Viaje a través del tiempo

J.Á.G.
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Sasamón, situado en una pequeña loma de la comarca del Odra, está a casi 35 kilómetros de Burgos por la autovía Camino de Santiago, con salida en Olmillos (135). De Villadiego dista apenas 12 kilómetros y 18 de Castrojeriz.

Iglesia de Santa María La Real - Foto: Valdivielso

Sasamón sigue siendo esa villa tranquila del Brullés, pero por sus calles, puentes y calzadas -hasta nueve convergían en la romanizada Segisama Julia- uno espera, de un momento a otro, ver a Octavio Augusto al frente de sus legiones para reducir a los belicosos cántabros asentados en la Peña Amaya. No hay que preocuparse. Convertido en estatua de piedra, cincelada por la mano maestra de Salaguti, el hispano emperador sigue inerte y hierático, viendo el acontecer diario, esperando en estos tiempos de nueva normalidad a esos visitantes que animen sus calles. El coronavirus sigue ahí, sí, pero también esas gentes de carne y hueso, acogedoras y hospitalarias, deseosas de dar su bienvenida.

Este municipio, bajo cuyo suelo dormitan miles de años, no necesitan disculpa para una escapada de fin de semana o, si se tercia, una estancia más larga porque atractivos tiene muchos entre esas piedras milenarias, pero también en un entorno privilegiado, al que se suman sus pedanías. Olmillos, con un potente castillo convertido en complejo hostelero, así como Villasidro, Citores del Páramo, Villandiego, Yudego y Castrillo de Murcia, pero estos pueblos se quedan en el tintero para mejor ocasión. No hay que olvidar además que Sasamón está en ese 'universo' de turismo interactivo y familiar que conforman las cuatro villas de Amaya, en el que suman como destinos la propia Amaya, Castrojeriz, Villadiego y Melgar.

Un somero paño de muramen almenado y una puerta, únicos vestigios visibles de la fortificación medieval, dan la bienvenida y abren, por la calle Caballeros -los templarios también campearon y oraron por estos lares- el paseo hacia la Plaza Mayor y a su excolegiata de Santa María. Ha sido rebajada a iglesia parroquial, pero nada más verla se infiere que la que tuvo retuvo. El esplendor de esa antigua 'concatedral' burgalesa -es el tercer templo más grande de la provincia después de la seo burgalesa y la iglesia de Melgar- se nota desde fuera. Sasamón fue en el siglo XI sede episcopal, aunque solo tuvo cuatro prelados.

Las visitas al monumento, que es BIC -igual que la villa-, incluyen la cabecera, la sacristía-museo y ese magnífico claustro que lleva la firma de los Colonia, autores también de esa preciosista portada gótica, hermana de la del Sarmental de la catedral burgalesa. La belleza decorativa de su pantocrático tímpano, rodeado de tetramorfos, no ocultan otros 'adornos' un tanto escabrosos e irreverentes. Tener como guías a Candelas Arija, una de las voluntarias, o al propio párroco, Rafael Casado, es un lujo. La disposición interior de la iglesia resulta extraña, un muro cierra a la altura del arco de comunicación entre las naves -cinco, en total- y la del crucero, que actualmente concentra el culto. La antigua colegiata, pasto de las llamas durante la Guerra de la Independencia, presenta elementos arquitectónicos y escultóricos de un amplio arco cronológico. Aunque el gótico predomina, en distintas zonas del templo se aprecia también evidencias románicas además de una pequeña pila bautismal. La otra, de grandes dimensiones y bellamente decorada, es renacentista. Las esculturas, pinturas, piezas de orfebrería, tapices… que atesora podrían ser suficientes para montar una nueva edición de las Edades del Hombre. La Virgen gótica del retablo de los santos Juanes, el mismo púlpito o el retablo de Santiago -atribuido a Virgany y uno de los más relevantes de España-, la imagen de San Miguel atribuida a Diego de Siloé o las andas para la custodia son algunas de los más destacados atractivos artísticos, pero hay mucho más.

María y mediaevum. Con el declive del peregrinaje por la Vía Aquitania y la pérdida de estatus episcopal sobraban naves para el culto y qué mejor uso que darles un contenido sociocultural. El espacio está hoy ocupado por un atractivo centro de interpretación, que bajo el nombre de Mediaevum gestiona el Ayuntamiento segisamonense. La bella portada de San Miguel, de traza isabelino, se abre ahora para realizar en sus naves un divertido e interactivo viaje por la historia de Sasamón. Desde la vida en ese fortificado castro turmogo de Sekisamos al campamento romano de la Legio IV Macedónica, comandada por César Augusto, hasta la vida en la villa medieval. A través de distintas salas y de la mano de María, un personaje nacido de la imaginación de los creativos del proyecto, se abre un universo de conocimiento y de aventura para pequeños y mayores. También se puede admirar un mosaico original del siglo II o, si se tercia, armarte caballero medieval y saber cuánto pesaba su equipamiento. Oficios, usos y costumbres, de todo se aprende en este dinámico museo.

La salida por el claustro añade también aventura e interés entre restos pétreos, calvarios, sepulcros y laudas. Hay que fijarse en la arquería y las ménsulas que recogen los nervios, cruceros, que muestran una quincena de ángeles, reyes, personajes y algunos seres curiosos o, mejor dicho, diabólicos. Mención especial merece la talla de piedra que representa a Santa María la Real, obra del siglo XIII. Todavía se aprecia en ella restos de la policromía original.

Callejeando. El Ayuntamiento está en la idea de diseñar y dar forma con indicadores y cartelería a una ruta urbana guiada, pero de momento lo mejor, es hacerse con un mapa en la Oficina de Turismo, en la Casa consistorial. En el casco histórico no hay distancia y el orden no altera el producto para disfrutar también de sus rincones y rúas. Cerca de la estatua de César Augusto, cerca de la plaza de Segisama, llama la atención la casa de los Valtierra y su blasonada fachada renacentista. Por la calle de los Caballeros se llega también a la Plaza Mayor, donde sobresale la casa consistorial y sus soportales. En los jardines centrales, destaca la fuente monumental de cuatro caños dedicada a Victorino Simón y Claudia Ciancas, benefactor matrimonio. Santa Teresa se hospedó en la casa solariega de los Villegas, con los que estaba emparentada.

En la calle Amadeo Rilova, el edificio que fuera casa cuartel y hospital de peregrinos de la Orden de los Templarios es hoy un magnífico museo de arte contemporáneo, que lleva el nombre de Ángel Miguel Arce, mecenas y donante de las doscientas obras pictóricas que integran su fondo. Además de la muestra de miniaturas de Néstor Calzada, acoge otras temporales, guardados por los maniquíes de los pretorianos, vestidos con sus coloristas vestimentas de las 'romanadas'. Este verano no habrá recreación histórica, pero sí se hará, palabra de alcalde, algún acto simbólico. El centro está acogido a la red de museos vivos y su acceso está digitalizado y controlado por cámaras.

Tótem espiritual. A las afueras de la villa, por la calle del Humilladero, pegado a la carretera de Villadiego, se sitúa el más potente de los tótem espirituales de Sasamón. Se trata del crucero de la ermita de San Isidro, uno de los mejores de Europa. El santo patrón de los labradores queda, sin duda, ensombrecido por esa cruz renacentista, que en realidad es un árbol de la vida de más de seis metros de altura. En el fuste, profusamente decorado y aún con restos de policromía, se cuenta en formato escultórico los principales pasajes del Antiguo Testamento. Enroscada en el árbol está la serpiente, encarnación del diablo y cincelados en la caliza Adán y Eva, Caín y Abel y debajo Santa Marina. Por arriba emerge un Cristo crucificado y un pelícano alimentando a sus crías con su sangre, símbolo de la Eucaristía… Por detrás, una Asunción y la coronación de la Virgen ponen el colofón y, por debajo, Santa Catalina. Una rejería permite ver la hierática columnata, pero nada mejor que preguntar por José Rilova, que guarda las enormes llaves para abrir una arcaica pero segura cerraja. También hace de cicerone.

De ahí, directos al parque de la Cambija, donde se ubica un singular depósito elevado de origen romano. No hay ya acueducto conectado, pero sí una fuente de agua fresca, pilones, lavaderos. Otra visita inexcusable es, desde luego, el solitario arco de San Miguel, que se levanta a un kilómetro del centro, en la confluencia de la carretera a Sotresgudo, que es cuanto queda de la iglesia románica de Mazarreros, si exceptuamos la portada que luce la excolegiata. No lejos, siguiendo el cauce del Brullés, puede verse el puente medieval de San Miguel, uno de los que tienen vitola romana, aunque el fetén es el de Trisla, muy próximo a la salida hacia Villasidro. Y cuentan más cosas, porque Segisama Julia no ha desparecido, sus vestigios siguen durmiendo bajo la villa y sus campos, también el Museo de Burgos, donde se guardan algunos de sus tesoros más preciados.

 

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir el 4 de junio de 2020