"Tuve que mearme dos veces las manos, pensé que las perdía"

L.M.
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Los jóvenes burgaleses que se perdieron el sábado bajando el Mencilla admiten que pasaron momentos «muy malos» y se temieron lo peor durante las más de 8 horas de operativo

Las equipaciones de invierno no fueron suficientes para soportar una sensación térmica de 5 grados bajo cero. - Foto: DB

Lo que arrancó como un sábado de diversión y naturaleza para José Antonio y sus cuatro amigos, que tenían pensado subir el Pico Mencilla, a punto estuvo de terminar de manera trágica. Decimos a punto porque, tras perderse en el descenso a causa de la intensa niebla, la lluvia y la cantidad de nieve que se acumula en las inmediaciones de la montaña, finalmente pudieron ser rescatados. No obstante, el protagonista confiesa que tanto él como sus compañeros vivieron momentos «muy malos» en los que llegaron a temer incluso por su supervivencia. «Pensaba que me iban a tener que amputar las manos, las tenía congeladas y no sentía absolutamente nada. Me las tuve que mear dos veces para que estuvieran algo calientes», reconoció ayer, ya en su casa tras pasar las que probablemente fueron las seis peores horas de su vida.

Todo comenzó por la mañana, cuando el grupo de cinco burgaleses, de entre 19 y 21 años, partió desde el albergue del Valle del Sol, en Pineda de la Sierra. Ya a pie de subida se cruzaron con un montañero que hacía el camino de descenso desde el Mencilla, y al que preguntaron sobre el estado de la ruta. «Nos comentó que había zonas con hielo, viento y niebla, pero que con cuidado podíamos ascender», apunta.

Dicho y hecho. La primera parte hasta el pico, admite, les costó pero consiguieron hacer cumbre.Una vez arriba, el GPS fue el primero en fallar.«Nos quedamos sin batería y no pudimos orientarnos bien para bajar por donde teníamos pensado», indica. Es por ello que optaron por regresar a la cima, tratar de retomar sus pasos y volver al coche por donde habían llegado. Su intención, además, era la de resguardarse en un refugio por el que habían pasado anteriormente, pero denuncian que se encontraba cerrado.

En pleno descenso uno de los jóvenes empezó a sentirse indispuesto, ya que durante todo el día la lluvia no paró de caer y el viento y la niebla terminaron por hacer el resto. «Se quedó rezagado porque estaba bastante mal y otro amigo se quedó con él. Los otros tres decidimos continuar adelante», recuerda. Sin embargo, y pese a que su intención era la de seguir relativamente cerca, la niebla y el viento provocó que los grupos terminaran por separarse. «No podíamos sacar las manos de los bolsillos porque las teníamos congeladas ni teníamos GPS para orientarnos», apunta.

Solos, en plena montaña y en mitad de un aguacero, el grupo de José Antonio decidió pedir auxilio al 112 (...).

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