Cien años, el mismo acoso

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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En el verano de 1922 este periódico se hizo eco de la «manía» que había adoptado un grupo de muchachos de pinchar con un alfiler «a las niñas que por la noche pasean por el Espolón»

El templete del Espolón en los años 20, cuando se produjo el suceso de los pinchazos con alfileres. - Foto: Archivo Municipal

El verano del 2022 pasará a la historia no solo por ser el de los voraces incendios que se comieron buena parte del territorio, sino por haberse convertido en el escenario en el que se abrió un nuevo frente por el que las jóvenes no pueden disfrutar tranquilamente de las fiestas. Desde hace aproximadamente un mes se han contabilizado en todo el país 50 denuncias de otras tantas chicas que han recibido pinchazos tanto en fiestas de pueblos y ciudades como en eventos musicales, unas agresiones de las que no se conoce ni la autoría ni los objetivos. Solo se sabe que las mujeres han descubierto que tienen una razón más por la que preocuparse cuando salen a divertirse.  Ellas, igual que lo fueron las chicas de anteriores generaciones, son muy conscientes de que no deben ir solas por la noche -se les inocula en vena desde la adolescencia el miedo a que algún chico/hombre les haga algo- y se organizan entre las amigas para saber dónde y cómo están en todo momento. Ahora, además, tienen que estar pendientes de que nadie les eche ninguna sustancia en la copa y de pedir ayuda médica en cuanto noten un pinchazo, una situación inverosímil en un contexto de fiesta.  

De momento solo hay preguntas. No ha trascendido que las 'pinchadas' hayan sido víctimas de ningún otro delito después de sentir el aguijón, las analíticas tampoco han revelado -que se sepa- la inoculación de ninguna sustancia (salvo en el caso de una niña de 13 años que resultó tener MDMA tras ser agredida) y sanitarios de diferentes especialidades han comentado en los medios de comunicación que en los pocos segundos en los que se recibe el pinchazo no hay tiempo como para que la droga entre en el organismo, pero el miedo sigue en las chicas y en sus familias. 

Lo que sí ha recordado tanto personal médico como enfermeras es que existe un riesgo cierto de que con esos pinchazos realizados con objetos desconocidos se puedan transmitir infecciones y que incluso se puedan producir heridas. El Consejo General de Enfermería ha ido más allá:  ha puesto en alerta a a los colegios provinciales de toda España sobre los problemas que pueden acarrear estos pinchazos y ha instado al Gobierno a endurecer las penas a los agresores y a crear acciones de vigilancia y prevención específicas.  «Nos encontramos ante una situación que como profesionales de la salud nos produce absoluto terror. Es inconcebible que se estén produciendo este tipo de prácticas, ya sea para llevar a cabo un abuso posterior o simplemente para asustar a las mujeres», afirmó su presidente Florentino Pérez Raya.

Hasta aquí el relato de lo que conocemos de lo sucedido a nivel nacional porque -hasta el momento- no se ha producido ninguna denuncia de pinchazos en locales, fiestas o festivales de Burgos. Sí los hubo hace cien años. Este periódico publicó el 31 de julio de 1922 la siguiente noticia: «Hay unos cuantos muchachos que han dado en la manía de llevar alfileres para con ellos pinchar a las niñas que por la noche pasean en el Espolón. Anoche, una de ellas sufrió un fuerte pinchazo en un brazo y estuvo a punto de sufrir un desmayo a causa del dolor. Sería muy conveniente que la autoridad ponga coto a tales ineducados que tan mal ponen el nombre de Burgos». Y parece que aquel coto solicitado se puso ya que no volvió a aparecer ninguna información al respecto. Un siglo de por medio e idéntica estructura de acoso: ellos agreden y ellas sufren.