Hace unos días leí, en este periódico, que el 67% de los pacientes de Rayos 'se pierde' en el Hospital Universitario de Burgos y vengo a corroborar que esto, de verdad, ocurre.

La última vez que visité el HUBU, precisamente el área de Rayos, abandoné las instalaciones pensando en si alguna vez había salido de ese edificio con buen humor. Creo que no. Aunque las noticias fueran buenas. Y es que ríete tú de la más rebuscada scape room si la comparas con el Hospital de Burgos. Pasillos eternos dignos de la más tenebrosa pesadilla infantil, puertas que no se abren, otras sin salida, muchas prohibidas, salas gigantes completamente vacías y ascensores que no llegan hasta la planta a la que necesitas ir. He visto jugadores que no han superado, por sí solos, ni la primera fase del juego y han necesitado ayuda hasta para atravesar las puertas correderas de la entrada. Menos mal que esto no es El juego del calamar. 

No puedo hablarles de las escaleras porque no me he atrevido a usarlas. Si ya es difícil alcanzar el objetivo mediante máquinas conectadas, no me quiero ni imaginar con la libertad de ir a pata. Estoy segura de que más de uno ha pasado la noche en el hospital intentando huir del lugar y no hablo de enfermos ni sanitarios con horarios eternos.

La accesibilidad es, sin duda, una de las tareas pendientes del HUBU. O una de ellas, al menos. También la menos grave, todo hay que decirlo, aunque no podemos negar que cabrea. Porque lo que menos necesita un paciente, en un momento como ese, es la frialdad de un edificio enorme en el que cualquiera se pierde. A ver si, al final, los retrasos en las consultas van a ser cosa nuestra, que llegamos 30 minutos tarde porque no sabemos ni dónde estamos.