Mil años de pasado entre cuatro paredes

S.F.L.
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La Asociación UnPorTa ultima los detalles del Museo de la Memoria de Tamayo, que abrirá en primavera. En su interior, los visitantes observarán utensilios de diferentes épocas y descubrirán curiosidades sobre la villa

Los visitantes accederán al Museo de la Memoria de Tamayo mediante un sistema de apertura digital a distancia. - Foto: S.F.L.

Corría el año 997 y una comitiva enviada por el Conde Sancho García de Castilla llegaba a un valle de la zona de la Bureba a través de la calzada romana que se utilizaba para acceder desde las tierras castellanas hasta los puertos del Mar Cantábrico. Al atardecer, avistaron a lo lejos la edificación protegida por el ocaso. El viaje tocaba a su fin y sin contratiempos. Los soldados atravesaron el Río Oca y siguieron su ribera, se acercaron a la ladera rocosa que sustentaba en su dureza una fortificación: el castillo de Tamayo, también conocido como las Torres, edificado antes del Monasterio de San Salvador de Oña, «en cuya documentación se haya el primer testimonio documental de la existencia del inmueble data en el 967», manifiesta Eduardo Tamayo, presidente de la Asociación UnPorTa y autor del libro Tamayo y su historia. 

Resultó un enclave medieval situado dentro del territorio de la villa condal, pero con personalidad jurídica propia y con pequeños propietarios libres. Mientras que la actividad oniense giraba en torno a la abadía, la localidad contaba, a mediados del siglo XVIII, con 13 arrieros profesionales que tenían a su disposición 58 caballerías, y fue morada de nobles castellanos. El afán del escritor por descifrar el pasado del pueblo que comparte nombre con su primer apellido le hizo comenzar a investigar hasta el punto en que además ha fundado una agrupación compuesta por miembros con su mismo sobrenombre y que ha levantado el Museo de la Memoria.

Después de más de cuatro años de trámites y trabajos, a los voluntarios como Carlos se les escapa una sonrisa cuando se detienen por unos segundos a contemplar lo que han logrado con sus propias manos. La construcción del centro está a punto de finalizar y sus puertas abrirán al público definitivamente «en primavera». Documentos que hablan sobre los medios de vida en el pueblo a partir del siglo IX, infinidad de fotografías, material y bibliografía completarán, entre otras, las piezas del puzzle de la exposición permanente. Todo ello acompañado por diferentes paneles repartidos por la edificación divididos por siglos, en los que los turistas obtendrán información de cada etapa. Además, para completar la visita, algunas piezas procedentes de la localidad, como un reloj solar terrestre o una beldadora, podrán contemplarse entre las cuatro paredes. 

Eduardo Tamayo, presidente de UnPorTa, es uno de los voluntarios que participa en la reforma del inmueble.Eduardo Tamayo, presidente de UnPorTa, es uno de los voluntarios que participa en la reforma del inmueble. - Foto: S.F.L.

Por contra, los socios de Unidos Por Tamayo se quedarán con las ganas de incluir en la muestra ciertos elementos ubicados en décadas pasadas en la Iglesia de San Miguel, que actualmente se encuentra en ruina. Solicitaron los permisos al Arzobispado de Burgos, pero por el momento continuarán en las dependencias en las que descansan.

En la fachada de la casa se aprecia la fecha de edificación de la misma, XX. Se trata de un edificio diáfano en su interior de tres alturas. En su parte más alta se han empanelado sus cuatro paredes y colocado vinilos que representan el entorno geográfico en todas sus orientaciones, resaltando todos aquellos lugares y espacios de interés con sus denominaciones lugareñas, respetando los elementos arquitectónicos como ventanas, puertas, la fachada y un balcón frontal. 

La segunda también se ha cubierto con paneles que relatan la historia del pueblo, de una forma breve y sencilla a la vez que expresiva y gráfica, que detalla los acontecimientos más destacados desde que se conoce su origen hasta la fecha actual. También aparecen los nombres de personajes ilustres de otros países con el mismo apellido.

La baja albergará una gran cantidad de documentación, que «sorprenderá tanto a los propios vecinos de Oña como a los foráneos. Los primeros en asombrarnos fuimos nosotros al aglomerar más información de la esperada sobre la emigración, los habitantes y la evolución demográfica, de su trabajo o de la nobleza», destaca Eduardo Tamayo. Asimismo, un sinfín de curiosidades, tales como que un pequeño terremoto azotó la villa en 1848, serán descubiertas por los asistentes.  

La Asociación valora varias posibilidades para gestionar las visitas al inmueble y que todas las personas que se acerquen al pueblo tengan la posibilidad de acceder sin ninguna traba y de manera gratuita. Hasta el momento, «la opción que más nos convence es la apertura automática a distancia a través del teléfono móvil, aunque no descartamos que el espacio forme parte de la red Museos Vivos-Living Museums», aclara el portavoz.