Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


La España del 14-F

07/02/2022

Cuando, algún día, encontremos el tiempo y el sosiego suficientes para mirar atrás y darnos cuenta de lo que nos ha pasado en los últimos dos años, comprobaremos que, por ejemplo, Madrid se ha convertido en una super megalópolis política (y económica, claro), y no solo por el 'efecto Díaz Ayuso'. Y que, paralelamente, el resto de España ha tratado de ir recuperando/adquiriendo parcelas de poder, influencia y riqueza perdidas o nunca adquiridas. Es uno de los temas de fondo empecinadamente ocultos tras, por ejemplo, la campaña electoral en Castilla y León, que llega a su recta final.

Muchas sedes sociales, centros neurálgicos de inteligencia, las instituciones, residen en un Madrid que a veces se ve con los ojos del resto de España como foco de maniobras orquestales en la oscuridad, lo que, visto lo ocurrido el pasado jueves en el Congreso de los Diputados, nada me extraña. Pero ese mismo fenómeno de Madrid como rompeolas de las Españas nos lleva a preguntarnos qué ocurre en el resto de los territorios, ahora hablo de Navarra, o de Murcia, o de la propia Castilla y León, para que toda la tormenta vaya a estallar precisamente en las instituciones radicadas en la capital.

¿Qué sucede en la política navarra para que haya sido posible el escándalo ocurrido en el seno de la UPN tras una simple cena en Pamplona de su principal responsable con un alto cargo del PSOE, navarro, claro, para más señas? ¿Por qué una maniobra, dictada desde Madrid al presidente de la Junta de Castilla y León para que forzase un adelanto de las elecciones, provocó un cambio de rumbo en Ciudadanos a la hora de apoyar la reforma laboral del Gobierno? ¿Qué sucedió en determinado despacho madrileño para poner en marcha la desastrosa moción de censura en Murcia, que por cierto, precipitó las importantes elecciones autonómicas en Madrid?

Podríamos ampliar las preguntas inquietantes: así ¿son los despachos madrileños los que fraguan los complots 'en provincias'? Y entonces entendemos la batalla por el contrapoder en Cataluña, el alejamiento evidente del País Vasco, el aislamiento fructífero en Galicia, los difíciles equilibrios en Andalucía, las 'soluciones ocurrentes' en Valencia... Hoy, para estar bien informado, hay que leer con interés creciente la 'prensa regional', que, por cierto, tan heroica actitud ha mantenido durante el confinamiento, saliendo a la calle con los quioscos y los bares cerrados. Porque la política 'sucia' se sigue haciendo en y desde Madrid, parece, pero hay un afán regeneracionista en el resto de España, e incluyo a Cataluña, que es preciso observar con atención, y claro que no me refiero solo, ni siquiera principalmente, a la 'movida' de la España vacía(da).

Se hace preciso un esfuerzo reequilibrador. Descentralizar España no es apenas, aunque también, modificar la Administración periférica, retocar algunos aspectos de la Constitución --incluyendo la normativa electoral--, ni instalar fuera de Madrid edificios institucionales, comenzando por el inoperante Senado. Es mucho más: es repensar la España de las autonomías en un sentido más imaginativo y generoso, redistribuir impuestos, riqueza y fondos europeos con un criterio, de verdad, de cogobernanza, que es 'palabro' al que incluso le hemos restado su mejor significado de tanto usarlo en vano. Siento mucho que ningún candidato castellano-leonés, empeñados todos en fotografiarse con vacas y ovejas siguiendo el 'diktat' de un ministro que no debería serlo, haya elevado su mirada durante la campaña electoral lo suficiente como para, al menos, apuntar hacia esta necesidad descentralizadora, equilibradora. No mires arriba. No hables de un plan nacional para repensar el país desde las autonomías, que eso es cosa 'de Madrid'.

La Moncloa no puede ser la sala de operaciones única, hermética, opaca, desde la que se dirija la nave. Ni Génova su contrapartida en pequeño y, a veces, en algo más torpe. Ni Ferraz puede ser la exclusiva fábrica desde la que se pone en marcha la 'estrategia nacional' electoralista, pese a las evidentes limitaciones de sus ingenieros. Ni el Ejecutivo central el único interlocutor, según para qué, con Bruselas. Creo que algunos 'barones' territoriales, de ambos partidos mayoritarios, están entendiendo ya el mensaje, aunque no sé si están aplicando, algunos de ellos, las estrategias y tácticas más adecuadas.

Hemos tocado el techo de la ignominia política, bordeado los usos antidemocráticos, y la votación --y el absurdo debate-- parlamentarios del pasado jueves, por si hiciera falta, vienen a confirmarlo. El Parlamento, el poder judicial, el Ejecutivo, se han quedado sin su rédito de prestigio. Acaso ya el 14-F, o sea el próximo lunes, cuando ya estemos libres de confrontaciones electorales, sería un buen momento para pensar en iniciar una política diferente. Muy diferente. Ya sé que es una utopía, pero eso, escalar de cuando en cuando hacia lo deseablemente utópico, es el pago principal que recibimos los columnistas que sentimos, y creo que somos muchos, como sin duda le ocurre a usted mismo, el dolor por la deriva de la nación.