Listas de espera en el gimnasio con el adiós a las mascarillas

J.V.
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La ocupación de estos espacios deportivos en Miranda supera los niveles registrados hace años. «Decírselo a los clientes es una liberación»

El fin de la obligatoriedad de las mascarillas supone un soplo de aire fresco para muchos negocios. En especial, para los gimnasios mirandeses. - Foto: J.V.

El fin de la obligatoriedad de las mascarillas supone un soplo de aire fresco para muchos negocios. En especial, para los gimnasios mirandeses. Tras meses de restricciones, su actividad ha repuntado de golpe y muchos se encuentran con listas de espera en sus actividades e incluso aseguran que la ocupación ha subido a niveles anteriores a la pandemia. A pesar de las «mínimas ayudas» que han recibido en los últimos meses, sus expectativas para este 2022 se prevén buenas, aunque algunos prefieren mantener la calma. 

La mayoría de ejercicios exige una alta intensidad. «Decir a los clientes que ya no tienen que llevar cubrebocas es una liberación, por mucho que nos quieran vender que la respiración es la misma, no es igual», explica Olga Montaño, del Invictus. Muchos se han sentido «reacios» y su eliminación «es una medida que siempre ayuda», añade David Valderrama, dueño del Podium. Ambos acogen esta eliminación con optimismo, pero también hay dudas. «Puede haber personas que estén en el polo opuesto, que sin mascarillas, van a seguir sin venir con una incidencia que no baja», cuestiona José Antonio Quintana, propietario del Di-Som. No obstante, «la elección será libre». 

Las dudas no aparecen a la hora de explicar que la situación del negocio está mucho mejor. Tanto en nivel de clientes, como en las posibilidades de desarrollar el trabajo. «Las perspectivas son con normalidad total y cogiendo incluso más carga de trabajo», puntualiza Valderrama. En el caso del Invictus, trabajan con aforos muy limitados para mejorar el nivel de las clases, pero con la eliminación de limitaciones, se plantean una pequeña ampliación. La recuperación se ha tratado de un proceso «muy progresivo» en el gimnasio Di-Som y «aún no hemos llegado a niveles prepandemia», explica. 

El escenario de estos centros ha sido «casi desolador» durante los dos últimos años. Incluso tuvieron que cerrar sus puertas durante meses, aunque «todos viéramos de lógica que no debería», destaca Montaño. En su local han recibido una ayuda del Ayuntamiento y otra de la Junta de Castilla y León que «te la daban en función de los trabajadores que tuvieses en nómina». Quintana también las ha recibido, pero lamenta que ha perdido «por encima de 30.000 euros en los seis meses cerrados». Su situación como autónomo ha dificultado el escenario y lamenta que «las ayudas que ha dado el gobierno han sido mínimas». 

Ahora bien, solo queda mirar hacia el futuro y todo hace indicar que este será mucho más positivo. «Comparado con lo que hemos pasado, estamos muy bien», suspira Valderrama. En el Di-Som hablan de «una curva ascendente». Aunque admiten que «han ido mejorando las cosas desde que no han vuelto a cerrar», remarcan que «no se espera que el día 20 se vuelva a estar como antes de la pandemia». Este repunte se comenzó a notar «pasadas las navidades, porque enero no es un buen mes al seguir las vacaciones», explica Montaño. En su establecimiento son cinco empleados y «se hizo todo lo posible» para mantenerlo. Ahora solo queda continuar con el trabajo, porque la época de incertidumbre parece que ya es agua pasada.