Un retrato de justicia

ALMUDENA SANZ
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La burgalesa Pipía Marzo realiza la efigie oficial de Carlos Lesmes tras dejar la Presidencia del Tribunal Supremo, que ya se expone en el Salón de Plenillos. «Es un encargo muy bonito de hacer»

La pintura de Lesmes ocupa desde el lunes su lugar en la sede del alto tribunal, donde posa Pipía Marzo.

El rostro sereno, libre de crispación, ni sonriente en exceso ni serio en demasía, con el gesto relajado, la mirada cálida... No es el retrato de un magistrado envuelto en la montaña rusa que han vivido las altas esferas de la Justicia española en los últimos tiempos, sino el de uno a punto de despedirse de la Presidencia del Tribunal Supremo orgulloso del trabajo realizado y de una etapa llegada a su fin. Cuando Pipía Marzo efectuó la efigie oficial de Carlos Lesmes aún desconocía que se mantendría cuatro años más en el cargo. A la creadora burgalesa, que siempre presume de su tierra, pese a residir desde hace años en Madrid, le encargaron esta pintura en el año 2018, cuando, presumiblemente, terminaba el mandato. Ella lo entregó en 2019, pero hasta el pasado lunes no se colgó en el Salón de Plenillos. 

Al margen de polémicas, la historia de este cuadro obliga a dar un salto de casi cinco años atrás. Marzo, especializada en retrato, tenía en el caballete el encargo de una persona del gabinete de Lesmes. Al mismo tiempo buscaban a un pintor que inmortalizara al presidente. Repararon en ella. Vieron algunos ejemplos. Y a todos les gustó su estilo. 

La pintora recuerda que se trasladó hasta la sede del alto tribunal. Entrar en su imponente sede, ubicada en el antiguo monasterio de las Salesas, ya le impresionó. Tomó medidas, observó el resto de obras con las que iría alineada e hizo una serie de fotos al protagonista con distintos gestos. A partir de la elegida, se puso a trabajar. Con total libertad. «Para mí la composición es lo más importante, con un equilibrio entre fondo y retratado. Me gusta que tenga actitudes muy relajadas, como si hubiera estado posando para mí tres meses, a la manera tradicional, pero ahora es impensable pretender que alguien venga una hora a tu estudio todas las tardes. Nos toca interpretar las fotos para conseguir ese efecto clásico», anota y matiza que Lesmes sí hizo una visita al taller antes de terminarlo. No puso un pero. Se vio guapo. 

La pintura de Lesmes ocupa desde el lunes su lugar en la sede del alto tribunal, donde posa Pipía Marzo. La pintura de Lesmes ocupa desde el lunes su lugar en la sede del alto tribunal, donde posa Pipía Marzo.

«Para un pintor es un retrato muy apetecible, muy bonito de hacer, con las puñetas, el llamado Pequeño Collar que lleva en la pechera, las insignias...», expresa la artista, acostumbrada a tener enfrente a familias, sin el juego que dan los llamativos accesorios del magistrado, que también suma atractivo por su edad. «A las personas mayores se les saca siempre más partido porque tienen más historia y eso está presente en su rostro y sus gestos», agrega Marzo sobre este lienzo de 130x100 centímetros realizado con acrílico y óleo para obtener los tonos deseados. 

El solemne Salón de Plenillos ha ganado luminosidad con el retrato de Carlos Lesmes, que, reflejo de su tiempo, rompe una línea más clásica y oscura. Ha tardado en exponerse al público, pero de ahí ya no lo mueven. Los cuadros de esa galería se renuevan al ritmo de la Presidencia. Para dejar espacio a los nuevos, los más antiguos pasan a una suerte de museo. Pipía Marzo calcula divertida que por lo menos cien años más se mantendrá su pincelada en el alto tribunal.