El Pájaro baja la persiana

F. TRESPADERNE
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Parada obligada en Villafranca Montes de Oca para miles de camioneros, peregrinos, cazadores y conductores, este referente de la hostelería de la N-120 cierra por la jubilación de Ricardo Oca y la falta de relevo generacional

Ricardo Oca espera que llegue alguien con ganas e ilusión para reabrir El Pájaro. - Foto: Patricia González

Tras más de medio siglo al frente del negocio familiar, por él han pasado tres generaciones, Ricardo Oca ha decidido bajar definitivamente la persiana del conocido bar-restaurante y hotel ElPájaro, en Villafranca Montes de Oca, un lugar de paso y siempre de encuentro para camioneros, peregrinos, cazadores y conductores que circulan por la carretera N-120, que durante décadas han tenido en este establecimiento su punto de referencia para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas con sus platos de comida casera tradicional, en la que nunca faltaban los platos de caza, y sus bocadillos de jamón, «que curamos nosotros mismos», asegura.

Ricardo es el último tabernero de la saga familiar al frente del negocio y también el encargado de bajar la persiana, una decisión que le ha costado tomar, lo hace con 74 años, «pero ninguno de mis hijos ha querido seguir y ya era hora de descansar», señala con la tristeza que supone dejar detrás toda una vida y a cientos de amigos, que es como considera a buena parte de sus clientes, «algunos son ya como de la familia», apunta.

El sueño de El Pájaro empezó hace 74 años, «toda una vida llena de sudor, mucho esfuerzo y, sobre todo, de muchas alegrías, demasiadas risas y muchas aventuras», recuerda Ricardo con un folio en la mano, el que colgó en el establecimiento para despedirse de sus vecinos, amigos y clientes, «a los que hemos visto crecer y llegar con nuevas generaciones». En la hora de la despedida, a todos ellos, Ricardo les pidió que «nunca se olviden de El Pájaro, el jamón y el chorizo caseros, las raciones contundentes, las partidas de mus a las siete de la tarde o de los almuerzos largos de los sábados», compartidos entre los muros de un establecimiento que guardan cientos de historias, como la propia de Ricardo, un hombre inquieto desde joven, trabajador y con un don especial para estar detrás de la barra.

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