Las reinas del micelio

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Tres alumnas de Jesuitas sorprenden al jurado del certamen 'Gigas for School' con un proyecto de creación de material de construcción sostenible a base de raíces de hongos

De izquierda a derecha, la profesora Saray Capa y las estudiantes ganadoras, Erika Salazar, Andrea Ramos y Tatiana Plazas. - Foto: Alberto Rodrigo

Los micelios son los pequeños filamentos que tienen los hongos por su parte invisible -se ramifican por debajo de la tierra- que desempeñan un papel importantísimo en la salud de la tierra pues producen enzimas que colaboran en la degradación de la materia orgánica, transformándola en minerales. Hasta hace unos pocos meses Tatiana Plazas, Erika Salazar y Andrea Ramos, estudiantes en Jesuitas de segundo curso de Actividades Comerciales, un grado medio de la familia de Administración y Comercio, no habían oído hablar nunca de semejante cosa y ahora son las orgullosas ganadoras del certamen que la empresa tecnológica Gigas organiza con los colegios de la Compañía de Jesús de todo el país por un trabajo sobre materiales de construcción hechos con micelios, que dejó al jurado boquiabierto.

Gigas for School es un premio que se convoca anualmente y al que siempre concurren los estudiantes de ESO, Bach y Formación Profesional del colegio La Merced y San Francisco Javier (Jesuitas) proponiendo planes de empresas 'verdes' que tienen que contener elementos novedosos, tecnológicos y, sobre todo, sostenibles. «Para las alumnas era un trabajo obligatorio a presentar en el curso y aquí es donde entra en juego su fantástica idea», recuerda su profesora Saray Capa, que las ha acompañado durante todo el proceso y que aunque no quiere revelar qué nota les ha puesto se intuye que tiene que ser muy buena.

¿Cómo se les ocurrió fijarse en esta suerte de red vegetal que sostiene la vida debajo de la tierra? Pues queriéndose apartar de lo que cada vez es más común en cuestiones de sostenibilidad y echando muchas horas. Lo explica Tatiana Plazas: «Se habla mucho, por ejemplo, de sustituir las bolsas de plástico o los vasos y platos de este material pero dijimos que por qué no ir más allá, pensar a lo grande y centrarnos en la construcción de un hogar con materiales que no dejen residuos contaminantes».

Con esta idea enorme en la cabeza ya solo quedaba por encontrar el producto que les permitiera hacer realidad su plan empresarial. Y entró en su vida el micelio, «que tiene la fuerza y la rigidez suficientes como para que pueda ser manipulado y utilizado en la construcción», señala Andrea Ramos. Los materiales que comercializaría Homecologic, la empresa inventada por las estudiantes, estarían formados al 85% por micelio y el resto, por residuos orgánicos como desechos agrícolas, semillas o caña de azúcar. 

Con esta singular mezcla, Homecologic pondría en el mercado ladrillos, tejas, aislante, placas acústicas y paneles estructurales que cumplen perfectamente los requisitos exigidos para ser considerados sostenibles. «De momento esto no existe porque nadie se ha lanzado a hacerlo pero es un recurso que tenemos en la tierra y que habría que aprovecharlo», afirman las estudiantes, que han comprobado que una sustancia biológica que pasa tan desapercibida sirve perfectamente para crear estos productos «por su resistencia, su poder aislante, su capacidad de regeneración y sus características ignífugas, todo lo cual lo hemos reflejado en la memoria del proyecto que entregamos al jurado».

La profesora enseguida vio «mucho potencial» en el proyecto, que era «completamente distinto a cualquier otra idea que había escuchado nunca» y no se equivocó. Primero ganaron el certamen dentro del colegio; después, en la zona de la Compañía de Jesús a la que pertenece Burgos, y, finalmente, en Madrid, donde se las vieron con otros proyectos y tuvieron que presentar su trabajo -que incluía una campaña en redes sociales y herramientas como la realidad virtual- delante del jurado, compuesto por personas expertas del mundo de la tecnología, la innovación y la educación. 

Erika, Tatiana y Andrea siguen en una nube después de los nervios pasados en la competición -que también afectaron a Saray, que las acompañaba, y a Juan Carlos Rebollo, profesor de Formación y Orientación Laboral, muy pendiente desde el primer momento de la iniciativa- y el no parar de felicitaciones que les llegan por todas partes. Sus planes, de momento, pasan por seguir estudiando en el colegio para ampliar su formación y se ríen pensando en la posibilidad de que apareciera alguien con ganas de invertir en un negocio de futuro.