25 años de un reino muy singular

ALMUDENA SANZ
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Sus primeros clientes pidieron un chico/chica y se quedaron a cuadros, han pinchado más de dos millones de canciones y presumen de la magia de algunas noches de concierto.

Fernando López, Elsa Arecha, Susana Humberto y Pepe López (de i. a d.), en la entrada del establecimiento, que ya avisa de que allí la música importa. - Foto: Valdivielso

El reino muy singular, un lugar de fantasía que se llama Carabás, que se inventó y cantó Germán Coppini, voz de los Siniestro y Golpes Bajos, acompañó a Pepe López durante unas vacaciones locas en Portugal en el 96, recién publicado aquel disco, Carabás. Con un trabajo fijo, y aburrido, no pasaba por su cabeza en aquel momento abrir un bar, pero algo le rondaría para, ya un poco azumbrado, jurar a un amigo que si algún día montaba uno lo llamaría así. Ni se imaginaba que pocos meses después se embarcaría con su hermano Fernando en esa aventura. 

Cree que ese runrún permaneció latente desde que con 18 años ponía copas en la barra de las fiestas de su pueblo, San Miguel de Pedroso. «Te lo pasas tan bien, hablas con unos y otros, hay tan buen rollo, que dices '¡cómo mola!'». Quedaban aún casi diez años para que les diera ese calentón. Que lo fue. «Habíamos puesto copas en el pueblo, ¡pero no habíamos servido un café en nuestra vida!». 

Cogieron el periódico, buscaron los traspasos, y marcaron el Iris. «Todos los amiguetes que tenían bares en las Llanas nos decían que no, que en la calle del Carmen ni de coña. Aquí no había nada», evoca Pepe en ese local que él mismo se encargaría de poner a punto. Durante algunos días, entró en varias ocasiones a distintas horas, como un espía. Antes de firmar pidió su bendición a Rocío, su mujer ahora, nada serio entonces. «Ella entró, compró tabaco, se metió en el coche y me dijo 'no cojáis' este bar, por favor». 

Sus ruegos se los llevó el viento. Cerraron el trato y tiraron para adelante con mucha ilusión. El 19 de abril de 1997 entraban los primeros clientes. «Pidieron un cortado y un chico/chica. No sabía lo que era». 

Desde entonces, han celebrado cada aniversario, salvo causa de fuerza mayor. Los 25 también tendrán su fiesta. Será el sábado 18 de junio en el albergue El Salto de Belorado desde la una de la tarde (25 euros, adultos; 10 euros, niños). En la carta, vermú musical, comida grupal, actividades y juegos infantiles, zona de acampada, conciertos de Javier Polo y Sintónicos y pinchadas de Magic, Javier Mockers, Los Isla, Panthera's, Almendro Soul Flower, Aquemolo y Los Tempura & Lady Gamba.

Pepe recuerda el primer año como muy jodido. Ambos hermanos compaginaban la barra con sus empleos y las jornadas eran maratonianas. «Llegaba, me ponía los pies en una palangana con agua un rato en el almacén, y a servir, mientras Fernando se iba a currar». 

Durante esos primeros compases, hubo dos clientas que enseguida hicieron del Carabás su bar. Iban todos los días, jugaban a las cartas, al parchís, charlaban un rato con esos chicos tan majos que las atendían. «Pero a mí lo que más me llamaba la atención cuando venía era la música. Había una gramola y Jimena y yo pinchábamos mucho. 100 pesetas, dos canciones. Estaba la música de aquella época, Alejandro Sanz, Pancho Céspedes, pero los que me alucinaban eran otros grupos, como La Buena Vida, Family, música independiente que no era nada conocida. Eran los primeros años también del Sonorama. Para mí con Pepe y Fernando empezó la música indie en Burgos», suelta Susana Humberto, sin ánimo de parecer exagerada. 

Ese vínculo se intensificó cuando dos años después entró como camarera y a los cuatro firmó como socia (para entonces ya lo era Sergio Sáez, que luego lo dejaría). Más tarde, se uniría Elsa Arecha, que desde el principio echó una mano, y de la familia son Alberto Monja, con el que empezó la carta de cenas Cositas Ricas, y Alberto Magnífico, uno de los camareros que más tiempo pasó con ellos. Ahora los acompaña, los fines de semana, la segunda generación, Carlos, hijo de Pepe. 

Pero Susana pronuncia las palabras mágicas: música. 

La música suena desde que se sube hasta que se baja la persiana. En cada momento, la suya, con un volumen concreto, para crear una atmósfera especial. Pepe coge la calculadora para poner sobre la mesa las más de dos millones seiscientas mil canciones que han pinchado. Los sellos Siesta y Elefant Records dominaban la estantería. 

Ese hilo solo se paraba durante los conciertos en directo. ¿Especiales? Muchos. De artistas de fuera y locales. Daniel Guantes debutó allí. También Tereresa. Y en una de las mesas, los jueves, el mago Miguel Sevilla empezó con sus trucos de cerca. Todas las disciplinas tienen su hueco, aunque la música haya sido la niña bonita. El Show de Dodó, Benjamin Folke Thomas, Santi Campos y Los amigos imaginarios, Mama, The New Reamon, Sioqué (algunos en el marco del Festival Tribu, con el que siempre han colaborado) o Francisco Nixon, al que, de manera improvisada, acabó acompañando el californiano Bart Davenport. Resultó aquella una noche mágica. 

Han sido un montón en estos 25 años. Muchas las ocasiones en las que se ha creado lo que ellos llaman 'espíritu o esencia Carabás', ese momento en el que uno se encuentra tan, tan a gusto sin que se produzca nada extraordinario que se pondría a cantar con Germán Coppini eso de alegría en Carabás, fantasía en Carabás, los sueños en Carabás, nuestro amor en Carabás por toda la eternidad...