De fantasmas, bodegas y pitillos con vistas

ALMUDENA SANZ
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El primer recorrido insólito por Castilfalé deja más que satisfechos a los asistentes. Este éxito lleva a su directora a plantearse incorporarlo a su programa de actividades

Anais Álvarez (i.) guio el primer pase de esta ruta con una parada en la bodega, donde se hizo eco de las leyendas sobre fantasmas que rondan la casa. - Foto: Jesús J. Matías

Pasar del patio a la primera planta de Castilfalé por la puerta y la escalera de servicio, intactas desde el origen del inmueble y siempre cerradas; acceder al depósito donde se guardan los documentos más delicados custodiados por el Archivo Municipal; perderse por los pasillos con hileras de cajas de arriba a abajo; atisbar el lugar secreto donde se conserva uno de los tesoros más preciados como son las actas de los plenos del Ayuntamiento, desde finales del siglo XIII a la actualidad; abrir el cofre con la partitura original del Himno a Burgos; recorrer la bodega de palacio y mirar con recelo hacia atrás por si un fantasma hace de las suyas; o adentrarse por la puerta que sube a la torre en la sala de té de la condesa y presentarse en el despacho del conde, donde se fumaba sus pitillos con unas vistas exclusivas de la Catedral... La ruta Los secretos del Archivo, el recorrido insólito programado por el Archivo Municipal para celebrar ayer su Día Internacional, permitió descubrir un palacio nuevo, inédito para quienes sí han participado en las habituales visitas turísticas a Castilfalé (se hacen todos los lunes y martes). 

El éxito de esta propuesta, que llenó en horas los tres pases que se realizaron ayer y propiciaron una lista de reserva con otros tantos, lleva a la directora, Yolanda Rodríguez, a plantearse la posibilidad de sumarlo a su programa de actividades. 

«Tenemos que dar una vuelta al tema y hablarlo con los compañeros de Turismo, para ver cómo lo podríamos asumir, pero a nosotros nos gusta reinventarnos, ofrecer nuevas actividades al público y este agradece mucho que le des a conocer algo nuevo», señalaba al final de la mañana sin obviar que uno de los objetivos es mostrar al ciudadano qué puede encontrar en ese edificio de la calle Fernán González, enseñarle cómo se realizan las búsquedas de documentos en el catálogo en línea y los importantes fondos fotográficos que guardan, además de pedirle su colaboración en la identificación de personas en la colección donada recientemente por Fede, con muchas imágenes de la vida social. 

Esta parte tocó al final de este itinerario por el Castilfalé oculto y también por el conocido, que empezó en la entrada, con Anais Álvarez, trabajadora de este servicio, como cicerone del primer pase que se alargó más de una hora y media. 

Se remontó al siglo XVI, cuando Nicolás de Gauna mandó la construcción del inmueble a Juan de Vallejo, que en aquellas andaba trabajando en el cimborrio de la vecina Catedral tras su desplome, y durante toda la visita trufó la historia del edificio con sus funciones como Archivo Municipal. 

El acceso al primer piso por la escalera de servicio provocó el primer momento de emoción. Quedaban muchos. En esa primera planta, descubrirían el depósito con los documentos más delicados, como los pergaminos, y la entrada a la bodega, lugar elegido por la guía para abocetar las muchas historias de fantasmas que rondan la casa. Desde la hija del Bailio a la primera esposa del conde, que murió en el parto, y que en su vida pisó Burgos, o el soldado francés que hallaron emparedado en una de las reformas. 

Tras el paso por otro de los depósitos, con una interesante lección sobre las medidas de conservación y gran tirón de los viejos carteles de San Pedro colgados, pasó a las estancias nobles. Se acercaba otro de los momentos de la mañana: la subida a la torre. Todas las miradas, y todas las fotos, para la Catedral, que, desde allí, casi se puede tocar con las manos. He ahí el poder de seducción de lo oculto.