Decenas de burgaleses se han visto obligados en estos meses de confinamiento a despedir a sus parientes fallecidos en la más estricta privacidad, un hecho que a muchos deudos les ha impedido ya no cerrar la fase del duelo sino ni siquiera iniciarla ‘como Dios manda’. La reducción del séquito en los funerales a tres personas en las últimas semanas ha dado lugar a incineraciones o entierros tan íntimos que los parientes han sentido que el último adiós a su pariente se producía en la clandestinidad, en un contexto de secretismo que ha añadido más dolor al momento. Pero por fortuna, la entrada en la fase 1 de la desescalada ha traído consigo la reapertura de los tanatorios y la recuperación de los velatorios, en donde pueden reunirse un máximo de 10 personas. «No quiere decir que solo puedan acudir 10 sino que no pueden coincidir en la misma sala más de una decena de allegados», explica Alfonso Martínez, director de la funeraria de San José.

El número de asistentes a los velatorios ayer fue «reducido y es previsible que no se recuperen las cifras anteriores hasta pasado el verano, pero al menos las familias pueden despedir acompañadas a sus familiares, cosa que no ocurría antes».

Amigos y parientes «se organizan bien y respetan el aforo de 10 personas en todo momento; si está completo esperan fuera y aguardan a que salga alguien para entrar», indica Martínez. Todas las salas disponen de geles hidroalcohólicos y, «si alguien no trae mascarilla el tanatorio se la proporciona». La capilla «también está en funcionamiento, aunque con un aforo del 30% y zonas bien definidas para sentarse y respetar los dos metros de seguridad».

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