Juan Ángel Gozalo

Plaza Mayor

Juan Ángel Gozalo


No puedo prometer y prometo...

06/02/2022

«Puedo prometer y prometo» fue la famosa anáfora ligada, indefectiblemente, al nombre del recordado Adolfo Suárez, piloto de la Transición y por entonces candidato a la presidencia del Gobierno de España... El político abulense, de probada solvencia como estadista y muñidor de consensos y pactos, cumplió casi todo lo que prometió y le dejaron cumplir, pero mucho me temo que ni Alfonso Fernández Mañueco (PP) ni Luis Tudanca (PSOE), los dos candidatos con más posibilidades de ocupar la Presidencia de la Junta, sean de esa misma pasta y que, además, antepongan como predican los intereses de Castilla y León y de sus nueve provincias a los ideológicos, partidarios y personales. 

Los dos, seguros de su triunfo, se han lanzado como caballos desbocados a prometer en plazas, auditorios y mercados de ciudades y pueblos mil y una inversiones, gastos, contrataciones, ayudas, subvenciones, subsidios, bonos, rentas, cheques... en una suerte de orgía del gasto para alegrar oídos y engrasar urnas. Bien parece, a tenor de lo comprometido y las cifras empeñadas, que el dinero público cae del cielo o crece sobre la tierra. Saben además que muchas de esos compromisos mitineros, cuando toque gobernar -o pactar- se quedarán en agua de borrajas o aparcados sine die en algún profundo cajón del colegio de La Asunción, pero ellos siguen a lo suyo. 

En este ensordecedor y embaucador zoco en el que se han convertido, una vez más, las elecciones autonómicas no hay razón, peso ni medida. Saben que tiran con pólvora ajena y no se cortan un pelo en lanzar señuelos y anzuelos. No importa que Castilla y León acabe endeudada hasta las cejas o que, al final, la presión fiscal sobre la ciudadanía sea asfixiante. De Madrid, poco o nada se puede esperar con Sánchez pagando elevadas parias a belicosas taifas y el maná de Bruselas es finito, hay que pagarlo y no da para todo. Sin embargo, los candidatos prometen el oro y el moro a sabiendas de que buena parte los ofrecimientos tienen como armazón solo arengas en tarimas mitineras.

En un momento como el actual, en el que apenas quedan referentes capaces de sortear el desprestigio que tizna a la clase política -incluida la nueva casta- por su sistemático incumplimiento de promesas y programas electorales, se echa de menos gobernantes que prometan cuando efectivamente puedan prometer y que cumplan cuando deben cumplir sin trampa ni cartón. Las citas con las urnas no pueden convertirse en tómbolas de feria ni en campañas publicitarias del chocolate del loro. Son algo más serio y grave que todo eso.