Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Ganar y perder

13/04/2022

Fue el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo quien se preguntó, al día siguiente de su primer encuentro con Pedro Sánchez en La Moncloa, que había ganado España tras su cambio de posición con respecto al Sáhara, después de la entrevista entre el presidente del Gobierno y el rey de Marruecos Mohamed VI. "Marruecos ha ganado todo lo que pretendía hace años y España no ha ganado nada", vino a decir. La misma pregunta podría hacerse Feijóo con respecto al gobierno de coalición entre su partido y Vox en Castilla y León: quién lo ha ganado todo y quien no ha ganado nada.

En ambos casos el designado como perdedor si ha logrado algo a cambio de vender su alma al diablo. El Gobierno ha resuelto una crisis con Marruecos después de traicionar al pueblo saharaui, no encontrar ningún apoyo parlamentario a su pirueta, y de enemistarse con Argelia el principal proveedor de gas a España. El PP ha logrado mantener el poder en Castilla y León después de la última pifia estratégica de Pablo Casado, a cambio de dar entrada a la extrema derecha por primera vez en un centro de poder. Los dos han quedado a expensas de lo que decidan sus partenaires. Al Gobierno no le queda más remedio que fiarse del cumplimiento de los acuerdos escritos y tácitos por parte del reino alauita, y al PP de que Vox quiera hacer como Marine Le Pen y limar aristas de su discurso, cuando empiece a comprender que la gestión de los asuntos públicos tiene sus limitaciones.

Mantener el gobierno autonómico es la ganancia del PP a corto plazo. Pero ha perdido en todo lo demás, porque se ha plegado a las exigencias de Vox para que Alfonso Fernández-Mañueco siguiera al frente de la Junta de Castilla y León. Les ha cedido la presidencia de las Cortes, una vicepresidencia y tres consejerías que en el ámbito autonómico van muy bien con sus intereses a futuro para consolidar y ampliar su base electoral, Agricultura, Industria y Cultura, y han impuesto sus consideraciones sobre la inmigración y la redacción de nuevas leyes relacionadas con las existentes sobre violencia de género y memoria histórica, de tal forma que ahora ese es el debate en el seno de la derecha, si su redacción es para matizarlas o tienen el propósito de anularlas y sustituirlas de facto.

Que del acuerdo se derive una situación de estabilidad en el gobierno autonómico está por ver y se podrá apreciar muy pronto porque tanto el PP como Vox están urgidos para demostrar hasta donde quieren y pueden llegar. Las elecciones autonómicas andaluzas están a la vuelta de la esquina según las últimas reflexiones en público de su presidente, Juan Manuel Moreno, que ha bailado la yenka sobre su convocatoria al albur de los últimos acontecimientos políticos dentro de su partido. Esa será la prueba de fuego de las intenciones de Feijóo con respecto a Vox.

Es evidente que el PP se encuentra inmerso en el proceso de normalización de sus relaciones con la extrema derecha. Aunque aún mantenga un cierto pudor y trate de evitar la foto de Feijóo bendiciendo el pacto, las corrientes demoscópicas vuelven a deslizarse a su favor, la mayoría de sus votantes no ven ningún problema en coaligarse con Vox si el objetivo es recuperar el gobierno de la nación, y el presidente popular ha pasado a ser el líder más valorado en algunas encuestas. En esto consiste la política adulta, en ganar el poder a costa de perder todo lo demás. Al parecer.