La nueva política multiplica la anomalía de los no adscritos

H.J.
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Hasta hace unos años era un fenómeno extraordinario pero en las últimas tres legislaturas, y tras la atomización de las sucesivas corporaciones, la fuga de ediles que dejan su partido pero siguen aferrados al cargo se está convirtiendo en un habitual

Ediles que se fueron de su partido pero se aferraron al cargo.

Se presentaron ante la opinión pública como organizaciones más democráticas, participativas y cercanas a la gente. Pero han resultado ser también más caóticas, incapaces de ejercer una mínima disciplina interna y propensas a la salida precipitada de sus militantes y cargos públicos.

Los partidos que han sido el producto de la autodenominada "nueva política", aquella que se presenta en contraposición al clásico bipartidismo, han multiplicado los casos de ruptura de los grupos municipales en las últimas legislaturas y por ende la anomalía de los concejales no adscritos: aquellos que se desvinculan de su partido pero que se quedan con el escaño pese a que nadie les ha votado a título individual.

La semana pasada vivimos vivido el último episodio con el edil de Ciudadanos Julio Rodríguez Vigil, que anunció su marcha de la formación naranja pero no del Ayuntamiento. Su caso abre la veda de la presente legislatura y da continuidad a una tendencia de los dos mandatos anteriores, coincidiendo con el auge de las formaciones minoritarias.

Los precedentes más cercanos son también los más llamativos. En el periodo 2015-2019 llegó a haber hasta cinco corporativos sin partido político sentados en el salón de plenos. Entre ellos, el récord de resistencia lo batió Silvia Álvarez de Eulate, que se presentaba en las listas de Ciudadanos. Antes incluso de tomar posesión, y en protesta por la intención de su portavoz Gloria Bañeres de votarse a sí misma como alcaldable, Eulate rompió con los naranjas, provocó la irrelevancia de su partido a la hora de gobernar la ciudad y se pasó los cuatro años asistiendo a comisiones en su propio nombre. Cobrándolas, por supuesto.

Cuando aún no había transcurrido un año de la legislatura, el hasta entonces presidente del IMC, Fernando Gómez, fue cesado en todas sus funciones tras la polémica por las dietas de sus viajes. Acorralado por la oposición, acabó perdiendo el apoyo de sus compañeros, el alcalde lo dejó caer, terminó por abandonar el equipo de Gobierno y el grupo municipal del PP pero no dejó su escaño.

Se unió a Eulate en esa extraña situación de quienes han dejado de tener el soporte democrático de haber sido elegidos dentro de una lista pero que tienen incluso la capacidad de decidir asuntos tan importantes como el presupuesto, la política fiscal o la normativa urbanística

Un destrozo en imagina. Muy avanzado el mandato, las fricciones internas en Imagina Burgos acabaron también con su descomposición por fases. Aquella coalición, que había dado la campanada obteniendo 6 concejales a partir de una amalgama de movimientos de izquierdas que estaban en la cresta de la ola tras el fenómeno del 15-M, terminó con la mitad de ediles. Su cabeza de lista, Raúl Salinero, era el único que tenía experiencia municipal tras haber defendido en solitario durante los cuatro años anteriores las siglas de Izquierda Unida. Primero fue líder indiscutible de Imagina, pero después empezó a alejarse del funcionamiento asambleario y terminó marchándose junto a la concejala Blanca Guinea.

Ambos se pasaron a Podemos y empezaron a dar ruedas de prensa con la marca estatal tras ellos, pero nunca pudieron decir oficialmente que eran concejales del partido morado porque no se habían presentado como tales.

El tercer concejal de Imagina que se marchó fue Marco Antonio Manjón, pero este último no fue a Podemos sino que creó otro partido político, Vecinos de Burgos, con el que intentó sin éxito volver a salir en los comicios de 2019.

Remontándonos unos cuantos años atrás, el precedente más recordado de estas mudanzas al Grupo Mixto fue el de José Manuel Nuño, que en 1999 formó parte de la candidatura de APBI pero enseguida rompió con el excéntrico Álvaro Baeza. Su voto llegó a ser clave ante la situación de minoría en la que se encontraba el alcalde Olivares y aquello advirtió a toda la ciudad que un hombre o una mujer solos, sin ningún respaldo organizativo, pueden decantar los designios de su Ayuntamiento.