Será por bares, sonrisas y hospitalidad

A.C./ Espinosa de los Monteros
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Alumnos del instituto Marcel Pagnol, de la ciudad francesa de Limoges, pasan 2 semanas de Erasmus en Espinosa de los Monteros, donde Ayuntamiento, instituto, negocios y vecinos se vuelcan con ellos, tanto que destacan lo bien acogidos que se sienten

Louis Lanot, Charlene Nouhaud, Alissa Bordeau, Lea Vignaud, Abdoulaye Djogo y Juline Pascarel. - Foto: A.C.

En Espinosa de los Monteros estos días ha cambiado el acento y se ha disparado la hospitalidad. En la Frutería Tino ayuda a atender a los clientes la joven Alissa Bordeau, estudiante de comercio en el instituto de Formación Profesional Marcel Pagnol, de Limoges. Uno de sus objetivos es aprender español, pero admite que los clientes se sorprenden de ver una chica nueva e intentan hablarle en francés. Todo sea por ayudar a la recién llegada. El jueves por la noche, el karaoke del gastrobar Tu casa tuvo acento francés. Y hasta el alcalde, Raúl Linares, va a acompañar esta semana a los seis jóvenes de Erasmus en la villa a conocer su Museo de los Monteros  y sus rincones y patrimonio.

Su profesor Jonathan Traore es el culpable de todo junto con la hospitalidad y las ganas de Espinosa por darse a conocer. Hace veinte años visitó la localidad por primera vez, porque uno de sus mejores amigos había terminado en Merindades por amor. De aquel viaje le quedaron tan buenos recuerdos que propuso los Erasmus a la localidad y ya en 2019 y el pasado año trajo a tres alumnos en cada ocasión a sumergirse en el castellano y hacer prácticas en Raspano Ecoturismo. En esta ocasión, se le han abierto más puertas, porque los jóvenes del Marcel Pagnol están realizando prácticas en la Oficina de Turismo, la biblioteca municipal, el coworking, el instituto Conde Sancho García, la Frutería Tino -que cerró un par de días por la huelga- y en la industria quesera Mantequería Las Nieves.

Traore asegura que los chicos tienen oportunidad en Espinosa de «conocer una vida de pueblo que en Francia se ha perdido». «El pequeño comercio en los pueblos va desapareciendo y perdemos las relaciones intergeneracionales. Aquí cuando van a las tiendas charlan con los comerciantes», cuenta este joven profesor de español, que destaca el éxito de la propuesta de viajar a Espinosa, con más de 30 solicitudes para las seis plazas. «Alrededor de Limoges hay pequeños pueblos de entre 800 y 1.500 habitantes pero sin tanta vida», relata Traore. Apenas hay tiendas y no digamos bares. Si algo sorprendió a Charlene Nouhaud cuando llegó a Espinosa el pasado día 19 fueron los bares llenos de gente. En su pueblo, de 1.200 habitantes, afirma que no hay ninguno. Con su español nos explica que hay panadería, farmacia, doctor, un pequeño supermercado, correos, mucha ganadería, policía... Pero nada de bares.

Tanto le ha gustado Espinosa que le ha propuesto a su chico buscar una oportunidad en la villa, pero el no saber nada de español hace que resulte imposible que acepte. Charlene, estudiante de Gestión Administrativa, está pasando los días laborables de esta quincena en Mantequería Las Nieves junto a Zuriñe, que sin saber nada de francés se entiende muy bien con ella. Charlene está metiendo albaranes en el programa de ventas, ordenándolos o comprobando que coinciden con las facturas. Ha llegado en una semana difícil para la empresa que dirige Julio Peña, quien pasa un segundo a saludar en medio del estrés y las dificultades que está causando la huelga de transportistas en su empresa. Pese a ello, Charlene está muy contenta y dice que le gusta «la gente, el pueblo y la fiesta» -para ella fiesta es ir a un bar-. Su profesor insiste:«En un pueblo parecido a Espinosa en Francia es impensable tantos bares. Hay uno o ninguno».

Muy habladores. Las diferencias sociales que perciben los jóvenes son muchas. En el instituto Abdoulaye Djogo realiza tareas administrativas, pero también colabora en algunas clases de francés y le van a permitir estar de oyente en otras. Este joven nacido en Logroño, donde vivió hasta los 7 años en que sus padres volvieron a emigrar a Limoges, tiene el mejor español, porque lo habla con su madre. Junto a él la directora del centro, Ariane Maté, explica como le está llamando la atención «nuestra espontaneidad, que hablemos mucho, que nos llamen de tu los alumnos... ese es el contraste que más le sorprende». Y es que en Francia Abdoulaye explica que se levanta la mano para pedir la palabra o se trata de usted y por el apellido al profesor. Su profesor puntualiza que eso no significa que haya menos indisciplina, pero sin duda hay más distancia entre alumno y profesor.

En la Oficina de Turismo apenas hay movimiento. De lunes a viernes, los días que la está atendiendo Juline Pascarel, casi no hay clientela. Pero en el caso de que llegara se ha preparado por escrito como les explicaría un recorrido por Espinosa sobre el mapa, dado que su español aún no llega para expresarse con soltura sin escribirlo antes. A pesar de todo, su profesor destaca la valentía de Juline atendiendo al público y como el programa Erasmus, no solo busca la inmersión lingüística, sino también «mejorar la capacidad de adaptación, la versatilidad ante los problemas o el conocimiento de otras culturas».

En Espinosa reconocen que llaman la atención y los vecinos y jóvenes hablan con ellos, algo muy positivo para los objetivos del programa. A estas alturas de reportaje, media Espinosa y posiblemente la otra media ya sabía que habían llegado los chicos de Limoges. La conexión con la ciudad gala se pretende mantener. Jonathan Traore agradece mucho la colaboración del Ayuntamiento, que ha permitido también tener a Lea Vignaud en la biblioteca y a Louis Lanot, en el espacio coworking, donde ambos han preparado diseños de cartelería para actividades culturales y de ocio, entre otras actividades. Este fin de semana han viajado a Bilbao y Burgos. Ojo Guareña ya lo visitaron el pasado domingo. El próximo sábado partirán. À bientôt.