Apenas dos meses y medio después de haber pasado por las urnas para elegir a nuestros representantes autonómicos vuelven a oírse campanas electorales en Andalucía. Y aunque nos queda lejos geográficamente, tan sólo se trata de otra etapa en un inagotable calendario que no nos abandonará casi hasta finales del próximo año.

Sé que no les cuento novedad alguna, sin embargo quizás no sean conscientes de que en las próximas semanas entraremos en el último año de mandato municipal y comenzarán los movimientos de preparación a una cita apasionante, como siempre. El equipo de gobierno aprovechará estos últimos doce meses para apretar el acelerador de las obras e inaugurar todas las que concluyan, si es que hay alguna. La oposición, principalmente el Partido Popular, deberá decidir antes que nada quién será el candidato o la candidata para ganar los comicios, aunque tiene complicado cualquier otra cosa que no sea gobernar con Vox.

Todos estos aires electorales que se prolongan durante tantos meses causan ya mucho hartazgo entre los ciudadanos. No les voy a detallar el mío, que también lo tengo, pero creo que cada uno debe centrarse en su tarea de servicio a las personas y de desarrollo de su ciudad, pueblo o comunidad autónoma desde el primer día hasta el último. Los juegos de artificio, los gestos de cara a la galería y las iniciativas vistosas pero escasamente provechosas son actitudes de los pésimos políticos, que necesitan adornarse y disimular su ineficacia en la gestión para convencer a los ciudadanos de que ellos han hecho todo lo posible.

No quiero señalar, pero sí advertir que estas maniobras se suelen notar mucho y luego lo tendremos en cuenta cuando depositemos la papeleta en la urna. Avisados quedan.