77 cazadores investigados por una posible trama de furtivos

F.L.D.
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La Guardia Civil descubre a un taxidermista de Zalduendo cientos de precintos irregulares

La operación se inició hace un año en un taller de Madrid. - Foto: DB

Desde hace varias semanas decenas de cazadores de la provincia han tenido que acudir a la Comandancia de la Guardia Civil para dar explicaciones sobre presuntas irregularidades en precintos de piezas que figuran en los registros de un taxidermista de Zalduendo. La investigación que comenzó en mayo del año pasado en Madrid se ha ido extendiendo a otras provincias y en Burgos ha sido necesario que un juzgado de instrucción abra diligencias paralelas por un posible delito contra el medio ambiente detrás del cual, creen en la Benemérita, está una trama de furtivismo. 

La magnitud de la operación es tal que hasta el momento están siendo investigados 77 cazadores solo en la provincia de Burgos. Todos ellos porque figuran en las anotaciones del mencionado taxidermista. En una inspección, el Seprona encontró animales sin precintos, algunos repetidos. Con ellos, según parece, llevaba a cabo trabajos en cabezas y piezas en temporadas distintas. De hecho, muchas veces no coincidía la información facilitada a la Junta de Castilla y León con la que tenía registrada. Es por eso que la Guardia Civil ha citado a declarar a tantas personas. 

Ante la gran cantidad de irregularidades o imprecisiones encontradas, los investigadores creen que detrás de ellas está el furtivismo. No en vano, el hecho de que haya animales sin precintos da pie a pensar que muchas han sido cazadas de manera fraudulenta. El objetivo ahora es esclarecer si en esta presunta trama solo está implicado el taxidermista con el objetivo de enriquecerse ilegalmente o si contaba con la colaboración de aquellos que le traían las cabezas.  Esto podría suponer un grave delito contra la fauna y flora. 

A nivel nacional. La de Burgos es una pieza ampliada de una investigación paralela que encabeza el Seprona de la Guardia Civil de Ávila y que comenzó en el taller de un taxidermista de Móstoles, en Madrid. En esas instalaciones, se hallaron un gran número de trofeos en diferentes zonas de trabajo, así como precintos de distintas temporadas. Tras extender el acta de los hechos, se intervinieron un total de trece trofeos de corzo, así como un cráneo de lobo, los cuales carecían de precinto.

Analizados los datos de los libros de taxidermia y los precintos, se observó cómo el sistema de seguridad de muchos de ellos había sido alterados, por lo que se procedió a otras dos inspecciones más. Tras examinar los 123 precintos, se descubrió que las fechas de caza marcadas en algunos de ellos no coincidían con los datos facilitados por las Delegaciones Provinciales de Caza, y en otros se habían duplicado. Y en ese punto es donde se detectaron las irregularidades en Burgos y se decidió abrir una pieza judicial ampliada.