El cartero no llamaba a las puertas de Solas

S.F.L.
-

Las confusiones del servicio de Correos y Telégrafos y del transporte entre el nombre del pueblo y el de la localidad vecina de Salas de Bureba animó a que en 1948 se modificara a Llano de Bureba

La Asociación Amigos de Llano prepara un programa de actos para festejar el 75 aniversario del cambio de denominación. - Foto: DB.

Decían las lenguas americanas de los años 30 que James Mallahan Cain eligió el título de una de las novelas más exitosas de su carrera, El cartero siempre llama dos veces, porque se sentía ansioso cada vez que esperaba una respuesta sobre un manuscrito y sabía que el mensajero siempre daba dos toques. Otras comentaban que la elección se basó en una costumbre de la época victoriana: el trabajador timbraba una vez para avisar que había llegado y no precisaba respuesta. Si avisaba dos significaba que era un telegrama. Pero en Solas de Bureba, a unos 5.800 kilómetros de distancia, ni una, ni dos, ni tres, ni cuatro… allí los vecinos pocas veces recogían sus mensajes o paquetes a tiempo. 

¿El motivo? Con la llegada del ferrocarril Santander-Mediterráneo, en 1929, se agravaron, aún más, los problemas ya existentes en lo que a confusiones se refiere, pues los envíos de cartas o documentos pertenecientes a este pequeño pueblo eran dirigidos a la vecina Salas de Bureba, más conocida y próxima al tren, a través del cual llegaba la correspondencia. Esta incómoda situación no podía mantenerse por más tiempo y en 1946, el alcalde Cipriano Moreno contempló la idea de cambiar la denominación. 

En 1947, el Gobierno Civil de la Provincia de Burgos recibió una moción redactada por el secretario del Ayuntamiento en el que el regidor exponía los motivos por los que consideraba urgente la modificación. A los daños que a diario soportan los vecinos, es forzoso agregar que los graves entorpecimientos de la vida oficial de todos los organismos, centros y servicios locales, singularmente de este Ayuntamiento. No pocas veces se han extraviado documentos procedentes de autoridades superiores; otras muchas hemos incurrido en descubierto en la cumplimentación de servicios por no haberse recibido las órdenes, circulares o instrucciones, otros hemos sufrido sanciones por demora, y hasta hemos llegado a padecer el extravío de guías de abastos que eran indispensables para recoger artículos de racionamiento destinados a la población… incluía el texto.

Las razones resultaron más que evidentes para otorgar la autorización y ese mismo año el municipio comenzó con unos trámites y preparativos que no se hicieron efectivos hasta 1948. Si bien, la orografía del terreno resultó crucial para una engorrosa elección y finalmente Llano de Bureba conquistó los oídos de los habitantes que desde siempre, pero sobre todo a partir de ese instante con el trauma de las posguerra superado, se ha distinguido por su dinamismo en la búsqueda del progreso en todas las manifestaciones. Ya con el permiso gubernamental correspondiente se fijó el 15 de mayo, festividad de San Isidro Labrador, para hacer oficial la despedida de Solas y dar la bienvenida al nombre actual, con la requerida solemnidad para convertirse en una de las efemérides más importantes del pueblo.

Entre todos los vecinos de entonces, 223 concretamente, o casi todos mejor dicho, desarrollaron un programa de actos religiosos, lúdicos y deportivos que se alargó durante dos días, a los que acudieron los del resto de pueblos de alrededor. Nada más y nada menos que 74 localidades recibieron la invitación con el fin de que disfrutaran también de las actividades que constituyeron un ambicioso programa. Además de misas, hubo carreras de bicicleta (modalidad de velocidad y lentitud), encierro de reses bravas, bailes hasta bien entrada la noche, becerrada cuya entrada costó 5 pesetas y mucha diversión. Para las arcas municipales supuso un gasto de 13.391 pesetas que con las colaboraciones lograron cubrir, ya que recaudaron 13.593.

Algunos de los que por entonces eran niños no recuerdan las anécdotas vividas, pero sí las que sus padres, madres o abuelos les contaron, como que 23 hombres se juntaron y formaron una empresa  para llevar a cabo la fiesta taurina. Cada uno contribuyó con una cantidad económica a la compra de vaquillas aunque el dinero lo adelantó la Señora Marta Alonso Saiz.  «Ella comentó en su día que lo que anticipó se lo devolvieron en duros», narra como anécdota una persona vinculada con el pueblo. Los diestros El Torero, El Bicicletas y El Trucho, con sus correspondientes cuadrillas, marcaron una jornada de ilusión como pocas veces antes se había vivido en la zona a la que calcularon que llegaron a acudir hasta 2.000 aficionados. Para el evento improvisaron y construyeron una plaza de toros con carros, trillos, tablones y cuantos medios fueron necesarios, «garantizando la visión y seguridad del acontecimiento», recogieron las crónicas de la época.

De celebración. De esta historial real, que no ficticia, han transcurrido 75 años, en los que Llano, como el resto, ha sufrido una importante evolución. La despoblación ha hecho mella pero no las ganas por luchar por el bienestar de sus gentes ni por impulsar la actividad cultural y de ocio. Ahora, tanto el equipo de gobierno como la Asociación Amigos de Llano preparan una serie de actos de cara al fin de semana del 13 y 14 de mayo que recordarán, sobre todo a los que de estas memorias poco dominan, la importancia de valorar las raíces de uno mismo y de no dejar de acudir nunca al lugar que tantos buenos momentos aporta.