"La transición energética no ha corrido demasiado. Al revés"

H. JIMÉNEZ
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Entrevista con Ignacio Velázquez, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Burgos y Palencia

Ignacio Velázquez es el decano desde finales del año 2019. - Foto: Patricia

Bromea con que, en una familia de abogados, él resultó la "oveja negra" que decidió ser ingeniero. Desde noviembre de 2019 Ignacio Velázquez encabeza un colectivo que agrupa a los profesionales de Burgos y Palencia y que es el único colegio propio de la Comunidad Autónoma junto con el de León, pues las restantes provincias dependen de Madrid. Sucedió al histórico Javier Cobo Valeri y formó una junta directiva más rejuvenecida para afrontar los nuevos retos que afronta la sociedad, pero llegó la pandemia y paralizó en buena medida la actividad social, de formación o de networking que todavía está tratando de recuperarse. Los ingenieros industriales reivindican su papel en la seguridad de la producción industrial como garantía frente a accidentes o mala praxis, y Velázquez, que tiene su propia empresa de ingeniería y es profesor asociado de la UBU, es un entusiasta de la llamada economía circular.

Tenemos una guerra en las fronteras de Europa que está afectando gravemente a la economía. ¿Había logrado superar la empresa burgalesa las consecuencias de la pandemia antes de este nuevo golpe?

La empresa burgalesa tiene componentes muy potentes en la industria agroalimentaria, la del automóvil y los bienes de equipo. La agroalimentaria ha funcionado perfectamente durante la pandemia, han crecido y han trabajado muy bien. La del automóvil se vio afectada por la crisis del gasoil y las dudas en torno al vehículo eléctrico, han sufrido ERTE y ahora la crisis de los componentes les ha vuelto a fastidiar, porque su problema actual no es de demanda sino de oferta. No hay coches disponibles como uno quiere.

¿Cuándo y dónde se ha roto esa cadena?

Con la crisis de los microchips, que venían de Asia. Los problemas en China y otros países de la región derivados de la pandemia han constreñido la cadena de suministros. No hay materiales. Y ahora con la guerra todavía peor. Por ejemplo, una fábrica de Volkswagen ha parado en Alemania porque los cables los traía de Ucrania y ahora necesita nuevos proveedores. Las cadenas de logística se rompen y el automóvil vuelve a tener ERTE, y en el caso de los bienes de equipo que exportaban a Asia, concretamente a Rusia se han parado totalmente. Y aparte las agroalimentarias de repente están sufriendo la falta de aceite de girasol o harinas que venían de Ucrania.

En pocos días nos hemos enterado de muchas cosas que venían de ese país y no lo sabíamos.

Como en su día con la pandemia nos enteramos de que venía todo de China. Ahora sabemos que no somos productores de trigo o de aceite, que nos viene de fuera, o que el gas llega desde Rusia. Nos estamos dando cuenta de que hemos dejado todo en manos de otros. No producimos nada y dependemos del exterior. La Unión Europea se ha colocado en una situación muy débil porque sí que tiene fortaleza económica y produce bienes de equipo que exporta, pero necesita materiales, energía y componentes de alto valor tecnológico que vienen de fuera. Por esto estamos ante un problema gordísimo de estrés de suministros y encarecimiento de precios que no sabemos dónde va a ir.

¿Se nota al menos la tradicional pujanza de Burgos en el emprendimiento, respecto a otras provincias de Castilla y León?

Burgos está a años luz del resto de provincias, industrialmente es una barbaridad al nivel que estamos. Tenemos empresas potentísimas, grandes empresas que están trabajando bien, unos polígonos industriales muy desarrollados, se han hecho inversiones brutales en los últimos años: Kronospan, Skretting, Adisseo, L'Oréal, Campofrío, Carnes Selectas… Todas ellas han apostado por Burgos y estamos funcionado bien, pero hay poco espíritu emprendedor.

¿Incluso estando mejor que las demás?

Sí. A la gente le falta mucha cultura del emprendimiento. Yo doy clase en la Universidad y no encuentro gente que tenga iniciativa, que se atreva a montar una empresa. Tenemos un espíritu castellano que lo hace muy difícil. Está por ejemplo Caja de Burgos que en su nueva sede ha creado un centro de emprendimiento, pero sale poca cosa. Nos cuesta jugárnosla.

Pues cómo estarán en otros sitios…

Bueno, emprendimiento hay allá donde se les inculca desde la escuela. En Cataluña o en Madrid tienen una capacidad de emprendimiento brutal porque los ingenieros que están estudiando ya tienen hasta su propia empresa montada. En Burgos nos cuesta mucho, tiene que ser a base de chispazos de gente que haga las cosas bien, se la juegue y le apoyen económicamente a través de start-up. Por ejemplo, Andrés Hernando, de Hiperbaric, ha sido muy valiente, compró la empresa y está haciendo cosas muy interesantes y tiene una proyección espectacular. El grupo Nicolás Correa está haciendo las cosas muy bien, Asti es otro ejemplo a seguir como una empresa joven. Y también Aciturri o Gonvarri, que llevan muchos años consolidados.

¿Hay alguna receta mágica de futuro, un camino que a día de hoy parezca infalible para el futuro industrial?

Yo siempre les digo a mis alumnos que la principal demanda será resolver el problema energético. Están las renovables pero hay que buscar nuevas fuentes de energía como la fusión nuclear. Creo que el problema energético lo resolveremos en los próximos 30 o 50 años, nos olvidaremos del gas y del carbón. El hombre, cuando quiere algo, lo acaba consiguiendo, pero será a largo plazo. A corto lo que tenemos que seguir haciendo es ahorrar, reutilizar e intentar buscar el autoabastecimiento. Esto junto con la gestión de datos y la automatización es el futuro. Nuestra función es apoyar al mundo en el proceso de transición, para lograr que el planeta sea sostenible y podamos sobrevivir en él.

¿Habíamos intentado correr demasiado con la transición energética? ¿Cree que cuestiones como la pandemia o la guerra hacen que estos temas pasen a un segundo plano, porque lo primero es sobrevivir?

Yo lo creo al revés. Creo que íbamos muy lentos y ahora nos hemos dado cuenta. Sí que había un problema: nosotros como ingenieros creemos que desechar de base la energía nuclear ha sido un error. Entendemos que es una energía limpia, aunque tiene residuos, pero existe tecnología suficiente para tratarlos. La nuclear nos aporta una base muy fuerte, aquí en España se optó por eliminarla y potenciar las centrales de ciclo combinado y ahora estamos pagando el precio del gas. Cuando se desarrolle la fusión fría, limpia, conseguiremos energía con mínimos residuos radiactivos y por ahí tenemos que ir en el futuro. Habrá centrales nucleares pequeñitas, muchas más que las actuales.

¿Ha sido inteligente renunciar públicamente a los combustibles fósiles cuando las renovables aún no son una alternativa definitiva, porque no sirven ni para todas las horas del día ni para todos los días del año?

Efectivamente, las renovables no sirven para todo y necesitamos otras alternativas. La nuclear nos aporta una base, como en España la hidráulica o los combustibles fósiles para los picos más altos. Tenemos que utilizar todas las energías, y para la industria las renovables no son suficientes, no podemos alimentar hornos eléctricos por ejemplo. Así que la transición pasará por el hidrógeno, un combustible limpio que con ciertos procesos de seguridad de almacenamiento y transporte puede sustituir al gas. Y yo al hidrógeno no la veo como una energía definitiva, pero sí de transición al futuro.

¿Por qué lo ve solo como un paso intermedio? ¿Cuál sería entonces el horizonte definitivo?

Yo me imagino un futuro en el que habrá centrales de fusión nuclear limpia, mucho más pequeñas y compactas, de forma que podamos tener prácticamente garantizado el suministro eléctrico con ellas. E incluso se habla de grandes geotermias perforadas a kilómetros de profundidad. En el futuro podremos electrificar casi todo y garantizar el suministro. Hay que potenciar mucho el transporte de tren, por ejemplo. Y evitar que sucedan cosas paradójicas como estar comiendo en Cádiz y que te sirvan agua burgalesa de Santolín o que estés en Burgos y te pongan agua granadina de Lanjarón. Hay un problema grave que debemos solucionar y es valorar económicamente el impacto ecológico que se producen en los procesos. Nos falta dar ese paso como sociedad, que cosas así nos parezcan una aberración.

Eso también lo hemos provocado nosotros como consumidores, porque queríamos que las camisas costasen 5 euros aunque las traigan de Bangladesh.

Estoy de acuerdo. Y además el transporte se subvenciona. Hombre, a lo mejor saldría más barato comprar queso de Sasamón que de otro sitio y traerlo. Esto son cosas anecdóticas pero se trata de incorporar el impacto ambiental al precio del producto, lo que cambiaría radicalmente las cosas. Además, hay que conseguir energías autóctonas que nos permitan tener independencia. Y con autóctonas me refiero incluso a locales, que yo en mi casa pueda generar mi propia energía.

¿Ahí entran los paneles fotovoltaicos?

Claro, pero ¿hace cuánto que ha salido la ley de autoconsumo que nos permite engancharnos? Un año. Llegamos tarde y mal. Si se hubiera implementado hace diez años ahora tendríamos todas las casas con paneles solares puestos y no tendríamos ese impacto tan grande en las facturas.

¿Se puede exigir a las empresas una adaptación 'verde' que cuesta dinero, justo en este momento de incertidumbre?

Las empresas lo están haciendo porque les interesa económicamente. No se imagina la cantidad de proyectos que estamos haciendo los ingenieros para cubiertas fotovoltaicas, reducción de gasto energético, aprovechamiento de combustible… Es una barbaridad, estamos sin pausa. Y esto no se hace por obligación, sino por rentabilidad. Antes una fotovoltaica se amortizaba en 16 años y ahora en 4. La adaptación verde se está haciendo por conveniencia, y si quieres acelerarla lo que hay que hacer es subir los precios de los combustibles fósiles u obligando por ejemplo a los certificados energéticos en las viviendas.

¿Es usted partidario de hacer esto por la vía de la obligación?

Yo soy partidario primero de informar a la población mediante las etiquetas energéticas. Pero debe ser una política de Estado reducir el consumo de energía, y no queda más remedio obligar a los edificios a que sean eficientes. Esto viene de Europa, y busca el autoabastecimiento. Yo soy partidario de imputar los costes ambientales a los productos o a los procesos. Si queremos un mundo sostenible no queda otra. Eso es lo que se hace con los derechos de emisión. Los procesos que no tengan coste ambiental serán más baratos, y el consumidor elegirá.

A día de hoy, con el coche eléctrico, sucede que lo más limpio es más caro. Eso es desincentivarlo.

Pues ahí, dependiendo de tu política de Estado, habrá que subvencionar el vehículo eléctrico o gravar la gasolina. Y también vamos hacia procesos de economía circular en el que los coches pondrán un precio no global, sino mensual. Cuánto cuesta tener eso cada mes. Están 'servitizando' la movilidad, porque no compras un coche, sino un servicio a 300 euros al mes que se renovará a los pocos años, será del concesionario e incluirá los mantenimientos. El precio del coche en sí no tendrá tanta importancia sino la cuenta mensual.

Ahí entran también los coches compartidos.

Lo estamos viendo en Madrid. Los jóvenes ya no compran coches.

¿Y eso es un planeamiento realista para las ciudades pequeñas?

Pues mire, lo estamos viendo. La Universidad acaba de sacar un concurso para una flota de coches compartidos entre las dos sedes de la Politécnica. Tenemos también Bicibur. Burgos podría aumentar muchísimo su movilidad compartida.

La Unión Europea tiene como objetivo ser neutra en emisiones para 2050. ¿Lo ve factible?

Es complicado, pero se están tomando medidas. Hay unos planes pero las incertidumbres económicas pueden demorarlo. No sé si lo conseguiremos, pero para 2050 sí que vamos a tener una gran capacidad de autoproducción energética.

Antiguamente las empresas tenían flotas de transporte propias y optaron por externalizarlo. Ahora con la huelga de transportistas hemos visto los potenciales peligros de este tipo de medidas. ¿Ha sido otra 'trampa' esta decisión?

Efectivamente. Las empresas externalizan lo que no consideran esencial para la producción, pensando en conseguir mejores rentabilidades. En logística por ejemplo algunas no tienen almacenes, ellas solo se dedican a producir. Eso tiene un riesgo. Son más competitivas, pero son los problemas del capitalismo, una competencia brutal. Como ha pasado con las ETT que han precarizado el trabajo. Nosotros mismos como ingenieros lo hemos visto, antes las empresas tenían sus departamentos de ingeniería y ahora están externalizadas.

¿Hay alguna manera de revertir esa dependencia, o ya es imposible salir de esa rueda?

La única manera de avanzar, y así lo dice la Unión Europea, es cerrando el ciclo de la economía circular. Nosotros no tenemos materias primas, pero tenemos residuos y podemos reducir el consumo reciclando y aprovechando para otros procesos. Los chatarreros ya no son tales, son economía circular. Si pudiéramos hacer lo mismo con residuos de la construcción, o los orgánicos para hacer compost, o piensos… Podríamos llegar a una dependencia exterior muy baja, porque Europa tiene agotados sus recursos porque lleva años esquilmando la tierra.

¿Cómo ve el papel de la mujer en la ingeniería industrial? ¿Qué le falta para pelear en condiciones de igualdad en su sector?

Le falta que se atreva. En mi clase solo tengo 10 chicas entre 50 alumnos. En el Colegio tenemos solo un 10% de mujeres. En la Junta Directiva solo hay una mujer de cinco miembros. Y luego son profesionales magníficas, trabajan en los mismos puestos, con las mismas responsabilidades, son líderes de proyecto y se defienden perfectamente.

¿A qué se refiere con ese atrevimiento?

A que se atrevan a hacer la carrera, porque posiblemente todavía tienen un condicionante cultural o social, sus padres lo ven todavía con un cierto sentido machista y prefieren que hagan otras carreras. Pero las mujeres están pisando fortísimo en la industria, tienen unas capacidades empáticas que les hacen ser magníficas líderes. Por poner solo unos ejemplos, Carmen Pinto como CEO de Nicolás Correa o Verónica Pascual en ASTI, o Henar Ortiz como responsable de mantenimiento en Campofrío. Hay muchísima gente con capacidades tremendas.