Citas clandestinas y peligrosas en las laderas del Castillo

FERNÁN LABAJO
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Grupos de jóvenes quedan por redes sociales para las horas reservadas al deporte y los paseos, cuando la norma lo impide. Algunos aprovechan espacios poco visibles de los parques para juntarse a beber

Citas clandestinas y peligrosas en las laderas del Castillo - Foto: Alberto Rodrigo

¿Quedamos a la hora del paseo? Con esta pregunta tan simple e inocente conciertan muchos jóvenes, y no tan jóvenes, el regate a las normas de distanciamiento social aprovechando que desde el sábado el Gobierno flexibilizó las restricciones del estado de alarma. El respeto fue la nota dominante los dos primeros días y motivo de orgullo para un alcalde que calificó de «ejemplar» el comportamiento de los burgaleses. Dejó en un puñado a los insolidarios, excepciones que siempre tiene que haber para confirmar la regla. Pero basta con darse un paseo en las horas puntas y en sitios concretos para darse cuenta de que tan pocos no son. Las laderas del Castillo se han convertido en lugares de reuniones clandestinas, sobre todo de chavales que acuden en grupo para ponerse al día y, en algunos casos, echar un trago a una lata de cerveza que ocultan en mochilas para no levantar sospechas. La Quinta, Fuente Prior, el parque del Doctor Vara y otras zonas verdes también son escenarios de quedadas que, por muy benévolas que parezcan, suponen un riesgo que podría terminar en un paso atrás.   

En la parte alta de la ciudad, la cosa empieza a animarse a eso de las ocho y media. Terminan los aplausos, la gente se pone el chándal y comienza la caminata. Tres adolescentes esperan en una de las subidas de las eras de San Francisco. Llevan una mochila y un altavoz con reguetón a tope. A los pocos minutos, se les juntan tres chicas con las que se ponen de acuerdo para subir a la parte de arriba, donde se esconden unos bancos y hasta un campo de fútbol abandonado en el que ya juegan unos niños que no superarán los 12 años. Antes de comenzar la ascensión, se sientan en un bordillo a fumar y charlar. Junto a ellos, una pareja de unos treinta años descansa al calor de los últimos rayos de sol mientras se beben tranquilamente una cerveza.

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