Cerraron el último bar del pueblo (Zamora). Urgente, se busca una persona que se haga cargo del único bar del pueblo (Cuenca). El pueblo lleno de turistas pero sin bares para atenderlos (Jaén). Ofrecen casa gratis por regentar un bar (Soria). Titulares como estos, a puñados, extendidos por toda la geografía nacional. 

El cierre de bares en el medio rural es noticia, y no es un tema baladí. Estamos hablando de la pérdida de una oportunidad de negocio, pero sobre todo de socialización, quizás la única en municipios con escasos habitantes. 

Denostados en ocasiones como espacios propicios para el cotilleo y las conspiraciones, el excesivo ruido o el consumo de alcohol, en los pueblos ejercen un papel de encuentro, intercambio de información, tertulia y entretenimiento. Lo describe muy bien la canción de Gabinete Caligari: Bares, qué lugares / tan gratos para conversar…

Sospecho que su paulatina desaparición no se debe solo a la pérdida de población. También hemos modificado costumbres: menos partidas de cartas, salidas nocturnas o rondas, pocos jóvenes y con preferencia por núcleos más grandes... Las restricciones por la pandemia fueron el remate y la recuperación no ha sido igual en todos los sitios.

Además, regentar un bar requiere dedicación, organización y bastante vocación y últimamente andamos escasos de casi todo eso. Por ello está desapareciendo también otro negocio esencial, la panadería. Si hablamos de obligaciones fiscales, me temo que la administración no diferencia entre pueblos y ciudades. Para colmo, se ha sumado la subida de precios.

Los pueblos no se resignan: tiran de voluntarios, ofrecen rentas bajas o viviendas gratis, buscan compatibilizarlo con una pequeña tienda… Parece que no es suficiente. Igual tenemos que darlo una vuelta. A lo mejor es cuestión de ver el medio rural como una oportunidad… de negocio, de cambio, de una nueva vida.