Los mayores regresan al 'cole'

S.F.L.
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El centro de día de Oña, el único de la Bureba, reabre sus puertas con 7 usuarios tras permanecer cerrado 26 meses

Tanto Mariví (c.) como Najat se encargan de los cuidados de los mayores. - Foto: S.F.L.

Carmen recorre una y otra vez todas las dependencias de su casa, se asegura de que las ventanas queden entreabiertas para ventilar y espera a que su nuera llame al timbre para salir juntas a la calle. Llega el momento y caminan los cien metros que separan el domicilio del centro de día sin dejar de hablar. Carmen tiene muchas preguntas: «¿Hasta qué hora tengo que estar?, ¿Y la comida? ¿Pero la Pepi por qué no viene?». Las delicadas respuestas de Carolina algo tranquilizan, aunque empezar 'el curso' sin su amiga del alma no le hace demasiada gracia.

Coge aire para atravesar la puerta de las instalaciones. Un cartel de bienvenida y globos de colores recuerdan que a partir de ahora pasará menos tiempo asomada a la ventana de la terraza controlando quién sube al pueblo y quien baja. La oniense de 90 años afronta esta nueva etapa con vértigo aunque tiene claro que hará «lo que me mandéis», declara a Mariví Sanjuanes, la enfermera. Con prudencia muestra la necesidad que siente de reconocer el terreno, aquel que conocía solo había visto por fuera, y de conocer a sus compañeros, que poco a poco llegan. «Pepi no llega», repite una y otra vez. «No te preocupes, la semana que viene vendréis juntas», responde la sanitaria mientras le acompaña hasta la sala de terapia del brazo.

«Menudos asientos más cómodos», expresa al probar los sillones que rodean el salón. «Aquí te puedes echar la siesta», comenta Najat, una de las empleadas. «Uy, no. Yo no duermo después de comer», contesta justo antes de conocer a Almudena, una vecina de Medina que actualmente reside con su hija en Padrones. Ambas se presentan con timidez y se acercan a una de las mesas para conocer el lugar que ocuparán cuando realicen manualidades, lean o escriban. «Hoy toca dictado, pero después de la gimnasia», comentan las trabajadoras.

Pasan los minutos y salen a buscar a los nuevos 'inquilinos'. Conchita, de Trespaderne, y María José salen del microbus que las ha recogido en sus viviendas encantadas, saludan con cariño a todos y se dirigen al centro. A Juan le cuesta más. Finalmente da el paso de bajar del vehículo y entra con el resto. Todos ellos y sin rechistar, impacientes por descubrir la primera actividad que van a realizar, se dirigen a otra sala llena de sillas. Se sientan, unos ríen cuando se enteran de que van a hacer gimnasia y otros ponen el grito en el cielo. «En esta clase vamos a trabajar las articulaciones para que no se atrofien», explica la monitora mientras hace una demostración. Pronto cogen el hilo y se disponen a repetir los ejercicios lo mejor que pueden.

Cuando terminan sus tareas llega el turno de comer. «No voy a tener problema porque me gusta de todo», aclara Carmen. «Yo tampoco», afirma María José. «¡Y la suerte que tenéis de no tener que pensar a diario en el menú y de no tener que fregar!», añade Najat. Las horas de soledad que alguno de ellos sufría en silencio desde sus hogares ha terminado. Ha llegado el turno de conocer gente nueva, cambiar de pareja en los juegos de cartas y de experimentar cosas nuevas. Siempre con el apoyo y el cariño de un equipo que se desvive porque sus mayores no olviden lo que un día aprendieron.

Servicios. Durante cinco días de la semana gran parte de su tiempo lo pasarán en el único centro de día de la comarca burebana -de 9.30 a 17 horas- propiedad de la Fundación Castresana de la villa condal. Ha reabierto sus puertas con cinco usuarios -aunque ya se han inscrito siete- tras permanecer clausurado 26 meses como consecuencia de la pandemia. Mariví recuerda que hay capacidad para 24 personas y que las instalaciones funcionan con todos sus servicios. Para facilitar la asistencia, la entidad cuenta con pequeños autobuses que realizan tres rutas: la de la zona de Briviesca, la de Poza de la Sal y la de Trespaderne.