Hasta hace poco se reconocía «un yonqui de las zonas de conflicto». «Engancha la adrenalina, escuchar los disparos y sentirte vivo, el ego, no saber lo que va a pasar y que cada día sea una experiencia diferente. Es un chute que te hace disfrutar de tu trabajo». Antonio Pampliega ha trabajado como periodista en Irak, Siria, Afganistán, Somalia o Venezuela, pero ahora ya no tiene ese mono que le obliga a volver. No ha sido, sin embargo, su secuestro por Al Qaeda en Siria entre 2015 y 2016 (estuvo 299 días pensando a diario que le iban a matar) lo que le ha hecho superar la adicción, sino su hija de 19 meses.
El periodista freelance hablará esta tarde de su experiencia como corresponsal dentro del ciclo Un mundo en conflicto que abre con él el Museo de la Evolución Humana y Diario de Burgos (a las 20:15 horas). Lo hace tres meses después de haber presentado en la ciudad su primera novela, Flores para Ariana. Pero ahora hablará de su trabajo y de lo que han visto sus ojos, algo que ha plasmado en títulos como Afganistán, En la oscuridad o Las trincheras de la esperanza.
Nuestra charla con Pampliega coincidió ayer con el primer aniversario de la muerte de dos colegas, David Beriain y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso mientras realizaban un documental sobre la caza furtiva en el país africano. «Hay fechas que te gustaría no recordar. Es muy jodido. Y a la vez conviene hablar de ello para que la ciudadanía recuerde el riesgo y el precio que hay detrás de determinadas informaciones que necesitan ser contadas. También es un golpe de realidad: nuestro trabajo es importante pero a veces pagas un precio demasiado alto», apunta.
(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)