Quintanaurria exige más seguridad en la vía que raja el pueblo

S.F.L. / Quintanaurria
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A la concentración acudieron vecinos de otras localidades obligados a usar la BU-V-5104, una carretera muy estrecha y por la que pasan unos 100 camiones al día. Han convocado otra manifestación en Burgos

Los asistentes a la concentración reclamaron a la Diputación que destinara presupuesto para mejorar la vía. - Foto: S.F.L.

Más de medio centenar de vecinos de las localidades que atraviesa la carretera provincial BU-V-5104 (Rublacedo, Quintanaurria, Rojas, Piérnigas y Quintanabureba) y miembros y simpatizantes de la Asociación de Pueblos Olvidados de Burgos se manifestaron este sábado en la pedanía de Quintanaurria para exigir que se solucionen los problemas de seguridad vial y el estado general de la misma. Los 14 kilómetros de distancia que separan Rublacedo de Abajo con el cruce de Aguilar de Bureba (vía CL-632) presentan «un firme muy deteriorado, cantidad de curvas que impiden que la visibilidad sea buena en algunos puntos y una anchura que dificulta considerablemente la conducción». 

El hecho de que a la planta envasadora del agua mineral natural que mana de los montes de la localidad, Aguas de Santolín, se dirigen al cabo del día entre 90 y 100 camiones de gran tonelaje genera además de un peligro para los transeúntes, ciclistas y otros conductores, serios daños en las viviendas que se ubican más cercanas a la carretera como consecuencia de las vibraciones. 

A ello también se une el tránsito diario de coches y maquinaria agrícola pesada de personas que viven y trabajan en la zona o se tienen que desplazar a otros municipios, y la elevada presencia de árboles en ambos márgenes, lo que complica más la conducción. «Hace un tiempo eliminaron algunos pero no los suficientes, y esto obstaculiza bastante a los que pasan por aquí todos los días», expone Ismael Alonso, vecino de Quinanilla Cabe Rojas y portavoz de la Asociación. 

Otros de los inconvenientes con los que se topan los vecinos con el paso de los vehículos pesados desde que la planta de agua se construyó son los destrozos en sus viviendas causados por los fuertes temblores. La familia Tudanca se ha visto obligada a fijar las tejas de su casa con cemento para evitar que siguieran cayendo al suelo, y evitar así un posible accidente. La misma operación ordenó realizar Eduardo Badillo en la iglesia de San Adrián, que incluso sus gruesos muros no han resistido a las consecuencias del tráfico pesado. 

Tampoco los del inmueble de Guadalupe en Rublacedo, que cada vez se hacen más grandes. «Estamos cansados y esperamos que la Diputación destine una partida para mejorar la carretera», declara con cierto enfado. Loli reside en Quintanabureba y denuncia el «poco espacio del que disponen los vehículos en los centros de los pueblos. Si saco la mano por cualquiera de las ventanas de mi casa toco los camiones sin problema», asegura. Durante el acto de protesta dos camiones atravesaron el pueblo. Un chófer explicó a este periódico que «entiende el enfado de los vecinos porque el tramo es malo y peligroso, sobre todo cuando nos cruzamos dos vehículos grandes». Asimismo contó que él «nunca ha sufrido ningún percance pero que compañeros suyos sí por arrimarse demasiado a las cunetas». 

Desde la Asociación manifestaron que el 23 de septiembre volverán a concentrarse fuera del edificio de la Diputación de Burgos.