El jazz cálido que nace en tierras de Castilla

A.S.R.
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Carlos Soto y Alberto García recuperan El alquimista loco, el proyecto instrumental de Celtas Cortos de los 90, con 'El aire del globo', un nuevo álbum que estrenan en Cultural Cordón

El Alquimista Loco son, de i. a d., Carlos Soto, César Díez, Adal Pumarabín, Alberto García y Jesús Bravo. Falta Álvaro Zarzuela.

Tenía todo a su favor para pasar sin pena ni gloria. Era un tema instrumental, compartía álbum con auténticos himnos de Celtas Cortos, como 20 de abril, Cuéntame un cuento o El ritmo del mar, y cortaba el subidón en los multitudinarios conciertos del grupo pucelano. Y, sin embargo, El alquimista loco pasó de ser una canción más dentro de un exitoso trabajo a un proyecto musical impulsado por la misma banda. Sacaron un disco con ese nombre en 1998 con creaciones instrumentales. La mayoría las firmaban Alberto García (trombonista y violinista) y Carlos Soto (flautista). Y los dos, músicos inquietos siempre, reanudan ahora aquella aventura, que se ha materializado en la publicación de un nuevo álbum, El aire del globo, que estrenan en directo este sábado en Cultural Cordón (19.30 h., 18 euros), en la apertura de Sesión B, el III Festival Internacional de Jazz de la Fundación Caja de Burgos. 

«Hemos recuperado ese nombre y ese espíritu, que, fundamentalmente, junto con la improvisación, trataba de fusionar músicas étnicas, con composiciones propias y la introducción de influencias que nos gustaba, porque las habíamos estudiado o escuchado mucho», resume Soto, el primero en soplar el polvo de este proyecto, guardado durante más de veinte años en el cajón. La pandemia resultó decisiva para su resurrección. 

Cuenta el flautista que durante este tiempo extraño empezó a componer y a acumular temas. Aunque él se mueve en el folk fusión, folk de improvisación, le salieron unas piezas muy jazz. Se los enseñó a García y este puso sobre la mesa sus propias canciones. «Y me pareció que unas y otras coincidían en espíritu. Aunque no funcionamos de la misma manera, mis temas son más de improvisación y los suyos más composiciones enteras, podían conjuntar muy bien y el encuentro merecía la pena. Nos lanzamos y ya nos juntamos para dar forma al proyecto», comparte y recuerda que hubo muchas y largas sobremesas para perfilar cómo querían que fuera el regreso de El alquimista loco. 

Decidieron que les apetecía una formación estándar de jazz, con contrabajo, batería y piano, y también contar con dos instrumentos viento-metal. Y tiraron de agenda, de músicos con los que comparten escena en sus otros proyectos, como Castijazz. Y sumaron el entusiasmo de Jesús Bravo (piano), César Díez (contrabajo) y Adal Pumarabín (batería). Un quinteto que torna en sexteto con Álvaro Zarzuela (trombón y trompeta), el más joven de todos, y, anota el flautista, el más preparado. El sábado no estarán los seis. Un asunto familiar impedirá viajar a Alberto García. 

Con todos en el camino, el proyecto cristalizó en la publicación de un disco, El aire del globo, once canciones que suenan con una calidez inusual en las frías tierras castellanas, un calor que se siente desde los títulos: El abrazo, Good therapy, Cumbia 67, Negros y verdes... 

Soto advierte la gran influencia latina, con mucho acento cubano. Se aprecian ecos de cumbia, latín jazz, bolero y, no podía ser de otra manera, música tradicional. Todos mezclados en su justa medida en el alambique para dibujar noches mágicas (ya han colgado algunos vídeos en Youtube que dan cuenta de esa atmósfera). 

Antes de que lo hagan este sábado a orillas del Arlanzón, sonaron ya en directo el pasado octubre en la Seminci. Y es que algunos de estos temas forman parte de la banda sonora del documental De Quijotes y semillas, de Patxi Uriz -que ya consiguió un Goya en 2016 por el corto documental Hijos de la tierra-, que se presentó en la última Semana Internacional de Cine de Valladolid. 

El alquimista loco irrumpe sin corsés y sueña con poner a bailar su jazz étnico en las plazas de los pueblos de Castilla. «Estamos enseñando la cabeza, nosotros nos hemos movido en otros circuitos, no en el del jazz, pero es necesario que el disco se escuche», admite Soto, que reconoce que quizás van contracorriente y cuando el folk parece vivir un resurgir ellos apuestan por un sonido extraño en estas tierras. «Era el momento», remacha el músico, que dejó Celtas en 2004, aunque de vez en cuando toca a su puerta para quitarse el mono.