la calle pero que cuando lo hacen «están más deterioradas». «Habitualmente cuentan con más redes familiares y de amistades que los hombres y como ellas desempeñan el rol de cuidadoras se defienden mejor ante las dificultades. Así que cuando se quedan en situación de calle están en peores condiciones», indican estos profesionales, que están trabajando para incrementar el cuidado a las sintecho a las que atienden, muchas de las cuales son víctimas de violencia de género y de relaciones abusivas.

En este sentido, expresaron su deseo de reforzar este apoyo institucionalizando la labor en red, que ya se hace de manera informal, con asociaciones como La Rueda para que sean profesionales especializadas quienes se ocupen de las mujeres en situación de calle que sufren o han sufrido malos tratos por parte de sus parejas: «Es muy frecuente encontrarse con mujeres con una gran dependencia emocional de sus maltratadores y queremos ofrecerles una atención de calidad con expertas como las de La Rueda».

La mayor vulnerabilidad de las mujeres en la calle se evidencia, además, en que son víctimas de forma más habitual que los hombres de abusos y agresiones sexuales: «Muchas de ellas relatan que han sufrido este tipo de ataques, por eso necesitan ayuda especializada», señala Polo, quien asegura que desde hace ya tiempo han incorporado la visión de género a la labor que se realiza con las personas en situación de calle.

La celebración del día de las personas sin hogar, en la que participan Cáritas y otras entidades y que históricamente tenía lugar en noviembre, se ha adelantado un mes este año. Así, el jueves 24, la Plaza Mayor será el escenario de un acto de calle y de la presentación a los medios de comunicación de la campaña cuyo lema es Ponle cara y que ha utilizado la imagen de una mujer para visibilizar la progresiva feminización del colectivo de las personas sin techo: «En ciudades más grandes que Burgos está rondando ya el 20% del total».

El objetivo que persigue Ponle cara es que a la sociedad no se le desdibuje el rostro de quienes están durmiendo en los portales y en los cajeros automáticos: «Cuando les pones cara tomas conciencia de su realidad y quizás te ayude a reflexionar sobre cómo el actual modelo socioeconómico es un gran generador de descartes y expulsiones y que tiene su mayor impacto en las personas más vulnerables», afirma David Alonso. Cáritas y el resto de las asociaciones van a pedir a las instituciones que se ponga el foco en la prevención del sinhogarismo con medidas que eviten las pérdidas de vivienda o que hagan posible recursos para personas que salen de la cárcel, además de asegurar un sistema que garantice ingresos mínimos y suficientes «para que todas las personas en situación de pobreza tengan derecho a un ingreso mínimo que les facilite avanzar en el proceso de inclusión».

El programa de Personas sin Hogar incluye la actividad  ‘Café y calor’, en la que un grupo de voluntarios salen a las calles dos noches por semana al encuentro de quienes duermen en bancos y en cajeros, además de un servicio de acogida y el albergue del Ayuntamiento, que es gestionado por la ONG católica, donde se atiende a las personas que están de paso de forma puntual y en un centro de atención temporal a quienes están empadronadas en Burgos y quieren hacer un proceso de recuperación e inserción. También cuentan con la Unidad de Mínima Exigencia (UME), que volverá a abrir en la primera semana de noviembre con 8 plazas (seis financiadas por el Ayuntamiento) para que nadie pase la noche a la intemperie, y un centro de día con un espacio abierto para que los sintecho pasen el tiempo, si así lo desean, o se incorporen a los talleres de diferentes actividades con los que se pretende, en palabras de Alonso, «su participación y empoderamiento».

El programa de Personas sin Hogar tiene, además, otras dos líneas de trabajo: la denominada Volver a empezar, que está específicamente destinada a quienes salen de la cárcel y no tienen adónde ir, y House in first, que ofrece viviendas a las personas con las que el resto de recursos no han funcionado.

DE LOS DESPACHOS A LA CALLE

las dos son abogadas. La madre, además, fue directora de una escuela infantil durante décadas, pero María del Rosario Ortiz, de 52 años, y su hija Lizamar Sánchez, de 27, duermen desde hace apenas unas semanas en la casa de acogida de San Vicente de Paúl que gestiona la orden religiosa de las Hijas de la Caridad. Estas dos mujeres venezolanas llevan en España apenas un mes y medio y han presentado una solicitud de asilo político.
Ambas se tuvieron que marchar, cuentan, porque temían por su seguridad. Cuando era estudiante, Lizamar se implicó políticamente en las protestas contra la deriva que estaba tomando el Gobierno de su país a través de un canal de Youtube de nombre ‘Ciudad Bolívar Resistencia’, y precisamente por eso fue la primera en salir de Venezuela: «Hacíamos reportajes de la falta de alimentos en los supermercados o de las colas que hay que hacer durante el día para conseguir los productos básicos o sobre cómo la policía trataba a los estudiantes».
La República Dominicana fue su destino en 2016, cuando hizo las maletas y allí esperó a su madre, que tuvo que quedarse un poco más. En el país caribeño las cosas no les fueron tan bien como esperaban. A Lizamar la atracaron y María del Rosario fue víctima de acoso sexual así que decidieron poner tierra por medio. Llegaron a Madrid sin conocer a nadie y las primeras noches las pasaron en la estación del autobús. Ahora se encuentran más tranquilas en Burgos.
«Estuvimos en el albergue quince días y ahora estamos en la casa de acogida. Vivir en la calle es tremendo, por el frío, por el no saber qué hacer ni por dónde tirar: jamás me pasó por la mente que fuéramos a terminar así ni que nuestra familia se desmembrara», cuenta María del Rosario con la voz rota. Su otro hijo está en Perú, tiene una nieta en Chile y sus hermanas siguen en Venezuela.
En una esquina de la sala escucha su historia Carmen, almeriense de 40 años, que prefiere no aparecen en la foto. Es bajita, tiene el pelo claro y en su cara se refleja un cansancio infinito. Tampoco lleva mucho tiempo en Burgos, apenas unas semanas. Llegó desde Ávila pero antes había estado en Madrid, con una pareja que la maltrataba. Carmen, que ahora ocupa una plaza en el CEIS, el centro de atención a personas sin hogar que gestiona la Fundación Lesmes, también sufrió violencia por parte del padre de sus dos hijos y de su propio padre. Lleva décadas, pues,  huyendo de situaciones imposibles y a lo único que aspira en la actualidad, según cuenta, es a recuperarse psicológicamente y a conseguir un trabajo.