Homenaje de brocha y ocres a sus orígenes

S.F.L.
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La briviescana Julia Sara Martínez inaugura una muestra de pintura en la que recoge paisajes de la comarca que ha conocido en profundidad gracias a su trabajo y pasión por las motos

Homenaje de brocha y ocres a sus orígenes - Foto: DANIEL DIEZ.

Péinense los campos en agosto, baje el sol hasta besar la tierra y convertirla en oro. Así es como Julia Sara Martínez ve el campo, ese del que tuvo constancia desde que fuera niña y del que no había tenido el gusto de conocer más a fondo hasta que la pandemia se lo puso a mano. La briviescana, licenciada en Arquitectura y con estudios en Magisterio e investigación en Arte, ha plasmado el retorno a sus orígenes en lienzos de diferentes tamaños con paisajes y escenas que ha explorado en profundidad en la comarca de La Bureba y Las Merindades tras su vuelta de Madrid a la capital burebana. 

El retorno en 2020 a Briviesca no se trató únicamente de un regreso al principio del todo, sino también de un complejo encierro con motivo del coronavirus. El tiempo no pasaba de la misma forma, todo se ralentizó, pero aprendió a mirar diferente a paisajes que llevaban delante suyo toda la vida y que hasta ese momento no habían calado en ella. Una finca de colza que observaba durante horas desde la ventana de uno de los baños de la casa de sus padres en pleno confinamiento le sugirió cantidad de ideas. «Sentí entonces un impulso en fotografiar y plasmar no la realidad como tal, sino la mía propia», aclara. 

Por otro lado, su nueva experiencia laboral como administradora de la empresa de construcción y venta de muebles y la búsqueda de nuevos clientes hizo que la joven comenzara a viajar muy a menudo por la zona. También su pasión por las motos y las rutas que desde entonces ha realizado ha permitió que descubriera horizontes que hasta entonces habían pasado desapercibidos. Así es como nació Ecos de nuestra España rural, su primera exposición de pintura ubicada en la calle Mayor número 6.

Con su obra -compuesta por unos 50 trabajos de diferentes formatos pero todos ellos realizados con pintura acrílica, cemento, brocha y espátula-  ha pretendido homenajear más que mostrar su tierra, aquella en la que hasta su mayoría de edad residió, y a la que cumplidos ya los 30 regresó. Según la artista, empezó a pintar los cuadros «de la manera más tonta, sin ninguna intención más que la de pasar un rato agradable», confiesa. La fuerza de los ocres del cereal, la mezcla de los rojos y verdes de los campos de amapolas y el arraigo que siente hacia su territorio «cada día más», asegura, despertaron a la artista que llevaba dentro y que no conocía del todo. En sus piezas semiabstractas se pueden contemplar fincas y terrenos que no tienen un elemento identificador claro, pero que sin embargo algunos de los visitantes de la exposición han identificado. «Me recuerda al lugar donde se encuentra la Ermita de Sanfagún de Los Barrios de Bureba. Este a Busto», me comentan.

La visita a la muestra transporta a algunos de los espacios más significativos del territorio, a los más rurales en los que el éxodo ha hecho mella. Aún así, todavía existen casos como el suyo en el que la gente apuesta por regresar, con el fin de evitar que el fantasma de la despoblación continúe haciendo de las suyas.

Venta y acuarela. La pintora ha contado con la colaboración de amigos para transformar la sala de muestras en un tradicional pajar con auténticos aperos de labranza. Todas las obras están a la venta, al igual que los diferentes trabajos llevados a cabo con acuarelas. A pesar de que apenas guardan relación con Ecos de nuestra España rural, «el éxito que tienen los dibujos me ha dejado sorprendida. También las reacciones de mis vecinos, que desconocían mis dotes con el dibujo», afirma con gracia.