Nadie está solo en el mundo

A.G.
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Proyecto Hombre comenzó con mal pie. Un grupo de vecinos se opuso con mucha agresividad a que se instalara en Gamonal pero no dio su brazo a torcer. Este año celebra su 30 cumpleaños con la satisfacción de haber ayudado a salvar muchas vidas

Nadie está solo en el mundo - Foto: Jesús J. Matías

Cuando Proyecto Hombre abrió sus puertas en Burgos, aquel 11 de febrero de 1991, la heroína llevaba más de una década campando por sus respetos, llevándose por delante vidas muy jóvenes, atormentando a las autoridades -que no sabían cómo poner coto ni a la adicción ni a la delincuencia que provocaba a su alrededor ni a la enfermedad que enseguida se le asoció, el VIH/sida- y llenando de dolor y enfermedad muchísimas casas. Quienes primero intentaron frenar su expansión en la ciudad fueron varios profesionales de forma individual. El actual director de la entidad terapéutica, Manuel Fuentes, recuerda a Mercedes Mayordomo -una religiosa que junto con el doctor Carazo ayudaba a los toxicómanos y a sus familias- como una persona importantísima en aquellos años en los que se desconocía cómo ayudar a aquellos adictos, porque medió para que muchos de ellos fueran a tratarse a otras ciudades como Vitoria, Zaragoza o Madrid. "Unos años antes ya se había planteado la necesidad de tener un recurso propio en Burgos y hubo algún intento por parte de algunas entidades como Cáritas, los Jesuitas o los Maristas que no acabó de cuajar", relata Fuentes.

La creación el 7 de marzo de 1990 de la Fundación Candeal y el compromiso de los Maristas como congregación y de Isidoro Martín como profesional -que se formó específicamente en Italia, cuna de Proyecto Hombre, para dirigir su sede en Burgos- son el pistoletazo de salida de una iniciativa que si bien tuvo unos comienzos extremadamente difíciles, hoy puede decir con orgullo que ha ayudado a miles de personas a vivir sin adicciones y a miles de familias a sobrellevar con apoyo y asesoramiento el drama atroz que es la droga, que treinta años después tiene unos matices diferentes pero sigue destrozando vidas.

Así, con el apoyo de la diócesis, Cáritas, Maristas, Ayuntamiento y Diputación -que fueron los primeros patronos de la Fundación- se comenzó el trabajo con una veintena de chavales jóvenes. Puri Díez Montejo, terapeuta que lleva trabajando en la entidad desde el primer día, recuerda que llegaban muy deteriorados física y psicológicamente, que la heroína les había destruido completamente la autoestima y que pedían ayuda: "Algunos vinieron empujados por sus familias pero hubo muchos que lo hicieron por su propio pie".

Nadie está solo en el mundoNadie está solo en el mundo - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Y en eso estaban, empezando a cuidar de aquellos heroinómanos con todo el saber que se tenía hasta entonces, cuando el virus de la insolidaridad se hizo fuerte en el organismo que estaba junto al edificio de Proyecto Hombre. Era el colegio Santa María la Nueva, que ahora está unido al San José Artesano, en la Barriada Inmaculada, en pleno corazón de Gamonal: la asociación de madres y padres de alumnos entendió que sus hijos corrían peligro al estar junto a un lugar libre de drogas donde iban chavales jóvenes a sanarse y emprendió una espiral de odio y falsedades que terminó en agresiones físicas tanto a terapeutas como a usuarios y amenazas a los responsables de la organización.

"Lo que provocó el miedo, que es irracional y muy contagioso, fue que se enfrentaban a algo desconocido y la vinculación entre las drogas y la delincuencia, que es cierto que la había, pero no en un lugar como Proyecto Hombre, completamente libre de drogas. Lo sorprendente fue que se comportaran de una forma tan visceral y que actuaran con violencia. Pero esas agresiones fueron contestadas con firmeza y con un apoyo sin fisuras por parte de todas las instituciones y con el apoyo de colectivos como el Ateneo Los Otros, que dirigía Virgilio Mazuela, y de los medios de comunicación" explica Manuel Fuentes. No contentos con gritar en las calles, los miembros de la AMPA recurrieron a los tribunales, donde fueron perdiendo en todas las instancias. Finalmente, el Tribunal Supremo dejó muy claro que Proyecto Hombre estaba bien donde estaba "lo que constituyó un precedente muy interesante para otras asociaciones".

Sin disturbios ya, Proyecto Hombre comienza a trabajar. Su estilo, el iniciado por el sacerdote italiano Mario Picci en 1979: "Este ha sido siempre un proyecto humanista, que parte de la base de que las personas siempre tienen posibilidades para cambiar y son capaces de desarrollar sus recursos para ello. Además, nadie está solo en el mundo sino que tiene a otros que le van a ayudar a salir de sus dificultades, a emanciparse de las adicciones y por eso siempre hemos combinado las terapias individuales con las grupales y familiares".

El acompañamiento partía de una abstinencia total desde el primer día. "Al principio lo pasaban mal -cuenta Puri Díez Montejo- porque aquel síndrome lo soportaban a pelo con vómitos y mucho malestar pero pronto se fueron introduciendo fármacos que les aliviaban, además, enseguida tuvimos servicio médico que siempre ha estado a cargo del internista Juan Francisco Lorenzo".

Esta filosofía se ha mantenido hasta ahora aunque Proyecto Hombre no ha dejado de evolucionar técnicamente como organización para alcanzar su objetivo, que es prestar una atención biopsicosocial, es decir, abarcando todas las esferas de la persona: "Se empezó con mucha ilusión pero con pocas herramientas que conforme ha ido pasando el tiempo se han incorporado. Lo relevante es que siempre tuvimos presente que había unas familias y unas personas con muchísimo sufrimiento que tenían derecho a una oportunidad. Y se demostró porque por aquí ha pasado mucha gente que se recuperó por completo y se reinsertó en la sociedad a todos los niveles".

El dato concreto de las personas que han pasado por allí con éxito a lo largo de estas tres décadas aún no lo tiene Manuel Fuentes y no se atreve a dar un número aproximado. De lo que sí habla es de las 284 personas y 200 familias que a febrero de 2021 estaban en alguno de los 14 programas que tiene ya Proyecto Hombre. Porque tras la fase de acogida, ubicada en Gamonal, se abrió una comunidad terapéutica en San Medel y poco a poco se fueron incorporando otros servicios como el de la metadona como sustitutivo de la heroína -lo que se hizo no sin un fuerte debate interno- o el que le daba una oportunidad a los internos de la prisión provincial. Hay también atención ambulatoria, reinserción, apoyo a familias y el Proyecto Joven, específicamente destinado a las diferentes necesidades que puedan tener chavales de entre 12 y 21 años.

La prevención es otra seña de identidad de Proyecto Hombre. Por eso parece pertinente preguntar cuál es la clave para que un joven no empiece a engancharse con una sustancia o un comportamiento: "Tenemos que ser humildes y reconocer que no hay fórmulas mágicas pero sí intervenciones que funcionan. Hay que trabajar mucho con las familias en función de sus necesidades específicas".

Si en 1991 la sustancia que preocupaba era la heroína, treinta años después, las que llevan a la gente a Proyecto Hombre son la cocaína, el alcohol y el cannabis, en muchos casos formando una tríada inseparable que hace imposibles muchas vidas. Así que en ello siguen los terapeutas -"nunca me hubiera imaginado que tanto tiempo después seguiríamos siendo necesarios", afirma Puri Díez Montejo- que han ampliado el campo ocupándose de las llamadas adicciones sin sustancia (vídeojuegos, redes sociales, sexo, porno, juego) e integrándose en los ambientes laborales de la mano de la Federación de Asociaciones Empresariales (FAE) para ayudar a tantas personas que se drogan a pesar de llevar una vida aparentemente funcional en el trabajo.

"HAY OTRA VIDA LEJOS DE LA COCAÍNA". Pedro tiene 47 años y un aspecto impecable. Nadie diría que hasta hace ocho años su vida era una auténtica mierda. No porque le faltara el éxito social y empresarial, que lo tenía, sino porque no sabía poner un pie en el suelo sin haberse metido antes una raya de cocaína o de cocaína con anfetamina, según fuera el día. "Yo estaba convencido de que no se me notaba, de que hacía mi vida normal pero tuvieron que sentarme un día mi mujer y mi hermano para decirme que no podía seguir así ni un día más". La adicción cada vez se iba haciendo mucho mayor e iba deteriorando sus relaciones personales, su carácter y su vida familiar: "Consumir cocaína me provocaba, paradójicamente, tranquilidad en medio de todo el trajín que tenía a diario en el trabajo pero entré en una vorágine en la que también había alcohol y juego y las cosas se fueron complicando en la familia y yo me di cuenta de que físicamente empezaba a estar tocado".

A Proyecto Hombre llegó de forma voluntaria y después de una recaída a los tres meses, todo fue sobre ruedas. Ahora disfruta de sus hijas, a una de las cuales acompaña a Proyecto Joven, no porque la chica tenga problemas sino porque quiere ayudarle: "Es muy reservada y aislada, quizás como consecuencia de mi comportamiento en casa donde nunca hubo violencia física pero sí muchos gritos, lo reconozco, y no quiero que cometa mis errores".

Ahora está feliz, ha recuperado a su familia, se ha alejado de aquellas compañías que tenía en los tiempos del polvo blanco y está más convencido que nunca de que es la mejor decisión que ha tomado en su vida: "Hay otra vida lejos de la cocaína y es estupenda. Proyecto Hombre ha sido mi tabla de salvación, lo mejor que me ha pasado en mi vida. Me ha ayudado a apreciar lo que tengo y a poder seguir mi camino sin necesidad de consumir. En definitiva, me ha dado libertad".