Boreal atiende 30 casos de drogadicción pese al aislamiento

Ó.C.
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La asociación trabaja actualmente con 67 afectados directos por el consumo de distintas drogas, como la marihuana o la cocaína. Además de a los enfermos, también ayuda a 39 familiares, lo que eleva el número de usuarios a los 106

La trabajadora social Raquel Fernández destaca el trabajo individualizado que se hace con cada usuario. - Foto: Ó.C.

Las últimas actuaciones policiales en Miranda han dejado varios detenidos relacionados con el tráfico de drogas. Las redadas han mostrado una realidad traducida en la venta, aunque como en todo negocio, para que haya oferta también tiene que haber demanda. Detrás de todo esto perdura un problema que no es ni mucho menos exclusivo de la ciudad, aunque también existe. Boreal es la asociación que lucha contra la drogadicción en Miranda y las cifras muestran que su labor, incluso en tiempos de pandemia, es necesaria y por eso explican que en ningún momento han parado. En este 2020 han abierto su puerta por primera vez a 30 personas afectadas por el consumo y también lo han hecho con 14 familiares o allegados de los afectados directos. En total este año han atendido a 106 personas, de las que 67 son enfermos que luchan por alejarse de las drogas.

Mónica Gutiérrez es educadora social y Raquel Fernández desempeña la labor de trabajadora social dentro de la asociación. «Hemos atendido a bastantes personas a pesar de la situación», reconocen, aunque la incidencia del coronavirus ha provocado que mucha de la labor que han realizado haya sido telefónica. Aún así, la problemática contra la que combaten no descansa y «durante el estado de alarma entró algún caso», indica Gutiérrez, aunque en este tiempo han prestado mucha más atención a evitar las posibles recaídas.

Ambas aclaran que representan un recurso sociosanitario para este tipo de enfermos y en su sede también dispensan medicación, motivo por el que no han cerrado. Con las personas que entran «se trabaja de manera individualizada y en cada caso se determina qué acciones hay que hacer desde el punto de vista sanitario o incluso judicial, por si existe alguna causa», matiza la educadora social.

Fernández añade que dentro de Boreal se lucha contra la sustancia, pero también hacen hincapié en las distintas áreas del día a día de cada persona, en las que ha perjudicado el consumo «porque hay que modificar hábitos e incluso estilos de vida». La trabajadora social recalca que en los recursos contra el consumo de drogas existen tres niveles «y nosotras estamos en el primero, como si fuese la puerta de entrada, porque no tenemos equipo médico». A pesar de esta catalogación, sostiene que para que atiendan o no a las personas no tiene que ver «la gravedad del caso, porque hay gente que en este nivel funciona muy bien y hay otras situaciones en las que por ejemplo se precisa un recurso cerrado».

Respecto al perfil que llega a Boreal, Gutiérrez reconoce que «la media está por encima de los 30» y en cuanto a las sustancias que más incidencia tienen, destacan que «la droga que está más presente es la cocaína, junto con el cannabis y el alcohol». Normalmente detallan que las personas que acuden muestran un problema de policonsumo, aunque matizan que los adictos relacionan su necesidad con una única droga. La más señalada es la cocaína «porque también se asocia a problemas económicos», subrayan. Aún así, cada vez detectan un perjuicio mayor de los porros «porque se ha normalizado y por eso se ha convertido en el nuevo alcohol». 

La solución. Más allá del perfil los usuarios, Fernández resalta la importancia de la fase inicial de la cadena. «Es la que está menos protocolarizada» pero en parte es la más importante ya que los usuarios tienen que convencerse de que necesitan ayuda porque «tienen un problema con el consumo que no está siendo beneficioso». Ese paso todavía cuesta «por los estereotipos que siguen estando ahí» y todavía hay quien «no lo concibe como una enfermedad sino como algo que te has buscado o un vicio».

En el caso de las familias, recalcan que ayudan tanto a personas que tienen allegados en la asociación, como a otras en cuyo caso los enfermos todavía no han dado el paso de acudir para recibir una ayuda. «No dejan de ser perjudicadas directas, pero además tienen el hándicap de no controlar», matiza Fernández, que agrega que «primero nos centramos en que entiendan la situación pero sobre todo es un tema de desahogo brutal». Además advierten que las familias son muy importantes porque representan «la red de apoyo» para que los enfermos consigan dejar su adicción ya que de esta problemática «nadie sale solo», zanjan.