El negro recuerdo de Huerta de Rey en 1918

R.P.B.
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Un fuego se inició en una vivienda y el viento propagó las llamas por todo el caserío. 270 edificios quedaron destruidos. Sólo 70 aguantaron. Fallecieron dos personas calcinadas

La desolación, palpable en los rostros de los vecinos de Huerta de Rey. - Foto: Fondo Vadillo. Archivo Municipal de Burgos

En la memoria de muchos burgaleses conocedores de la historia de la provincia estaba ayer, cuando se supo que ya ardían casas en Santo Domingo de Silos, el pavoroso incendio que en 1918 redujo a escombros y ceniza casi el 80 por ciento del caserío de Huerta de Rey.La catástrofe, acaecida en el 27 de febrero, se cobró, además, dos víctimas mortales.El incendio se inició en una casa, pero un viento huracanado propagó las llamas a la velocidad del rayo, arrasando prácticamente todo el pueblo.En pocos minutos, las lenguas de fuego saltaron de casa en casa, siendo las maderas de los tejados un acelerante brutal. 

Los habitantes del pueblo asistieron con impotencia a la gran tragedia y todo su esfuerzo por apagar el fuego fue infructuoso porque ni tenían medios ni hubo posibilidad alguna de frenar aquel infierno. En cuestión de horas, Huerta de Rey se convirtió en una hoguera. Hasta 270 edificaciones se vieron afectadas por el virulento incendio: la mayor parte de ellas se fueron desmoronando hasta quedarse en ruinas. Edificios nobles como la Casa Consistorial o las escuelas quedaron reducidos a cenizas. También hubo daños personales: una mujer de 70 años apareció calcinada entre los restos de su casa después de que se lograra extinguir el fuego: probablemente el fuego la sorprendiera cuando ya era demasiado tarde para reaccionar. Otra, que se hallaba enferma en cama e imposibilitada para moverse, también falleció a pesar de que algunos vecinos consiguieron sacarla con vida de su casa. 

De nada sirvió que a la llamada de auxilio vecinos de toda la comarca se trasladaran a Huerta para ayudar en las labores de extinción del fuego, y eso que no fueron pocos: según las crónicas de la época, más de 6.000 personas procedentes de localidades como Araúzo de Miel, Peñalba de Castro, Hinojar del Rey o Quintanarraya se esforzaron en esas tareas, que al cabo resultaron vanas. Las autoridades de la capital fueron avisadas con urgencia. La descripción de lo que se encontraron cuando llegaron a la villa huertana fue elocuente. Así lo recogió este periódico en una de sus crónicas: «Cuando llegamos, aquello no era un pueblo sino un enorme montón de humeantes ruinas en las que se consumían los últimos restos de edificaciones.De éstas no quedaban ya ni las paredes. Hubo casa de piedra, toda ella magnífica, en la plaza, que desapareció por completo.Viviendas, dinero, ropa, muebles, ganados, víveres... Todo ha desaparecido». 

Los vecinos de Huerta de Rey quedaron consternados y conmocionados, rotas sus vidas. Parecían autómatas cuando recorrían las calles del pueblo, cuando accedían a lo que un día habían sido sus hogares. El incendio fue declarado 'catástrofe nacional' y se dieron toda clase de facilidades para que los vecinos pudieran reconstruir cuanto antes sus hogares. Del caserío de Huerta apenas quedaron 70 edificaciones sanas y salvas. Los hechos fueron recogidos en todos los periódicos del país, que destacaron al lugar de los hechos a fotógrafos y redactores. A lo largo y ancho del país se abrieron suscripciones populares para recaudar dinero para los damnificados. Por fortuna, las ayudas llegaron con prontitud. Sin embargo, Huerta de Rey tardó muchos años en recuperarse de la tragedia. Aunque todos se afanaron por olvidarlo, por superar aquel susto terrible, nada volvió a ser lo mismo.