En el camino

MARTÍN G. BARBADILLO
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"En cada pueblo que visito trato de dejar al menos un euro, si se puede. Quiero decir que me tomo algo en el bar o teleclub, si tiene y está abierto. No voy a hacer que se dispare el PIB local, pero ¡qué menos!"

La Peña Amaya imitando al AVE, que aún no surca las tierras burgalesas. Una imagen, entre miles, de las que ofrece esta provincia al que la quiera descubrir de verdad. - Foto: Enrique Padilla Castañeda

¿Qué es? Estar en el camino es vagabundear, dejarse perder sin rumbo por esta provincia, lanzarse a la ruta como Jack Kerouac. De eso vamos a hablar hoy y no estaremos solos tú y yo.

Edad. Imagino que desde que nos bajamos de los árboles, algunos miembros de esta especie han sentido esa pulsión irrefrenable.

Entonces, ¿tenemos compañía? Exactamente. Te pongo en antecedentes: esta provincia tiene 371 municipios y más de 1.200 pueblos (no he conseguido el dato exacto). Sé de alguien que conoce cientos de ellos; es, por tanto, una fuente fiable, lo que en este negocio se conoce como una "garganta profunda". Los visita sin ninguna metodología ni otro afán que estar al aire libre y contemplar lugares que no ha visto antes; no sabe por cuántos ha pasado ni cuántos le quedan. Nos puede contar cosas que no aparecerán jamás en un folleto turístico, y eso es precisamente lo bueno porque nos permitirá conocer de verdad lo que hay. Y está aquí, así que hoy seremos un trío, ¿algún problema?

Al contrario, un punto de vista distinto al tuyo, por una vez, me vendrá bien. Muchas gracias, hombre. Entonces puedes preguntarle a él ya directamente, y yo me callo.

Vale. Hola, lo primero. Con una provincia tan grande, ¿por dónde empezamos? Hola a ti también. Por dónde se empiece carece de importancia y dónde se acabe tampoco tiene trascendencia. Yo hago lo siguiente: miro la página del tiempo de este periódico y si da nubes en el norte me voy al sur; si pronostica lluvia en la Sierra, me voy al Arlanza.

¿Y qué te encuentras en los pueblos? Por lo general, a nadie. Esa es la realidad. Puedes llegar a un pueblo, sobre todo si vas entresemana, darte una vuelta, subir hasta la ermita, volver a bajar a la plaza y no encontrarte con ninguna persona y puede que incluso con ningún perro; quizás, a lo lejos un tractor que va a echar abono a una tierra.

La España Vacía. Totalmente. Se nota en los detalles más pequeños: yo echo de menos los rebaños de ovejas, ya casi no hay y antes cada pueblo tenía al menos uno. Si hay rebaño, hay un pastor (y su familia, si tiene) viviendo en allí. En cambio, muchos de los agricultores trabajan las tierras pero viven en "la capital", que es como se refieren en los pueblos a la ciudad de Burgos.

Vaya. Pero hay que decir que si consigues ver a alguien suele ser muy receptivo. En cierto modo, es una pequeña noticia que una persona aparezca por esas calles vacías. Si les entras, les suele apetecer charlar un rato. En muchos casos puede que no hablen con más gente ese día, más allá del panadero o el de los congelados, que van con sus furgonetas, y eso con suerte.

¿Y de qué hablas? Menuda pregunta. Puedes señalar que el pueblo tiene una chopera excelente o que vaya suerte que pase un río tan hermoso por la localidad... Si la persona con la que te cruzas tiene huerta, el tema es infinito. Es siempre un placer pararte y echar una conversación un rato.

¿Y además de (poca) gente qué te encuentras en los pueblos? Pues de todo, pero eso es lo de menos. Las cosas como son, hay muchos pueblos que son feos, y no pasa nada. Pero, según cómo tengas la mirada, en todos puedes ver algo que te resulte interesante. En muy pocos hay un casco medieval perfectamente conservado o un conjunto de arquitectura tradicional impecable, pero puedes caer en uno y toparte con un coche de madera que ha hecho un paisano, unos lagares en ruina que te resultan evocadores, un toro pintado en un campanario, un gran pinsapo, un arroyo cantarín...; o, simplemente, te das un paseo por los alrededores y ves corzos o huellas de jabalí. A mí me vale, ¿y a ti?

Sí, sí, ya veo por dónde vas. No voy por ninguna parte en concreto, ya te lo he dicho. Muchas veces, pienso en ir a un lugar y, tal vez, de camino veo una carretera por la que no he circulado nunca, la cojo y me meto en el primer pueblo. Y, a veces, surge la sorpresa.

Por ejemplo... Un día acabé en un convento de clausura en un pueblo; la monja encargada me explicó que ya estaba cerrado para visitas, pero me dejó pasar porque, según dijo, sus compañeras eran unas sosas y estaba aburrida. Entré y estuve una hora escuchando al coro, compuesto sobre todo por monjas jóvenes procedentes de un país africano de colonización francesa. Me pareció estar en Notre Dame. Exquisito. ¿Te vale de ejemplo?

Sí, claro, es fantástico. Hay otra cosa que has de saber: vayas donde vayas, hay un protocolo estricto que siempre cumplo y te recomiendo.

¿Cuál? En cada pueblo que visito trato de dejar al menos un euro, si se puede. Quiero decir que me tomo algo en el bar o teleclub (que algunos conservan ese histórico cartel), si tiene y está abierto. No voy a hacer que se dispare el PIB local, pero ¡qué menos! Además, en los bares se entera uno de cosas.

Estoy contigo en eso. Pero además de los pueblos, está el campo, que aquí es variadito. ¿Me recomiendas algún paisaje en concreto? Es sabido que el norte, las Merindades, es espectacular, entra a la primera a la vista. Pero hay otros lugares que tienen un encanto que hay que trabajarse un poco más, pero compensa. En la zona oeste, la comarca de Odra-Pisuerga, que a priori te puede parecer un secarral de libro, se perciben las estaciones a través de los cambios de colores de una forma espectacular: ocres, verdes, amarillos... Un espectáculo. Además, lo sorprendente puede estar en lo más pequeño: en un punto al lado de la carretera de Soria hay una finca de labor que tiene distintos tipos de tierra y todas las tonalidades imaginables. Pero claro, hay que tener los ojos abiertos, en todos los sentidos, para ver cosas así.

Me lo apunto. Otro sitio fabuloso es el Valle de Valdivielso. Bajando a Valdenoceda lo ves de reojo y sigues hacia el norte. Pero es fascinante: río, iglesias, pueblos... Tampoco te pierdas el Valle de Mena: cruzas un túnel y pasas de Castilla a Suiza, sin previo aviso.

¿Y cómo ves a esta provincia en el futuro? Qué quieres que te diga, la veo llena de zarzas y más vacía de personas aún. A diferencia de lo que sucede en la ciudad, en el medio rural la naturaleza es rápida recuperando su espacio. Pero ahí estaremos, descubriendo lo que haya, o lo que quede.

Pues empecemos ya mismo. ¿Adónde vamos? No tengo ni idea, ya te lo he dicho. Salgamos a la carretera, disfrutemos de estar al aire libre y ya se verá. Además, no suelo ir solo, no quiero que pienses que soy aún más raro de lo que realmente soy; por lo general me acompaña mi pareja. Seremos tres. ¿No te importará?

¿Otra vez tres? Sin problema.

Si quieres parecer integrado. Sigue los consejos que te acaba de dar el experto: habla con la gente, haz gasto en el bar, no esperes nada, déjate sorprender...

Nunca, nunca, nunca... Olvides el almuerzo. Puede que encuentres el pórtico de una ermita o la sombra de una encina y tengas un rato gozoso.