María Jesús Jabato

Señales de vida

María Jesús Jabato


La procesionaria

11/02/2022

Protección Civil ha dado aviso de que ya están aquí las procesionarias, las orugas peludas que bajan de los pinos y amenazan la paz verde de los parques, la paz riente de los niños, la paz inquieta de las mascotas. Si el coronavirus escarcha al hombre los pulmones, la procesionaria, tan urticante, hincha la lengua a los perros hasta dar con sus huesos en el crematorio, que ya dijimos hace poco que aquí no queda nadie de muestra; tampoco los animales. Son cosas que pasan en la primavera, que ya está aquí aunque aún no ha venido, pero no hay que extrañarse, porque de un tiempo a esta parte todo lo que ocurre es insólito y desusado, hasta las autonómicas, que también nos han caído antes de tiempo, como las orugas, con su matraca mitinera que produce urticaria anímica; después de una campaña electoral todos somos más incrédulos, más indiferentes, más negacionistas de la política y los políticos, que engañan y confunden al votante, que cada vez está más despistado y es más peligroso, porque -lo decía Kennedy- en democracia la ignorancia de un votante perjudica la seguridad de todos. Pero dejemos las elecciones, que estamos a punto de abismarnos en la jornada de reflexión, y miremos a lo alto por si llueven procesionarias, que esta es la única lluvia que se espera en este febrero turbador, áspero y seco, miremos a lo alto y estemos alerta por si las coge el niño y un fogonazo le quema las manitas en las que cabe el mundo, por si se las come el perro y le crecen ahogos y hay que avisar al veterinario y poner, además, una vela urgente a san Antonio por si acaso, que hace tiempo andan aquellos desabastecidos de remedios y vacunas. Ya no cae maná del cielo; caen orugas y propaganda electoral, que es peor, y tal vez todo sea un signo, un aviso; también las plagas de Egipto estaban pobladas de piojos, mosquitos, moscas, langostas y saltamontes, pero ahora nadie sabe nada de estas historias elementales ni quiere saberlo, porque no hace falta para pasar curso. Cuando no existía Protección Civil, las procesionarias campaban por sus respetos y bajaban de los pinos a su antojo sin que nos diéramos cuenta, pero ahora, que nos han alertado de su presencia las vemos caer de todos los cielos, homicidas de perros, asustadoras de niños, orugas torpes que descienden en procesión por las líneas invernizas de esta columna.  

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