Diez años de un sueño

ARSENIO BESGA
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El Mirandés entró en las semifinales de la Copa del Rey por primera vez hace justo una década

Pablo Infante celebrando con los aficionados la victoria frente al Espanyol en la vuelta de cuartos de final. - Foto: Jesús J. Matías

Un frío martes de enero de 2012 la ilusión y el júbilo calentaron Anduva como nunca había ocurrido. El Mirandés venció en la vuelta de los cuartos de final al Espanyol de Pochettino y se clasificó para disputar las semifinales de la Copa. Los gritos por el gol de Caneda en el minuto 93 aún resuenan en los oídos de los jabatos. El 24 de enero de 2012 sigue presente en Miranda.

Carlos Pouso dirigía a los rojillos en aquellos tiempos. Con sus indicaciones, la generación de Pablo Infante e Iván Agustín dominó la Segunda División B. El fútbol vertical planteado por la armada jabata le sirvió para mantenerse primero durante casi toda la temporada.

El esfuerzo tuvo su recompensa y el Mirandés ascendió a Segunda División. Ahora bien, al margen del hito conseguido por el conjunto jabato en la competición regular, el verdadero sueño llegó con la Copa. En 2012 el club de Miranda se ganó a pulso el título de 'matagigantes'.

El primer paso para lograr su hazaña fue vencer al Amorebieta por cero a uno. Después, la Balompédica Linense sufrió el colmillo jabato y cayó por un contundente 3-1. De esa manera, el club rojillo se plantó en la tercera ronda, donde barrió al Logroñés. De nuevo, los de Pouso endosaron un 1-3 a su rival, esta vez a domicilio.

La cuesta comenzó a acentuarse con el emparejamiento de dieciseisavos. El azar quiso que el submarino amarillo se enfrentara al Mirandés. En el partido de ida, los rojillos aguantaron el vendaval y consiguieron empatar a uno. En la vuelta, aun estando lejos de casa, los jabatos vencieron por 0-2 al Villarreal.

El fútbol de Primera División pareció cogerle el gusto a visitar Anduva. Cuando el sorteo anunció que el Racing de Santander se disputaría las semifinales con el Mirandés, muy pocos confiaron en Pouso y sus pupilos. Eso sí, los rojillos demostraron una fiabilidad difícil de igualar. Tres goles a uno fue el parcial de la eliminatoria, con lo que el 'matagigantes' no frenó su recorrido en la competición.

Después de aquel momento, los seguidores rojillos empezaron a experimentar el verdadero estrés. Los cuartos de final contra el Espanyol resultaron quizá los partidos más emocionantes que recuerda Miranda. El equipo de Pouso estuvo al filo del abismo y todo hacía indicar que el sueño había terminado. El 3-2 de la ida en Barcelona anticipaba una vuelta dura, en la que se necesitaría el mayor esfuerzo posible. Los rojillos no defraudaron. Durante el partido celebrado en Anduva, ambos conjuntos se mantuvieron precavidos, tratando de cubrir su espalda y no arriesgar. Sin embargo, el gol de Rui Fonte nada más comenzar la segunda mitad desestabilizó el choque.

Diez minutos más tarde, el pichichi de la Copa, Pablo Infante, igualó la contienda. No obstante, el contador siguió corriendo y los locales no conseguían perforar de nuevo la meta perica. Hasta que apareció Caneda.

El segundero ya indicaba los últimos compases del descuento. Pablo Infante colocó la pelota con mimo sobre el césped del municipal. Caneda confió en el buen pie del extremo, y el resto es historia. El central, saltando en plancha, peinó el balón centrado por el capitán para introducirlo en la red. El estadio estalló de alegría.

Las gradas de Anduva comenzaron a botar al unísono, como si de un solo cuerpo se tratara. Cuando el colegiado indicó el final del partido, nadie se lo pensó. Los seguidores del Mirandés saltaron al césped para celebrar con sus jugadores el histórico hito que acababan de lograr. 

El sueño se había materializado. Al principio de la temporada, la Copa se alzaba como un mero premio, un espacio en el que disfrutar sin expectativa ninguna. Al final del curso, fue el acontecimiento que mayor regocijo ha traido a la hinchada rojilla. El Athletic Club de Llorente y Bielsa rompió el idilio del Mirandés con la competición en semifinales, pero poco importaba. La hazaña jamás se olvidaría. De hecho, diez años más tarde sigue en la mente de los mirandeses.