Los jesuitas retornan a Oña

S.F.L.
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Un grupo de voluntarios de la villa reconocerá y agradecerá la labor de los religiosos durante su estancia de casi nueve décadas en el Monasterio de San Salvador en forma de Jornadas de Convivencia durante los meses de julio y agosto

Fotografía de algunos miembros de la Compañía de Jesús del año 1896. - Foto: ARCHIVO DE LOS JESUITAS.

Los vecinos más longevos de Oña recuerdan como «si fuera hoy» la gran labor que desempeñaron los jesuitas no solo en la localidad, sino en los alrededores. «Aprendimos sobre cine, literatura, ciencia y otras disciplinas. Al acabar las clases en la escuela subíamos corriendo al Monasterio porque nos lo pasábamos genial», rememora Marcos, uno de los niños que se formó en la imprenta. 

El amplio y generoso vínculo que se estableció entre vecinos y religiosos fue notable, y por ello, tras 56 años desde que dejaron la abadía, un grupo de voluntarios pretende reconocer y agradecer su paso por la localidad y las grandes labores que realizaron en forma de Jornadas de Convivencia durante los meses de julio y agosto -tanto en la iglesia como en el cenobio- en las que se impartirán conferencias, se celebrarán mesas redondas e incluso los mismos jesuitas y personas que convivieron, trabajaron y tuvieron relación con la congregación participarán aportando sus testimonios. Asimismo, una exposición, alguna peregrinación y varias misas complementarán la programación.

Durante casi nueve décadas -desde 1880 hasta 1967- muros adentro del majestuoso complejo que el conde Sancho García fundó en el año 1011 se custodiaban auténticos tesoros y al unísono se desarrollaban importantes proyectos e investigaciones. La llegada de los miembros de la Compañía de Jesús vino precedida de una serie de sucesos durante la segunda mitad del siglo XIX. Expulsados de España, se trasladaron a Francia, pero poco después se ordenó también su exilio, a la vez que se les ofreció la restitución de nuevo en su país. Por ello, se vieron obligados a buscar emplazamientos para su actividad, entre ellos un centro para desempeñar sus enseñanzas de Teología y Filosofía. 

En 1880 se toparon con la villa condal y los restos de una antigua abadía, prácticamente condenada a su desaparición. Adquirieron el edificio y fundaron un Colegio Máximo y una Universidad Pontificia. Con su característica vitalidad iniciaron un proceso de restauración que se alargaría durante décadas y que, una vez finalizado, posibilitó al lugar servir de acogida a estudiantes y profesorado. A la llegada de la II República, los religiosos fueron de nuevo deportados y el monasterio utilizado como 'Colonia Agrícola para Vagos y Maleantes', un campo experimental en el que se buscaba la reinserción de delincuentes a través del trabajo, especialmente en las huertas del monasterio. Poco duró dicho uso y con el inicio de la Guerra Civil, el municipio quedó en terreno nacional. 

El destino hizo que San Salvador se transformara en un Hospital de Guerra, aprovechando su cercanía al frente y la existencia del trazado ferroviario. Un decreto de Franco ordenó la devolución de los bienes a los jesuitas, que ocuparon de nuevo el edificio hasta 1967, momento en el que lo vendieron por 24 millones de pesetas a la Diputación de Burgos. 

Esta villa, bajo su influencia, «se convirtió en un centro espiritual, vanguardista, de progreso, saber y conocimiento, que alcanzó una enorme relevancia nacional e internacional. Sin embargo, no se quedaron encerrados en su vida eclesiástica y trasladaron su conocimiento hacia actividades pensadas y desarrolladas para los residentes en la localidad y los pueblos cercanos», manifiestan fuentes de la parroquia. Gracias a esta forma de actuar, los habitantes de esta zona de la provincia se beneficiaron del privilegio de disfrutar de una gran variedad de actividades de distinta índole casi inaccesibles para la época, además de poder aprender una profesión que, para algunas personas, sirvió para progresar y mejorar su futuro profesional», añaden.

El grupo organizador, con la colaboración de la administración provincial, prepara desde hace meses un encuentro que contará con «algunos jesuitas que se formaron y pasaron su juventud en el municipio y con vecinos que fueron testigos directos de trayectorias que marcaron su propio futuro». El diputado Ramiro Ibáñez califica el proyecto de «ilusionante porque es de justicia recordar la presencia de estas personas, y estaremos a disposición para colaborar en todo lo que podamos».