El alcalde de Palacios fusilado en Paterna regresa al pueblo

MARTA G. CUÉLLAR
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Laura Martín recupera los restos, la historia y la vida de película de su bisabuelo Pedro Simón Llorente, que emigró a Argentina y regresó para ser alcalde, proclamar la independencia de Castilla y luchar contra la dictadura

El alcalde de Palacios fusilado en Paterna regresa al pueblo

«¿Perdonas a los asesinos de tu marido? No», así fue como Verónica Calle, una de las viudas del franquismo, respondió en su lecho de muerte al cura que decidió no darla la extrema unción y se negó a enterrarla. Fueron sus vecinos quienes lo hicieron. Sin cruz, sin nombres, sin nada que llamase la atención. Por eso, cuando su biznieta Laura Martín se propuso buscar los restos de su bisabuelo Pedro Simón Llorente entre las más de 2.500 fosas comunes existentes en España, cifra que aporta el Ministerio de Justicia, se dio cuenta de que tampoco conocía la sepultura de su bisabuela.

Comenzó su búsqueda con el libro ‘Semillas de Libertad II, El Expolio Franquista’, de José María Rojas Ruiz, y contactó con Jesús Cámara Olalla, un vecino de Canicosa que tras su jubilación se dedica a estas investigaciones, y preguntó, preguntó a vecinos, familiares y conocidos. Primero encontró la tumba de Verónica Calle, su bisabuela, gracias a una amiga. Hace un mes la avisaron de qué los restos de su bisabuelo habían sido identificados en una fosa común de Paterna, Valencia. Pero antes de aquella muerte existió una vida, una vida escondida en los montes, una vida de lucha contra el franquismo, una vida que Laura, su biznieta, ha buscado por todos los rincones y se niega a olvidar.

Corría el año 1918 cuando Pedro Simón Llorente, natural de Palacios de la Sierra, viajó junto a sus hermanos a Argentina, en busca de un futuro mejor para ellos. Fue en el otro lado del océano donde se casó con Verónica Calle, también vecina de Palacios, y con quién decidió trasladarse a su pueblo natal para hacerse cargo de las tierras y bienes de ambas familias, y poder formar allí la suya propia. Sus dos primeras hijas se llamaron Solidaridad y Libertad. Después nacieron Juan y Verónica, y por decisión de sus padres, ninguno de los cuatro niños fue bautizado.

Tras varios años como jornalero y mientras iba formando su familia, Pedro salió elegido alcalde de su pueblo y, de entre todas las cosas que hizo, como poner fuentes en las calles o refugios para los pastores en el monte, a su biznieta Laura la llamó la atención una de ellas, «quitó el muro del cementerio que separaba a los creyentes de los no creyentes, del que todavía se ve una de las piedras que lo separaba». A lo largo de su trayectoria como alcalde proclamó ideas innovadoras, como por ejemplo la independencia de Castilla y numerosos derechos sociales que chocaron con los intereses de la jerarquía local, que le pusieron en el punto de mira de los sublevados militares contra el Gobierno de España del 18 de julio de 1936.

ESCONDIDO EN UNA GALERÍA

Ese día, Pedro Simón salió a la plaza del pueblo para proclamar públicamente su desacuerdo con el golpe de estado, «tras aquello huyó del pueblo para esconderse en el monte, concretamente en la zona de La Campiña, con un grupo de gente del ayuntamiento y otros vecinos a los que habían llamado para formar parte del ejército y no querían ir», explica Laura. «Allí estuvieron varios meses escondidos y por la noche los familiares les subían alimento. En alguna ocasión mi abuela recordó el miedo que pasaba cuando tenía que llevar la comida hasta el monte», matiza.

Con la llegada del invierno y debido a las bajas temperaturas que suelen azotar la zona, Pedro decidió volver a su casa y esconderse allí, «se construyó una galería en un pozo que tenían, y por las noches subía a la casa para dormir. Mientras tanto, la Guardia Civil amedrentaba a su mujer y sus hijos para descubrir su paradero», prosigue narrando la biznieta de Pedro. «A finales de enero, cuentan que una noche de luna llena, mi bisabuelo decidió huir y salir en busca del ejercito republicano. Se unió a ellos en 1937 e hizo de comisario político en Cuenca, Madrid, Gerona, Barcelona y Valencia. A finales de Marzo del 38, ingreso en la Unidad de Defensa Especial Contra Aeronaves (DECA) como cabo de transmisiones aéreas en Albacete».

Una vez que las tropas franquistas alcanzaron sus últimos objetivos militares y se instauró la dictadura, Pedro intentó salir por el puerto de Alicante para emigrar al extranjero, «pero allí fue arrestado y trasladado al campo de concentración de Los Almendros, donde estuvo alrededor de seis días. Desde allí lo trasladaron al campo de La Albatera hasta octubre, para, finalmente, encarcelarlo en La Modelo de Valencia», explicaba Laura.

Una vez en Valencia fue sometido a un juicio sumarísimo en el que no se admitieron testimonios a su favor y en el que se aseguraba que Pedro era presidente de la UGT y de la Casa del Pueblo, una información de la que no existen datos para contrastar. Tras aquel juicio, el 18 de enero de 1940, el día de su cumpleaños, a las siete de la tarde, fue fusilado. Junto a Pedro, otros 52 hombres perecieron en el conocido como paredón de España, donde asesinaron a un total de 2.238 personas.

Tras el asesinato de Pedro su mujer tuvo un juicio y fue condenada con una multa y a entregar todos sus bienes. Gracias a la ayuda de un vecino de Vilviestre del Pinar, que aseguró haberlos comprado, Verónica pudo quedarse con lo poco que tenía. Los hijos de Pedro fueron bautizados por obligación, y a Solidaridad, que por aquel entonces tenía 17 años, le cambiaron el nombre por Soledad.

HOMENAJE EN AGOSTO 

Laura Martín ya pertenece a una tercera generación, no obstante considera necesario dar voz a la vida de los antepasados que aún yacen en las cunetas. Por eso, el próximo 3 de agosto quiere enterrar los restos de sus bisabuelos juntos, y pretende hacer un acto para dar voz a la vida de los 15 fusilados y 20 represaliados de Palacios de la Sierra durante el franquismo. Su principal objetivo es encontrar más familiares, más vecinos que puedan aportar imágenes o testimonios. Y también dar un espacio a las mujeres, «a aquellas mujeres que lo vivieron, que lo sufrieron y lo sobrevivieron... a aquellas mujeres que murieron con miedo a decirlo en alto».