Tomás Arribas, el burgalés que cocinó el Mediterráneo

G. ARCE
-

Nació hace 67 años en Palazuelos de la Sierra. Fue pinche del Gaona y hoy regenta restaurantes de referencia en Levante. Empresario inquieto, sabe lo que es el peso de las estrellas Michelin o el dirigir una macrodiscoteca de la Ruta del Bakalao

Tomás Arribas, el burgalés que cocinó el Mediterráneo - Foto: Alberto Rodrigo

Aunque han pasado más de 50 años desde que salió de Burgos para cumplir sus sueños (quizá a donde nunca hubiera imaginado), se siente un orgulloso hijo de ganaderos y agricultores nacido en Palazuelos de la Sierra, pueblecito al que regresa periódicamente para reencontrarse, visitar a los suyos y cocinar a fuego lento nuevos proyectos empresariales. Es un origen, reconoce emocionado, que ha estado siempre presente en una vertiginosa vida entre fogones, comedores, hoteles, discotecas, tiendas de moda, bodegas... Tomás Arribas ha vivido desde la cocina el Benidorm de los 70 y es uno de los nombres propios del boom turístico de la costa mediterránea. Sabe elaborar los mejores platos de arroz valenciano, suya fue una de las macrodiscotecas de referencia de la Ruta del Bakalao y conoce sobradamente lo que pesan las estrellas Michelin a la puerta del comedor.

A Tomás Arribas nunca le gustó la vida en el campo -«no veía futuro», reconoce- y por eso, a los 15 años, acudió a pedir ayuda a un primo de su madre que trabajaba de cocinero en el Hotel España y que despertó en él el interés por los fogones. «Me puso en contacto con su amigo Canduela, el dueño del Restaurante Gaona [en la calle de la Paloma]. Empecé en la restauración en las Piscinas Municipales (que regentaban ellos) y, cuando terminó el verano, entré de pinche al restaurante junto al chef, muy bueno, que se llamaba Manolo, que se curtió en El Landa y que también conocía la cocina francesa».

Ganaba 3.500 pesetas y 1.500 iban a pagar la habitación donde dormía. «Cuando me hacía falta ropa en invierno, tenía que pedir dinero a casa y eso no me gustaba nada…». Fue esa necesidad de prosperar lo que le llevó al bar Dólar, donde se juntaban los cocineros camino de casa y donde solían salir los trabajos para las temporadas de verano en las costas.

Su primera experiencia fue en el verano del 70, en Laredo, en el Hotel Colón, de la mano de Toñete Sainz. «Recuerdo que vino a por mí a Burgos después de Navidad, pero cayó tal nevada que estuvimos varios días parados porque estaban los puertos del Escudo y Los Tornos cerrados».

Tras la experiencia en Laredo, Javier Serrano, cocinero del Hostal Marta, de El Castillo…, le ofreció trabajar en la Cafetería Espolón… «Yo ya había visto lo que había fuera y creía que en Burgos no encontraría lo que quería. Otros habían triunfado y ¿por qué yo no?». Duraría poco en la ciudad. En un encuentro en El Dólar conoce a Teodoro Santamaría, cocinero de los Charcán, que es quien pronuncia la palabra mágica que cambiará la vida del joven pinche: Benidorm.

(Reportaje completo en la edición en papel de hoy de Diario de Burgos)