Las altas temperaturas y la falta de lluvias lastran el viñedo

I.M.L.
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De momento, el inicio de la maduración de las uvas, que es la fase de envero, registra un adelanto de 5 días con respecto a la media en la Ribera del Duero

En el páramo de Moradillo de Roa se aprecia muy bien el avance del envero en la mayoría de los racimos. - Foto: Nacho Rincón

La vid es una de las plantas que mejor se adaptan a los cambios climatológicos pero este verano, excesivamente seco y caluroso para el campo, está haciendo mella en el ciclo vegetativo de lo que será la añada de 2022. Si en el mes de mayo se detectaba en el territorio amparado por la DO Ribera del Duero un adelanto de 7 días sobre la media histórica en la zona para el inicio de la floración generalizada, en junio «se moderó la velocidad de desarrollo de las plantas debido a las excesivamente elevadas temperaturas y a la escasez de precipitaciones», especifica el último informe del Servicio de Experimentación y Ensayo del Consejo Regulador.

Con este panorama meteorológico, los racimos alcanzaron el estado que se conoce como tamaño guisante, cuando ya se ven las futuras uvas en formación, con 5 días de adelanto con respecto a los registros históricos, marcado el 27 de junio de forma general. Esa ralentización del desarrollo de los racimos se ha intensificado en el mes de julio, por lo que no se estima que se llegue al envero, momento en el que las uvas ya han cambiado del color verde al morado en la variedad tempranillo, entre el 8 y el 10 de agosto, lo que supondría un retraso de cuatro días con respecto a la fecha media.

Los técnicos de la DO Ribera del Duero ponen el acento en las consecuencias de las olas de calor del pasado mes. « Esta ola de calor llegó a dejar nuevos récords de temperaturas máximas en Aranda de Duero, habiendo alcanzado las temperaturas el día 16 de julio los 41,4 grados centígrados, y llegando a superar el límite de los 40 ºC durante tres días consecutivos. Estas elevadas temperaturas provocan un intenso estrés en el viñedo, llegando a cerrar las plantas los estomas de las hojas y frenando la evolución habitual del ciclo del viñedo», especifican en su último informe. 

Otro episodio meteorológico que recoge este documento es la serie de tormentas con granizo que descargaron el 6 de julio, para confirmar las consecuencias ya conocidas. «Se estima que alcanzó una superficie de unas 500 hectáreas, llegando a producir en algunas parcelas la pérdida total de la cosecha para esta campaña, por suerte esta no fue la tónica general, y los daños más elevados solamente lo sufrieron en torno al 20% del viñedo afectado. El resto del viñedo afectado en general a tenido una correcta evolución, produciéndose la desecación de las bayas dañadas y continuando el resto de las uvas una evolución normal», refleja este balance a posteriori.

En cuanto a las plagas y enfermedades, el mayor riesgo ahora es la infección por oidio, de la que se empiezan a ver algunos síntomas en el viñedo «de momento de manera muy escasa», por lo que se recomienda vigilar las parcelas para atajar cualquier contagio. No pasa lo mismo con el mildiu, la acariosis o la polilla de racimo, que en esta época del año tienen un riesgo nulo de infección en la zona.