Horizontes infinitos en los Campos de Muñó

J.Á.G.
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Santa María del Campo, no lejos del alfoz de Burgos, fue villa principal y para demostrarlo está su colegiata protogótica y singular torre renacentista, así como su Casa del Cordón, en la que residieron Juana la Loca y su padre, Fernando el Católico.

Horizontes infinitos en los Campos de Muñó - Foto: Alberto Rodrigo

Santa María del Campo es uno de esos 'pueblones' con encanto y atractivo turístico indudable porque el que tuvo retuvo. Esa prosperidad de la que antaño disfrutó la villa sigue aún reflejada en una soberbia arquitectura religiosa, concentrada en una colegiata, actual iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, y también civil, con referente en esa icónica Casa del Cordón, que evoca en su traza -aunque no en monumentalidad- a la capitalina. Sus tres almenadas puertas, vestigios de la desaparecida muralla, son acceso, pero también hitos para meterse en vereda y visitar su casco urbano, cargado de bellos y tranquilos rincones, y su entorno natural. No es ese verde norteño de las Merindades o de la Sierra, pero el río Arlanza dibuja en la cercana Escuderos un paisaje en el que perderse, también para observar esas infinitas parameras cerealistas, unas pocas viñas y algunas montaraces manchas forestales que combinan con el ocre mesetario.

Enclave histórico y cultural, metida a calzador entre los valles del Arlanza y Arlanzón, se levanta Santa María del Campo, una villa con poderío económico desde el medioevo y que otrora nucleó el antiguo señorío de Muñó. Fue además capital de las Behetrías castellanas, institución foral que permitió durante siglos a sus moradores ser libres y no depender de más señor que el rey. Y así fue hasta que el duque de Lerma, prepotente valido de Felipe II, la compró al monarca y acabó, según cuentan, por derribar la muralla, de la que hoy solo quedan tres soberbias puertas. El caserío y su centro histórico se apiña en torno a esa loma sobre la que se levanta, galana y desafiante, la torre renacentista de la colegiata de la Asunción de Nuestra Señora. El templo pasa por ser una de las 'catedrales' del bajo Arlanza y de obligada visita porque dentro hay mucho que ver y admirar.

Por la calle de la Fuente, artería principal, se accede a la Plaza Mayor y a la colegiata, cuya magnificencia se intuye por las dimensiones y las tres puertas que la guardan -en la norteña, del siglo XV, se observa la maestría de Simón de Colonia- pero es la imponente torre renacentista, cincuenta metros de artística cantería, la que marca diferencia. Los dos primeros cuerpos son de Diego de Siloé y los siguientes de su discípulo, Juan de Salas, y de Cristóbal de Andino, que remató el campanario con una singular linterna. La original, por cierto, cayó a consecuencia de un terremoto en 1759 y la actual es obra del vasco Domingo de Maitegi. Igual de bonita.

De estos detalles y de los enormes atractivos arquitectónicos y artísticos que contiene esta colegiata, orgullo de propios y extraños, sabe mucho Teresa Santiuste, una solícita vecina que se encarga, junto al párroco, de las visitas. Conoce al dedillo cada rincón y cada reforma que se ha hecho -no en vano es coautora de uno de los muchos libros publicados- en esta colegiata gótica, que es BIC. Bien se puede parangonar en importancia con las de Sasamón, Lerma o Covarrubias, más mediáticas y acaso con más predicamento a la hora de captar ayudas oficiales para rehabilitaciones y restauraciones. Lo de subir a la torre por el estilizado husillo, el campanero y pocos más. Razones de seguridad. Por cierto, la leyenda del burro que fue elevado hasta lo alto de la torre para que comiera y así se eliminaran unas crecidas mielgas nacidas en la linterna es mentira cochina y, según cuentan los vecinos, ganas de ofender a un pueblo hospitalario donde los haya.

Un alargado crucero permite acceder al presbiterio, al que se accede por una preciosista escalinata plateresca, a cuyos pies se encuentra los sepulcros de los fundadores, Francisco de Barahona y su mujer. El esplendoroso y barroco retablo de la capilla mayor -una de las obras más sobresalientes de la retablística del siglo XVIII en la provincia burgalesa, según el profesor René J. Payo- fascina por su factura y rica imaginería. La rica y singular colección de tapices flamencos y el púlpito gótico, con filigranas y trazas mudéjares son igualmente destacables, como las delicadas nervaduras y claves de las bóvedas. La luminosidad de este templo es otra nota singular. En la nave central, merece observación la 'ilustrada' sillería coral de finales del siglo XV, en madera nogal, que enseguida trae a la memoria la de la propia Cartuja o, sin ir más lejos, los de San Salvador de Oña, que se conservan en el monasterio capitalino de San Agustín. Largo sería enumerar toda la riqueza artística de esta iglesia, pero mención especial merecen las seis tablas que conforman el altar del trascoro, en las que se nota la mano de Pedro Berruguete.

Las capillas de las naves transversales no dejan también de sorprender por sus retablos, tablas, imaginería y pinturas y cada una de ellas tiene su historia, como el pequeño museo en el que se muestran vestimentas y ropajes religiosos. Por la nave del evangelio se accede al claustro de estilo gótico, del que se conservan dos de las galerías primitivas. También es digna de admirar, dentro del templo, la portada románica original, con su rejería incluida.

La sacristía es un auténtico museo de arte sacro. Un artístico armario alacena del siglo XVI, en madera de nogal, atesora una monumental custodia y una cruz procesional en plata labrada que pasan por ser dos de las piezas más sobresalientes de la orfebrería religiosa de la provincia de Burgos. La rica colección contiene además navetas, incensarios, crismeras… No en vano Santa María fue uno de los focos en los que se instalaron destacados orfebres. Por cierto, en el coro se conserva un magnífico órgano, recientemente restaurado y que ha protagonizado ya ciclos musicales.

Unidos a Juana la Loca. No lejos de la colegiata se encuentra la Casa del Cordón, residencia de la linajuda familia Barahona, y en la que residió Juana la Loca durante largo tiempo y es que la reina llegó a esta villa en mortuorio y largo peregrinaje con el cuerpo de Felipe el Hermoso, que fue velado con todos los honores reales en la colegiata. También se alojó en esta casa solariega Fernando el Católico, su padre y entonces regente de Castilla, que viajó a Santa María para visitar a su hija e imponer al cardenal Cisneros el capelo cardenalicio en la misma colegiata. La reina, que velaba a su esposo, lo impidió y la ceremonia tuvo que celebrarse en la iglesia de la cercana Mahamud. De esta triste historia de amor de la reina castellana y otras pasajes de la villa, más alegres y festivos, que hilan vivencias de antepasados y tradiciones perdidas, se nutre precisamente el guión que sirve de base a la recreación histórica que se representa en verano y en la que participa, bajo la dirección de Ronco Teatro todo el pueblo, un incentivo más para visitar esta villa. Un busto de la reina, en la zona en las que son visibles las arquerías subterráneas de la colegiata, la recuerda y sirve como homenaje.

Puestos a callejear y completar la visita a la villa hay que acercarse a los tres arcos que fueron puertas almenadas de la Santa María del Campo amurallada. Al norte se encuentra el de la Fuente, que por cierto sirvió de cárcel, y por el que se conectaba con el camino de Burgos y se accedía a la cañada de la mesta que llegaba desde Mahamud. Al oeste, está la puerta de Costana y que llevaba a Valladolid y al suroeste el de la Vega o Negrillos, que recibe este nombre del antiguo poblado de este nombre y por el pasaba la ruta hacia Madrid. La torre fue también antigua sede del archivo de Behetrías.

Santa María del Campo, más allá de su historia, es también un pueblo dinámico y solidario, incluso tiene un parque de bomberos voluntarios, en el que prestan sus servicio una decena de vecinos. Mantiene durante el año una población que ronda el medio millar de personas y toma, sin duda, especial vida en los meses estivales porque no son pocos lo veraneantes, muchos hijos del pueblo, que tienen su segunda residencia en esta villa. No pocos han restaurado casas y recuperado bodegas familiares -concentradas en la zona de la Fuente, Los Hoyos y Marichica-, porque este municipio además está incluido en el área geográfica de la denominación de origen Arlanza. Aún no hay ninguna bodega comercial establecida en la villa, pero todo se andará con el tiempo. Los amantes del enoturismo no tienen muy lejos, concretamente en Mahamud, a unos 8 kilómetros, la posibilidad de visitar Bodegas Buezo, que realiza también catas comentadas y cuenta además con servicios de restauración para disfrutar de la rica gastronomía de esta tierra de buenos lechazos, chacinas y mejor pan.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir el día 2 de mayo de 2020.