Increíble pero muy cierto

H.J.
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Un repaso en imágenes a las mejoras que conlleva la retirada de las vías permite valorar en su justa medida la aportación del llamado 'eje cívico', tan criticado por su diseño o su coste

No se puede girar a la izquierda en sus cruces, a veces resulta poco fluido para la circulación y su ejecución resultó demasiado cara para los estándares habituales de las regeneraciones urbanas. El que los suizos bautizaron como ‘eje cívico’ ha sido objeto de recelo desde su nacimiento, algo a lo que contribuyó decisivamente el pesimismo y la prudencia castellanas, pero un repaso a las imágenes que ofrecía la capital burgalesa cuando aún estaba partida por la mitad debería rendir al más crítico ante la evidencia.

Resulta increíble, pero era cierto, que semejante herida urbana mantuviera partida por la mitad a la capital durante casi un siglo y medio. Las vías del tren, sus humos, su suciedad, su tendencia a convertirse en un vertedero urbano, su muro divisor de los vecinos de la zona sur han dado paso a una avenida amplia, pensada, original y de calidad.

La nueva estación está lejos, sí, pero el tiempo ha demostrado en muchas otras ciudades (véase Valladolid) que un hipotético soterramiento tendría muchas papeletas de seguir aparcado en los cajones de la administración.

El paisaje es muy distinto. Mucho mejor. Nadie firmaría volver al Burgos anterior pese a los factores negativos que ha tenido perder la centralidad del transporte en ferrocarril. Por no hablar de las vidas que sesgó, que también dejan su rastro en la hemeroteca y que por suerte ya no habrá que lamentar nunca más en el corazón de la ciudad.

Si vivían en Burgos entre 1860 (año de la llegada del ferrocaril) y 2010 (comienzo de las obras del bulevar) intenten recordar las horas que esperaron para cruzar ante la barrera o las veces que lamentaron cómo podía seguir así aquello. Y piensen si el cambio ha merecido la pena.