Un brindis tras dos años de sequía

L.M.
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La empresa de distribución de bebidas Hermanos Saiz Pérez vaticinaba unas fiestas «históricas» con el doble de reparto de lo habitual

Jorge, Javier y Mónica, trabajadores de Hermanos Saiz Pérez. - Foto: Alberto Rodrigo

Lo que para la inmensa mayoría de burgaleses son unas fechas sinónimo de disfrute y algunos días de descanso, para la plantilla de la empresa de distribución de bebidas Hermanos Saiz Pérez se convierte en uno de sus dos puntos álgidos del año. El regreso de los Sampedros en su máximo esplendor, tras dos cursos de parón por culpa de la pandemia, se vive estos días a un ritmo frenético en el seno de la compañía familiar burgalesa.

Junto a la campaña de Navidad, las fiestas patronales de la capital representan una carga de trabajo que dobla con creces a la de una semana normal. Además, suponen la puerta de entrada al verano, donde los pueblos, que ellos manejan como pocos dentro del sector, se nutren de vecinos y turistas ávidos de llenar las terrazas de los bares. Pero, ¿cómo ha sido esa travesía de 2020 y 2021 sin fiestas para la distribuidora burgalesa? Javier García, comercial, lo define a la perfección: «atípicos y extraños». El cierre de los locales de hostelería provocó que la práctica totalidad de su plantilla, alrededor de 20 personas, tuviera que verse incluida dentro de un ERTE para salvar las cuentas de la empresa.

Aunque poco a poco fueron abandonando esta herramienta, durante los primeros Sampedros con la covid-19 aún quedaba algún empleado afectado. «Fue un periodo en el que todos sabíamos que, en una situación corriente, tendríamos que estar a tope», reconoce su compañero Jorge Sendino, repartidor, que apunta que quizás registraron hasta menos actividad de la habitual.

El sector de la distribución es uno de los termómetros más fieles que dan cuenta de la actividad de la hostelería y, por ende, de la sociedad. Los Sampedros del 2020 coincidieron con el final del confinamiento, lo que motivó que muchos burgaleses optaran por irse fuera de la ciudad. Esta salida se contrarrestó con la explosión del turismo de interior, que avaló la llegada de más visitantes de lo normal. «Seguimos una línea regular, sin picos como venía siendo normal», reconoce Mónica Saiz, gestora comercial. Las 'no fiestas' del año pasado transcurrieron algo mejor, aunque también en esa misma línea «continuista» y sin apenas sobresaltos.

Sin embargo, toda esa travesía en el desierto parece haber quedado ya atrás. Desde hace tres semanas la actividad que registran tanto los comerciales como los repartidores está aumentando de forma exponencial.

«El camión va más lleno que de costumbre. La carretilla pesa ahora bastante más que antes», apunta Sendino. Este distribuidor suele nutrir de todo tipo de bebidas a negocios situados en la zona de la Catedral, uno de los epicentros de las fiestas y que, en consecuencia, más demandan género. «Más que pedir bebidas concretas -como el champán o el cava en Navidad- nos reclaman más cantidad que de costumbre», reconoce García.

La limitación de horario en el centro -tienen de límite las 11:30 horas- para repartir por las mañanas, que ya de por sí trae de cabeza a los trabajadores de Hermanos Saiz Pérez durante todo el año, se vuelve aún más insufrible durante las fiestas. «El estrés es muchísimo mayor. La carga de trabajo se dobla pero hay que sacarla en el mismo tiempo», apunta Sendino.

Unos días insuperables. En las jornadas previas al inicio de los actos festivos no han parado de cargar y descargar cajas de los camiones hasta los almacenes de los locales de hostelería. «Está siendo una locura. Al estar tan cerca la celebración del Parral y el consecuente festivo, cuando no se reparte, nos ha descolocado un poco», indica Saiz, que pronosticaba que estos Sampedros iban a ser seguro «superiores a casi cualquiera que hayamos vivido», asegura.

La Noche Blanca y la gran acogida entre los burgaleses fue ya un primer aviso que los puso sobrealerta para los días que se les vienen por delante. De tener que vivir unos Sampedros con trabajadores en ERTE y sin más ajetreo del habitual por aquellas fechas han pasado ahora a no parar ni un segundo y volver a contratar personal. «Hace falta gente con ganas de trabajar. Empezamos el verano y necesitamos empleados», sentencia.