Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


La ola de las estanterías

16/02/2022

Tardes como las de estos días en las que la luz busca estirarse, fueron las primeras, hace ahora 28 años, en las que la Biblioteca Gonzalo de Berceo empezaba a llenarse. Por necesaria, se inauguró en la zona final de Gamonal, muy poblada, con casas en exceso elevadas, intensa circulación y muchas dificultades, nunca resueltas, para el aparcamiento de vehículos. Nunca logré entender cuál es el criterio urbanístico por el que a un pequeño supermercado se le exige disponer de plazas para aparcar y servicios públicos como una biblioteca o un centro de salud, tan próximos en este caso y que generan una importante bolsa de tráfico, no están dotados con ninguna; ni tampoco nunca logré entender, en relación con esto, porqué el Ayuntamiento penaliza el uso de sus propios servicios puesto que las sanciones por estacionamientos indebidos allí por períodos mínimos para la realización de algún trámite, siempre han existido. Al margen, en la parte trasera de la Biblioteca, contemplada igualmente en el Plan General como equipamiento cultural, se abría sin embargo un jardín que por umbrío siempre se mostró vacío y que pese a plantearse en distintos momentos la ampliación del edificio, nunca llegó a realizarse. 

A mí, el sector, me pareció siempre difícil en su trazo por la densidad, por las alturas, por el tráfico, por su desajuste con las proporciones que nuestra respiración pide, pero allí, la Biblioteca en aquella década de los 90 del pasado siglo, tan importante para el desarrollo de la lectura pública y acceso a la cultura, asomó como una isla de las que guardan los tesoros que los mapas de los libros de aventuras retan a encontrar y que siempre permanecen porque en realidad el tesoro no es sino la pasión por encontrarlo, el afán de perseguirlo. Pocas cosas me ha producido la emoción que he sentido muchas mañanas al ver el humo salir por sus chimeneas e imaginar que eso era un barco a vapor en el que continuamente embarcaban viajeros ansiosos por ver y sentir esa ola gigantesca que arrastraba la lengua de Dante y de Cervantes, la poesía de Whitman y de Juan Ramón, la música de Bach y de los Beatles, las canciones de Brell y de R. Charles, las películas de Wilder, las de Trufaut o las de Berlanga…viajeros ansiosos por subirse y surfear sobre esa enorme ola de estanterías que arrastra tanto y tanto y que en definitiva es, aunque tú no lo sepas, lo que bate y empodera nuestras vidas.