Juan Manuel Pérez

Plaza Mayor

Juan Manuel Pérez


La libertad de obedecer

28/11/2021

Lo de Cayetana Álvarez de Toledo ha vuelto a poner de manifiesto que libertad y militancia no casan nada bien. Como el agua y el aceite. Formar parte de un partido, un sindicato o cualquier otra asociación contaminada por la política y la sumisión al líder supone dejar colgados los dídimos a la entrada, como aconsejaban el primer día de mili a los que hicieron la mili. Bien es cierto que mucho antes de que sucediera en el PP lo de Cayetana y lo de Ayuso, ya lo dijo Alfonso Guerra, con la retranca del eterno vicepresidente de Felipe González: «El que se mueve no sale en la foto». Y el que se movía, no salía. 
Es habitual que los partidos presuman de democracia interna, de acoger diferentes sensibilidades, de enriquecerse con la discrepancia... Argumentos de manual que se quedan en la galería, porque a la hora de la verdad, al disidente ni agua. Y si el disidente es de los que merecen la pena, de los que tienen principios e inteligencia para defenderlos, además se le desprecia y arrincona. Se le califica de 'verso suelto', se le llama 'solista' y se le acusa de remar contra los intereses de la formación. 
Son muchos los casos, tanto en la nueva como en la vieja política, donde lo importante a la hora de elegir un portavoz, o designar a un representante en tal o cual comisión, no es el currículum o la capacidad de oratoria del candidato. Lo primero que se mira es si es 'de los míos'. De los que en unas primarias me dieron su apoyo o se desollaron las manos aplaudiendo mi intervención en algún cónclave del partido. Las fidelidades, por encima de las competencias. El peloteo, antes que las virtudes. Y así nos va. Con políticos que están para rellenar listas. Que llegan a tener responsabilidades. Y que obligan al que los puso a pedir perdón por ponerlos. Que se lo pregunten a Marañón.