A Iago Rodríguez no le asustan los extremos. Tampoco los centros de poder ni la política, a la que no descarta dedicarse en un futuro si la idea de una oposición no termina de cuajar. Mientras, completa su formación con el conocimiento práctico de todos los engranajes de la administración, de arriba abajo y sin salir de Burgos. En su carrera universitaria ha trabajado ya en el antiguo Banco de España, hoy Subdelegación del Gobierno, y en un remoto ayuntamiento, más cerca de La Rioja que de su provincia natal (nació en Marmellar de Arriba), donde ha vivido hasta una moción de censura.
«No sabía de esta situación especial», confiesa este estudiante del grado de Ciencia Política y Gestión Pública de la Universidad de Burgos, sentado en un banco frente al Ayuntamiento. No cambiaría su elección. «Hay gente muy maja con un carácter muy marcado. Aunque, al final, son unos buenazos», recalca sin acritud pese a que le han bautizado como el Becario o el Secretarín. El enfrentamiento entre el ya exalcalde y el secretario municipal, que durante meses solo apareció para los plenos, ha dado a Iago «más trabajo que de lo que esperaba», confiesa. Y también más variado, porque no se ha limitado a las montañas de papeles que acumula el administrativo del Huerta de Arriba. Controlar cómo van las repoblaciones de pinos, acompañar a grupos de scouts a Hoyocarzo (un paraje camino de Neila), atender a los mayores que acuden al ayuntamiento porque no entienden recibos o trámites... «Lo normal de un pueblo pequeño, al final el ayuntamiento es un punto de encuentro para todos», donde se ha sentido «genial», afirma para lamentar que algunos «planes interesantes» se vayan a quedar sin ejecutar porque el cambio de gobierno -el PCAS-TC se ha hecho con la Alcaldía tras desbancar al PP- no va a permitir llegar a tiempo.
No solo los erasmus que acuden a Italia tienen problemas para encontrar alojamiento. La España Vaciada es también un desierto para el mercado de alquiler. En el edificio contiguo al Ayuntamiento cuelga un cartel inmobiliario, pero de venta. Cuando el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico le concedió la beca Campus Rural, Iago se encontraba de vacaciones en el extranjero y pronto empezó a ver que lo más difícil no iba a ser conseguir las prácticas, puesto que la ayuda está condicionada. «Te obligan a estar a un máximo de 20 kilómetros del puesto. Es una medida que está muy bien en pueblos grandes o medianos pero eso aquí es casi literalmente la nada», exclama Iago, pese a sentirse afortunado de que en Huerta al menos hay dos tiendas, dos bares y una panadería.
Puso un mensaje en Facebook y rápidamente los vecinos de la zona y los concejales del Ayuntamiento se movilizaron. Por fin encontró alojamiento en Quintanilla de Urrilla, a 10 kilómetros de Huerta.Un pueblo muy tranquilo en el que «tampoco hay mucho que hacer por las tardes, salvo darse paseos hasta Vallejimeno, porque no hay internet», asume. Al menos, ha cumplido su objetivo de conocer la Sierra más allá de las Lagunas de Neila y de Pineda, y también, por qué no decirlo, ha disfrutado de algunas de sus mejores verbenas.
Iago ha tenido contacto con otros estudiantes de las 12 becas Campus Rural en Burgos, 6 de letras y 6 de ciencias, y la satisfacción ha sido generalizada, no solo por la dotación económica.«Al final es una oportunidad que no se tiene todas las veces, porque la beca te da libertad a medio arraigarte a la zona y poder hacer vida, no estar yendo y viniendo a Burgos todos los días», apunta. «En un ayuntamiento grande no vas a tratar tantos temas, en los pueblos pequeños hay más capacidad de aprender de más cosas, es más una carrera de fondo y te ayuda a saber lo que quieres, o al menos lo que no quieres», recalca mientras piensa en aplicar esta experiencia al Trabajo de Fin de Grado que afronta ahora.