Francisco Soldevila no es un fotógrafo secreto.Tampoco desconocido. Quizás su nombre, hoy, no resulte familiar, porque aunque nació, residió y trabajó en Burgos, donde dejó huella, en los albores de la década de los setenta del pasado siglo cambió la ciudad del Arlanzón por Castellón, donde vivió hasta su fallecimiento, acaecido en 2001. Gran aficionado y apasionado de la fotografía, llegó a ejercer como fotógrafo profesional de los que en la época se denominaban 'sin galería', esto es, sin estudio ni tienda.Suyas son muchas fotografías que ilustraron programas de fiestas de Burgos, o libros publicados por la editorial Hijos de Santiago Rodríguez, o calendarios para las Cajas de Ahorros de Burgos, así como pósters y carteles del Ministerio de Información y Turismo o imágenes de las expediciones del grupo espeleológico Edelweiss a las cuevas de Atapuerca y de Ojo Guareña, entre otras. Pero, también, hizo miles de fotos de monumentos de la provincia, y de la ciudad de Burgos, de sus gentes, de sus tradiciones. Puro costumbrismo.

Hay en la mirada de Soldevila un punto audaz, moderno, que se aleja un tanto de los cánones arquetípicos del momento. Sus fotografías de las décadas de los años 50, 60 y primeros 70 así lo atestiguan. "Nuestro padre era un enamorado de la fotografía. Y de la Catedral", subrayan sus hijos, que atesoran un fondo de 6.000 imágenes, nada menos. Belén, Eduardo, Daniel y Fernando recuerdan a su padre siempre pegado a una cámara de fotos, y evocan con nitidez que la sesión constitutiva de la Agrupación Fotográfica Burgalesa se hizo en su casa familiar de la calle Madrid. También que el origen de la gran admiración que sintió siempre Francisco Soldevila por el primer templo metropolitano se debe a que uno de sus abuelos había sido sacristán de la seo e inquilino de la casa adosada a la basílica.

La familia Soldevila conservó siempre los negativos, placas y diapositivas que su padre guardó de Burgos, y ha sido en los últimos tiempos cuando los han ido reuniendo y ordenando. Descubrieron, así, que había más material del que pensaban. Y que este material era muy interesante. Todo ello relacionado, claro, con la ciudad de Burgos ysu provincia. Casi todo el material corresponde al periodo que va desde finales de los años 50 hasta comienzos de la década de los 70. No en vano, fue en 1973 cuando los Soldevila se trasladaron a vivir a Castellón. El periodista e historiador burgalés Miguel Moreno, amigo de la familia, les sugirió la posibilidad de que ese fondo recalara en alguna institución.

Los Soldevila vieron con buenos ojos la recomendación, conscientes de que si no hacían algo así se corría el riesgo de que semejante legado terminara cayendo en el olvido. "Para nosotros sería dramático que se perdiera, que terminara desapareciendo. El hecho de que una institución como la Diputación reciba este fondo es una garantía", subrayan los hijos del fotógrafo burgalés.

La Diputación ha acogido con agrado la propuesta de la familia Soldevila, y aunque aún no se ha hecho efectiva la donación, el trámite se ejecutará en breve, según han confirmado fuentes de la institución provincial. Defienden los Soldevila que su padre fue conocido y reconocido durante los años en los que vivió en Burgos. La hemeroteca de este periódico lo confirma: hay noticias como una exposición sobre el Camino de Santiago titulada 'Burgos Jacobeo', en colaboración con otro fotógrafo, José María Lozano, del año 1965; de algún galardón recibido por su trabajo fotográfico, como el que obtuvo a la mejor colección de diapositivas en color en un certamen convocado por la Comisión Provincial de Turismo del año 1968; y, en 1971, el anuncio de que la Asociación de Fomento de Turismo iba a editar diez mil carteles de la Catedral de Burgos con fotografías de Francisco Soldevila.

Reconocimiento. Que este fondo se conserve y se dé a conocer constituirá también un acto de justicia para con Francisco Soldevila, autor de fotografías tan icónicas como la estampa de Frías que aparece en este reportaje y que decoró las paredes de miles de casas durante años. Y como esa, otras tantas. Memoria y reconocimiento para Francisco Soldevila.