«Pasas de criar a tus nietas a no verlas. Cuesta mucho»

F.L.D.
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La familia Hortigüela Saeta es una de las miles que ayer se reencontraron tras dos meses de cuarentena. El primer día de la fase 1 sirvió también para que grupos de amigos se pusieran al día y las calles y bares recobraron parte del colorido perdido

Pilar y Ángel abrazan por primera vez a sus nietas después del estado de alarma. - Foto: Alberto Rodrigo

Para un bebé de medio año de vida, dos meses son toda una eternidad. Tal vez por eso cuando Julieta se desperezó de la siesta y lo primero que vio fue a su abuela Pilar se sintió extraña. Miraba a un lado y a otro desorientada. Ya ni siquiera la reconocía, ni a ella ni a su casa. Lo bueno que tiene ser tan pequeña es que los recuerdos se regeneran a toda velocidad y lo que hace un segundo era tan confuso que ocasionaba tristeza, de repente se torna en felicidad.

Rebobinar hacia adelante es lo que quería su hermana Celia, de cuatro años, cada vez que pensaba en sus yayos. Ayer, tras muchos lloros, por fin pudo sentir su abrazo. La familia Hortigüela Saeta es una más de las miles que ayer se reencontraron en un valle de lágrimas de felicidad. La cuarentena ha creado muros de hormigón, distancias de millones de kilómetros a pesar de estar a menos de uno. Ahora toca recuperar los besos que no han dado, pero como el virus aún no les deja repartirlos todos de una vez, tendrán que dosificarlos hasta que se vaya definitivamente.

La última vez que esta familia se vio fue dos días antes de que todo estallara. Al principio, las videollamadas eran el mejor aliado para mantenerse cerca, pero sabían que se estaban perdiendo muchas cosas. «La mayor ni siquiera quería ponerse porque solo quería abrazos, no hablar por el teléfono», comenta Montesclaros, la madre de las dos pequeñas. Tanto era el anhelo, indica, que el día de su cumpleaños pidió de regalo «poder ver a sus abuelos».

(El reportaje completo, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)